La mayor parte de los que hoy en día hablan sobre la memoria histórica en Vasconia tienen una perspectiva muy limitada de la misma. Esa perspectiva viene marcada y acotada precisamente por quienes la ponen en valor desde el contexto hispano. Se realiza con preferencia desde una perspectiva de lo que se denomina convencionalmente como la “izquierda” española. Su alcance no llega más allá de la sublevación militar y guerra subsiguiente iniciadas en 1936.
En este contexto son muchos los historiadores y políticos españoles que han apreciado como inicio del llamado “conflicto vasco”, precisamente esa confrontación y la victoria del fascismo en España. