¿Hacia donde vamos?

Veinticinco años tras la caída de Muro de Berlín parece que las previsiones de F. Fukuyama y S. Hutchintschsong  respecto al fin de la Historia y el choque de civilizaciones no se han sustanciado. No está de más abordar las razones de tales previsiones y los factores que han hecho caminar a la Historia por otros derroteros. Al parecer, todos quisimos creer que el enfrentamiento a nivel mundial entre los dos sistemas sociales y políticos dominantes al finalizar la Segunda conflagración mundial -Capitalismo democrático y Socialismo popular- marcaban el inicio de un Mundo nuevo. El hecho nacional quedaba rebasado por el enfrentamiento verdadero, representado por la lucha de clases. No tengo ninguna intención de rectificar a Marx. Sí la de cuestionar determinados planteamientos de sedicentes marxistas que se resisten a reconocer la carga de vinculaciones colectivas que actúan sobre el individuo. Me parece que no yerro al afirmar, que la trayectoria seguida por la Humanidad, a partir del final de la Unión Soviética, se ha caracterizado por el afianzamiento de las rivalidades entre las Potencias por la hegemonía denominada regional -tomando como regiones a las geográficas de gran radio- y en su dimensión mundial.

Por lo que toca a la imposición del sistema de libertad de mercado que ha representado la bandera del Capitalismo occidental durante dos siglos, no se aprecia en ningún espacio de la Tierra su avance ¡Sí! Lo defienden sobre el papel los gestores de ese espacio  del Mundo que encaja en el ámbito de la denominada cultura occidental. Sin embargo parece que chinos e indios han encontrado su camino para la acumulación de capital y tecnología; camino que no pasa por dejar libre su economía ante las insaciables multinacionales capitalistas occidentales. Las Potencias emergentes de otros espacios mundiales, en Suramérica y demás, también buscan el suyo, que pasa por ignorar los consejos de sus tradicionales mentores del Mundo desarrollado y seguir únicamente lo que la experiencia muestre eficaz. Es un Mundo complejo en el que apuntan potencias emergentes, con la mirada puesta en sacudir tutelas del anteriormente poderoso Primer Mundo, mientras construyen su propia hegemonía regional; sin perder de vista conseguir la mayor influencia posible a nivel mundial.

En este marco se constatan las inercias de las viejas Potencias; la hegemónica todavía y siempre todopoderosa U.S.A., junto a los periclitados Imperios europeos. El suave declive que experimentan estos últimos desde la posición de potencias hegemónicas en el Pasado, disfrutando de una cómoda, pero secundaria posición, a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, da la impresión de que les garantiza una posición de primera línea en el orden mundial. ¡Ahí tienen a sus vasallos de hace medio siglo! China e India, sin ir más lejos, de los que será difícil prescindir en el futuro inmediato. Este es el aspecto del Mundo en la actualidad, con la Cuenca del Pacífico erigida en centro primordial de la actividad humana; por su población y creatividad. Únicamente parecen quedar al margen los territorios africanos y el aglomerado del Mundo musulmán. Lamentablemente, a pesar de sus recursos -a veces de importancia capital como en el terreno de la energía- se encuentra lastrado por el factor religioso  que le da identidad. No deja de ser un Mundo diverso, que por tantos motivos debe ser valorado por su contribución a la cultura universal, injustamente tratado por los imperios coloniales. El condicionamiento de que adolece por las resistencias a la modernización, en parte reacción frente al impositivo Occidente; pero también responsabilidad de los sectores dirigentes, religiosos -y feudales en muchos casos- que priorizan valores autoritarios y machistas, hacen del Islam un factor que dificulta los cambios sociológicos insoslayables, imprescindibles igualmente para la configuración de una sociedad modernizada. Sociedad que debería posibilitar la aparición de alternativas adecuadas en el orden político. Y es que, ni el Islam, ni ninguna otra corriente religiosa contienen los instrumentos para entender el Mundo actual, ni permiten la concreción de un sistema en los órdenes social y material, idóneo para abordar el conjunto de los aspectos materiales, intelectuales y sociológicos  que configuren un sistema de valores adecuado a la presente época. En otros momentos se podía pensar que el enfrentamiento Islam-Occidente era tajante. el mencionado Hutchingtschon lo vio claro en su choque de civilizaciones. Sin embargo el Mundo islámico aparece dividido profundamente entre Chiismo y Sunismo, Yihhadismo y simple Islam, sin connotaciones políticas; bajo esquemas en los que no es siempre factible establecer la frontera entre lo que es actitud individual y el compromiso de luchar por su propagación. Por lo demás las rivalidades entre potencias, Estados, o simples Naciones con existencia precaria, parecen responder a cuestiones de hegemonía, surgidas en otros momentos históricos, o razones más inmediatas en las relaciones entre colectividades próximas.

