El 1934, el demógrafo, sociólogo y teórico fascista italiano Corrado Gini envió una misión de estudio a Lituania y a Polonia para estudiar los orígenes de una población, los caraitas, y determinar el vínculo que estos podían tener con los judíos. El origen exacto de los caraitas es incierto o, en todo caso, sometido a dos hipótesis no contradictorias: podrían ser los descendentes de poblaciones hebreas pasadas por Turquía o de poblaciones turcas convertidas al judaísmo. En todo caso, los caraitas de Lituania, tan lejos del mar Negro, todavía hoy hablan una lengua derivada directamente del turco. A pesar de que, en su caso, pronto habrá que conjugar al pasado el verbo hablar. Si los especialistas consideran que hay, hoy, entre treinta y cincuenta mil caraitas en el mundo, se trata de una población mayoritariamente en situación de diáspora. En Lituania, a donde llegaron hace seis siglos, se calcula que quedan menos de quinientas personas de esta población. La lengua caraita prácticamente ya no se habla, a pesar de que Lituania le ha conferido una protección especial…
Es curioso ver grabados del siglo XIX en que se muestran caraitas de Lituania o de Polonia vestidos como turcos de las orillas de Bòsforo. Llamados al final del siglo XIV por el gran duque de Lituania para servirle de refuerzo militar, esta comunidad sobrevivió e incluso prosperó a pesar de intentos reiterados de asimilación de parte de la mayoría cristiana. Ahora bien, los caraitas siempre han sido difíciles de catalogar puesto que su culto hebraico particular se basa exclusivamente en la Torà (los cinco primeros libros del Antiguo Testamento) y desconoce el Talmud. Así pues, históricamente, tanto por los orígenes étnicos como por la lengua y por la religión, han tenido relaciones más bien distantes con las comunidades judías vecinas. Hasta tal punto que los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial, se preguntaron, con aquel pervertido espíritu seudocientífico que los caracterizaba, si habían, o no, de exterminar los caraitas…
En aquel momento realizaron sus propias investigaciones intentando ver si correspondían a las conclusiones de Corrado Gini y de sus expertos. Gini había sido un fascista entusiasta que, poco a poco, se había distanciado del régimen. Consultado por los nazis, fue contundente a la hora de afirmar que había una distinción entre judíos y caraitas. Y por eso, pues, la mayor parte de caraitas escaparon al exterminio… Excepto en Francia, donde la Unión General de los Israelitas de Francia, un organismo oficial creado por el gobierno de Vichy para fichar y, pretendidamente, ayudar a los judíos, insistieron que los miembros de la diáspora caraita francesa eran tan judíos como ellos. El legalismo y el patriotismo sincero pero obtuso, ciego e inconsciente de los dirigentes del UGIF, que pensaban que era posible negociar con el poder antisemita francés, llevó a familias caraitas a ser asesinadas en los campos de la muerte nazis. En el resto de Europa, los representantes judíos de los guetos, oficialmente consultados por los nazis, entendieron que podían salvar a los caraitas si afirmaban que no los consideraban como judíos. Y, si bien hubo casos de caraitas alistados, generalmente de fuerza, a la Wehrmacht, se sabe que se multiplicaron en esta comunidad los actos de solidaridad activa hacia los judíos. Muchas familias acogieron judíos haciéndolos pasar por caraitas, yendo hasta enseñarles rudimentos de esta lengua hoy casi muerta, cuyo aprendizaje salvó la vida además de un judío disfrazado de descendente de turco…