La muerte del plano

Franco Farinelli, geógrafo; colabora con CaixaForum en ‘Cartografías contemporáneas’ «Si no estuviera en el centro, Madrid aún sería un villorrio»

 

Tengo 64 años: nací en el mundo plano de ayer y estudio neurobiología y matemáticas para estar en la esfera red de hoy. Soy de Ortona, Abruzos. Soy geógrafo: para Ibn Batuta, nuestra misión es explicar el orbe. Soy uno de los últimos privilegiados con la libertad de cátedra

 

Padania, Escocia o Catalunya -dice Farinelli- sueñan con estados propios, precisamente porque el Estado nación de antaño les resta ya más que les suma. Por eso tratan de sustituirlo con uno suyo, más pequeño y cercano. Pero el Estado nación se muere y su sustituto no acaba de nacer en esta época de lógica borrosa en que los viejos mapas ya no sirven y los que servirían aún no han sido cartografiados. Ya no hay distancia ni tiempo ni fronteras: sólo quedan los mercados. Y en ellos sólo prosperan las empresas y países que han aprendido a vender en todo el planeta a todas horas (como Inditex: imposible antaño en la remota Galicia del viejo plano, pero pujante hoy en la red global).

 

 

¿Qué es un mapa?

Un croquis de la realidad.

¡Pues no señor! El mapa no es la copia del mundo, sino al revés: el mundo ha acabado convertido en la copia del mapa.

 

No sé si le sigo…

Veamos: en el planeta hay -el último ha sido Sudán del Sur- 193 estados nación. Para serlo, un Estado debe cumplir tres requisitos: un territorio, sí, pero continuo: de una pieza…

 

¿No importa el tamaño?

No. Y estados enclave o exclave, como Andorra o San Marino, confirman la regla.

 

¿Y el número de habitantes importa?

Importa su homogeneidad cultural: para sobrevivir, un Estado debe lograr que su población se reconozca en los mismos símbolos y tenga una visión compartida de sí misma.

 

Que crea un mismo cuento nacional.

Y tercero: un Estado debe ser isotrópico.

 

Defina isotrópico.

Piense en un campo de girasoles: todos miran en la misma dirección. De igual modo, todas las energías del Estado deben emanar y confluir de un mismo y único punto. Y ese punto se llama capital del Estado.

 

Pero hoy el mundo son redes y…

Sí, pero espere. Enunciamos el antiguo concepto de Estado nación y en él, la capital debía situarse en el centro del mapa del país.

 

Hoy la mayoría de las capitales lo están.

Madrid es el paradigma: la capital inventada por Carlos V y Felipe II. Eligieron Madrid sólo porque estaba en el centro de su mapa imperial ibérico. Si no estuviera allí, Madrid aún sería un villorrio irrelevante.

 

Y la ciudad nació al calor de la capital.

Los estados nación obedecieron a sus mapas y situaron su capital en el centro. Y ahora recordemos las tres propiedades del Estado citadas: «Continuidad, homogeneidad e isotropismo»… ¡Y adivinará qué son…!

 

¿…?

¡Los tres atributos de los objetos geométricos! Por eso, la faz de la Tierra -la realidad- ha ido adquiriendo la geometría del mapa.

 

¿Ese Estado nación plano tiene futuro?

Hobbes en Leviatán dice que el Estado es el «dios» necesario para que no nos matemos entre nosotros, pero precisa que es un «dios»… ¡mortal! El Estado nación no es eterno y hoy se está muriendo. El problema es que su sustituto no acaba de nacer aún.

 

Pues parece que ahora mismo en Europa todo el mundo quiere el suyo.

Escocia, Padania, Catalunya… En realidad son reacciones localistas ante la decadencia del Estado nación. Como el grande les está fallando, tratan de replicarlo con uno pequeñito propio, porque creen que les da más seguridad tener uno que reformar el viejo.

 

¿Y a esos nuevos estados les ve futuro?

Las declaraciones independentistas son erráticas, porque ellos mismos perciben que los conceptos clásicos de independencia o soberanía han sido vaciados de contenido real por la economía en red on line y el fin de las fronteras y las distancias en el flujo instantáneo de capitales y personas…

 

No sé si le sigo…

¿Cómo proclamar la independencia si hoy es aislamiento? ¿Cómo fijar las fronteras de tu territorio cuando las fronteras ya no garantizan prosperidad sino miseria?

 

Pero la Unión Europea aún no es capaz de sustituir los estados nación.

Porque aún estamos en un interregno en el que las leyes euclidianas del mapa están siendo dinamitadas por la globalización.

 

Defina globalización.

La globalización comienza el día del lanzamiento del Apolo a la Luna. Ese día por primera vez se conectan dos ordenadores: uno en Washington y otro en Los Ángeles.

 

¿Tan trascendental es esa conexión?

¡Esencial: es la primera red de ordenadores! Los conectaron para evitar que la misión lunar tuviera un centro que pudiera ser atacado por el enemigo. De repente, tener un centro dejó de ser una ventaja operativa y se convirtió en punto débil. Así nació la red.

 

¡Es la misma lógica que creó internet!

La misma lógica que dinamita los mapas y las capitales centro. Desde ese momento, vivimos en red y el Estado nación pierde sentido. Por eso sólo triunfan las empresas -fíjese en su floreciente Inditex- on line y en red que también dinamitan el centro, el espacio y el tiempo: ¡son el negocio total que genera beneficios todo el día en todo el planeta!

 

Esos negocios globalizados, como Google, apenas pagan tasas al Estado nación.

Es el fenómeno que ilustra esa decadencia del Estado y del mapa, puestos en ridículo por la nueva lógica de los negocios en red.

 

¿Y qué viene ahora?

El viejo mapa plano se está sustituyendo por una esfera en la que todo pasa al mismo tiempo. Y todo se mezcla… Por ejemplo: en Padania dicen que todos hablarán padano. Y es imposible. El Estado nación necesita homogeneidad cultural para sobrevivir, pero en Bolonia hoy suceden al mismo tiempo más de cuarenta idiomas y culturas.

 

No me da usted ninguna certidumbre.

Porque el mapa plano no puede convertirse en esfera. Es metafísicamente imposible. Vivimos una transición en la que la razón cartesiana ya no nos sirve: son tiempos borrosos. Debemos leer a Leibniz y Spinoza.

 

¿Por eso Londres se juega Escocia?

Londres sabe que los flujos de capital y conocimiento ya no dependen del mapa ni de su centro o fronteras. Hoy otras leyes deciden si una ciudad prospera o se hunde.

 

¿Qué leyes?

Es lo que estoy investigando.

 

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