Lo cierto es que los análisis elaborados por los cualificados portavoces occidentales, cuando prevén el triunfo del modelo económico-político occidental al estilo de Fukuyama, implican el librecambio en lo económico y un orden político de representatividad parlamentaria, a través de un ejecutivo con todo el poder e iniciativa política. Por su parte, Hutchinggtschon plantea una actitud de prevención frente a China, de la que considera inevitable un futuro enfrentamiento. Tales presupuestos parecen mejor  reflejo de las propuestas de ordenamiento para el Mundo propugnadas por Occidente que trayectoria inexorable de las relaciones internacionales como pretenden los mencionados autores. Sucede otro tanto con los economistas ligados al denominado Neoliberalismo, cuando proclaman sus exigencias de desregulaciones de mercados, recortes de gastos públicos y finalización de las políticas sociales de los Estados como garantía insoslayable de una actividad económica viable y de la misma supervivencia social, en medio del griterío de los medios y sus sacerdotes y santones ¡Nunca han acertado sus pronósticos! Mientras se constata el crecimiento de los índices de riqueza de los poseedores de capital y empobrecimiento de quienes verdaderamente trabajan.

Sorprende la recuperación de los viejos valores que posibilitaron la acumulación de riqueza en periodos anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Los actuales dirigentes económicos se muestran totalmente ignorantes de lo que ha sido la trayectoria de la Economía en los últimos 100 años. Quienes actúan en el terreno de lo político y relaciones internacionales parecen no son conscientes de haber hecho suyos los viejos planteamientos de la época de Bismark y aledañas. Son poderosos jefes de los aparatos políticos, económicos y militares de unos Estados que se encuentran en un contexto muy diferente al de los viejos Imperios de la Segunda Revolución industrial, a pesar de que se sientan fuertes detrás de su tecnología militar y del potencial financiero impronunciable de las multinacionales a las que sirven. En cierto modo los dirigentes del Mundo occidental parecen no querer entender la lenta transformación que ha llevado a este espacio -otrora centro de la Tierra- a la pérdida de la histórica hegemonía, en tanto las nuevas potencias consolidadas contemplan los cambios, intentando mejorar su posición en el conjunto con actitud similar a la utilizada por los viejos Imperios occidentales a quienes han sustituido regionalmente, mientras se preparan para una futura lucha por la Hegemonía; tal vez más inmediata de las previsiones de los futurólogos occidentales.

En un Mundo en el que el predominio nominal de las tradicionales potencias con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no se traduce en el poder real y efectivo de los decenios anteriores. El conjunto de los dirigentes occidentales sigue en materia de las relaciones internacionales la vieja tradición que lleva al intento simple por superar al adversario mediante la maniobra diplomática o política inmediata. Se niegan a tomar nota del conjunto de transformaciones operadas, sin reconocer de facto la fuerza efectiva de sus antiguos siervos, en ocasiones más poderosos que sus viejos amos. Esta actitud ocasiona el fracaso de los esfuerzos realizados por restablecer el orden mundial impuesto en el pasado; orden que actualmente no se ajusta a la realidad de las fuerzas en escena. De hecho la prepotente actuación de los U.S.A. en el Golfo Pérsico y adyacentes ha generado inestabilidad generalizada en un espacio clave en el transporte de energía; con la particularidad de que el citado espacio constituye el foco del islamismo radical, centro de difusión de la fuerza humana con mayor potencial desestabilizador a nivel mundial ¡Mala perspectiva que se tenga que confiar en Israel como vigilante! Es este Estado con perspectiva estratégica propia, que pasa por el mantenimiento de  su integridad y expansión irrenunciable en cualquier caso. Más que considerarse posición avanzada de Occidente Israel  ve en Europa su retaguardia, a la que está decidida a implicar totalmente, en el caso de que sienta correr el mínimo riesgo para su seguridad. El hecho que reviste mayor gravedad es el asentimiento que prestan a esta estrategia israelí y americana los dirigentes europeos mismos.

