Se sabe que muchos nombres de pueblos son, de hecho, apelaciones creadas por pueblos vecinos, a menudo de manera peyorativa, ya que parece que menosprecian a los otros pueblos o, como mínimo, se burlan, es una actividad bastante común en la humanidad. El más famoso de estos nombres es probablemente esquimal, que significa ‘que come pescado crudo’, y por eso se tiende hoy a abandonar esta denominación en beneficio de inuit. Por la misma razón, es preferible hablar de samis que de lapones, ya que esta palabra podría venir del jugo lap, que significa algo aproximado a ‘harapos de mendigo’. Es evidente, también, que la palabra bereber viene de bárbaro, quizás desprovista de sentido peyorativo cuando se empezó a aplicar, en la Edad Media, a este pueblo de África del Norte que se siente mucho mejor cuando se le llama amazigh. De hecho, en circunstancias históricas diferentes, puede que el término español ‘polaco’ para referirse a los catalanes pudo tener aceptación y convertirse en académicamente correcto. Algunos deben trabajar. Es también bastante curioso la palabra ‘gabacho’ que si bien hoy designa a los franceses de forma peyorativa, en el origen estaba reservado a los inmigrantes occitanos -eso sí, súbditos franceses- que llegaron en gran cantidad a Cataluña entre los siglos XVI y XVIII. Este mismo término, en la Cataluña Norte, designa hoy específicamente a los occitanos del Languedoc y, aún más precisamente, los habitantes del departamento septentrional limítrofe del Aude. Y, para los languedocianos, el ‘gavach’ es el occitano que viene de más al norte… Es decir, algunos son gabachos y, simultáneamente, tienen sus propios gabachos, siempre mirando hacia el norte. Los franceses, por cierto, suelen ser llamados ‘frogs’ (‘ranas’) por los anglosajones, quizás por este rasgo particularmente indecente de la gastronomía francesa de cocinar batracios. El cantante quebequés Robert Charlebois, en los años setenta, asumió este mote, usado, pues, también en Canadá, con una ‘frog song’ humorística. Se trata aquí, claro, de ejemplo de nombres genéricos que habría sido complicado que pudieran quedar como nombre oficial de los pueblos en cuestión …
En el siglo XIX, los exploradores occidentales que intentaban dibujar los mapas de África para facilitar el trabajo de los colonizadores se encontraron con una cantidad exorbitante de denominaciones diferentes referidas a los mismos pueblos, hasta el punto de generar rencillas de eruditos, puestas en escena mediante artículos y conferencias en las sociedades geográficas más ilustres. Así, en 1876, el geógrafo francés J. Belin de Launay, en su introducción de la edición francesa del relato del famoso viaje de Henry Stanley para reencontrar al doctor Livingstone, da un ejemplo de esta dificultad, sin precisar, sin embargo, la localización exacta (probablemente en el Cuerno de África). Hablando del pueblo Zandés, dice que es llamado (conservo la ortografía francesa de la época): ‘niam-niam’ por los dincas, ‘moundo’ o ‘manania’ por los bongos, ‘o-madiâca’ por los diours, ‘maccaraccâs’ o ‘caccaracâs’ por los mittous, ‘conda’ por los golos y ‘babounghéra’ por los mombouttous… Este tipo de rompecabezas onomástico no era, de hecho, muy problemático para las potencias colonizadoras, esencialmente británicas y francesas, que encargaron a los militares resolverlos de manera pragmática, a punta de fusil y tratando a cada pueblo de manera rigurosamente igualitaria, siendo la igualdad, en este caso, un efecto del desprecio más profundo.