Imposible negarlo. Oyéndoles me cruje el trigémino. Y es que te cierran todos los caminos. O se gobierna con sus programas, con su arcaica e incuestionable política o el estado se hunde. ¿Para qué demonios necesitamos pues elecciones, si todo lo que no se ajuste a sus intereses va a resultar un disparate y la ruina del andamiaje social?
Me refiero evidentemente, a la nueva cruzada de los herederos del genocidio franquista: PP, Cs, Vox y este, nuestro UPN de nuestros pecados —¡Rayas rojas!—. Es como si el estado fuera su feudo y ellos fueran sus dueños y señores y los demás ciudadanos, los silenciosos y sufrientes paganos y mantenedores.
Una vez nos llaman rojos, por defender una sanidad y enseñanza pública contra sus privatizaciones o por reclamar impuestos justos y proporcionales.
Nos tratarán de anticonstitucionalistas, por requerir una constitución más acorde con los signos de los tiempos y expurgada de toda las lacras que en ellas depositaron los continuadores del franquismo.
A nosotros los abertzales, nos achacarán -ellos sucesores de los criminales franquistas— de ser herederos de ETA. Y no servirá de nada que repetidamente se haya pedido perdón a las víctimas, o que la mayoría hayamos condenado cualquier tipo de violencia como sistema para acceder al poder. Eso sí, ellos pueden compartir mantel con los más furibundos franquistas.
Los que aprueban guerras como las de Irán, apoyan golpes de estado —¿qué hizo el ínclito Aznar en Venezuela?— como el de Honduras, Paraguay, Bolivia… Estados criminales como Israel, Arabia Saudí. etc., nos tacharán de bolivarianos.
Nos tildan de separatistas, por el gran pecado de soñar con un estado -o estados-, donde todos nos sintamos cómodos. A cambio, nos ofrecen una unidad, fraguada a puros espadazos y arcabuzazos y actualmente mantenida por puro miedo a crueles represiones. Históricamente incapaces, de oír, de acuerdo con los derechos humanos la palabra libre y soberana de los pueblos que deseen expresarse.
En fin, poco es llamarles mezquinos. Más parecen déspotas, imperialistas, egocéntricos… ¿No es esa la sensación que al ciudadano de a pie nos queda cuando oímos hablar a ególatras como el arlequín de las Azores, al esperpéntico sociata Isidoro o al bufón Guerrita y a todos sus varones y acólitos? ¡Cuanta estantigua para museos arcaícos!
Pero no es solo eso. Es que en un país tan descuajeringado y carpetovetónico como el nuestro, estas estantiguas, en rabiosa coyunda con cierta prelatura de rancio incienso y con cierta desmedrada oligarquía, dan auténtico miedo. Sabemos perfectamente de que son capaces estas nuevas “juntas ofensivas”, sobre todo espoleadas por toda esa prensa cavernaria de la España una grande y libre.
Y ellos saben que tenemos miedo, porque ven lo fácil que nos amedrentamos quienes pretendemos una sociedad más libre y sobre todo más justa. Una sociedad donde desaparezcan tan abismales diferencias entre los ciudadanos.
Y estando así las cosas, uno no ve otra alternativa que perder el miedo. Que nos denigran, descubrámosles sin miedo sus lacras y respondámosles educada pero valientemente. Que desacreditan nuestros proyectos, implantémoslos y si fracasan, se replantean o que el pueblo decida… que así es como fiunciona la democracia… ¿Qué pasa? Vamos a estar toda la vida temblando por sus amenazas porque intentemos desarrollar una política mas humana, más igualitaria, más justa, en un palabra, más plenamente democrática?