Lamentable resulta igualmente el escenario del Norte de África, cada vez más lejos de superar los niveles materiales de la otra orilla del Mediterráneo y en una situación confusa a la hora de deshacerse de los sistemas autoritarios que han dirigido el territorio desde que se alcanzó la independencia. Las fuerzas renovadoras que pretenden separar la cuestión religiosa de la implantación de sistemas políticos que posibiliten el desarrollo material y sociedades abiertas, encuentran en frente los siempre decididos yihhadistas que provocan desastres con recursos relativamente escasos. Hasta ahora solamente los fuertes regímenes autoritarios han demostrado capacidad para controlar a estos últimos, con el riesgo de Occidente termine por verlos como única alternativa y provoque de rechazo la frustración de los movimientos democratizadores que se han dado en denominar PRIMAVERA ÁRABE, optando por una práctica política demasiadas veces seguidas por los sedicentes demócratas europeos; a quienes preocupa más la seguridad de sus negocios, que la libertad de las sociedades sometidas a los tiranos autoritarios que protegen los primeros.

Es en este contexto donde los occidentales siguen manteniendo las viejas rutinas que se concretan en actuaciones de la N.A.T.O. propias de otros momentos históricos, persiguiendo únicamente el fortalecimiento de posiciones en competencia con los poderes emergentes de áreas regionales lejanas en la distancia para una Europa que carece de la capacidad de otras épocas; áreas en la que la poderosísima USA encuentra dificultades para hacer frente a los poderes regionales afianzados, quienes miran con toda razón como una injerencia los propósitos occidentales. Esta situación es la que ha ocasionado el actual contencioso con la Rusia de Putin. Se había garantizado a esta la no integración en el sistema defensivo occidental de territorios anteriormente integrados en el Imperio soviético; muy al contrario, la O.T.A.N intenta llevar sus reales a unos centenares de kilómetros del mismo Moscú, dando lugar a la fractura de las sociedades implicadas entre quienes miran a Occidente y quienes entienden que el futuro de la región pasa por el liderazgo más cercano y tradicional de Rusia. Lo cierto es que se ha constituido un foco de inestabilidad que puede desembocar en conflicto abierto de trayectoria no previsible.

Lo preocupante de este conjunto de hechos es la generación de inestabilidad en determinadas áreas mundiales originados en factores  de aspecto local o regional; con la particularidad de que puedan responder o entroncarse en otros de mayor radio de acción. La proliferación de tal situación se transformaría con velocidad diferente en una problemática de ámbito más general; hecho que representaría un conflicto más generalizado, atendiendo a los espacios en que tendría lugar y la relevancia de los agentes implicados en ellos a nivel Mundial. Sería mucho más razonable aceptar que son intereses materiales y humanos de carácter local, regional y de hegemonía mundial los factores generadores de conflictividad y que estos no han dejado de estar vigentes en ningún momento de la Historia Contemporánea y reciente. La superación de las diferencias que dividen y enfrentan a las colectividades humanas no tiene lugar mediante una simple declaración que llame a la solidaridad universal. El ser humano no ha superado su condición de depredador compulsivo y la solidaridad es más factible cuando existen lazos afectivos y de todo tipo de relación que lleva al reconocimiento del más cercano como igual o parecido. La igualdad de los seres humanos y de las sociedades constituidas por los individuos es por el momento una gran utopía. El camino de superación se encuentra en hacer eficaces los organismos de colaboración mundial. En este terreno y sin considerar los fracasos de la Humanidad en materia de relaciones internacionales y de las imposiciones que tienen lugar permanentemente en el seno de tantas organizaciones estatales que contravienen  de tantas maneras los proclamados derechos humanos por la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U.) de la que tantos de estos Estados son miembros, no queda otro camino que el de hacer viable y vigorizar esta reunión universal de los Estados, afín de que se llenen sus objetivos de mediación y apoyo en toda la superficie de la Tierra ¡Desde luego! Con la exigencia a los poderes estatales del respeto de los derechos de sus ciudadanos -o súbditos- al igual que el respeto de los derechos de otros Estados, con el recurso a los organismos idóneos en las cuestiones litigiosas.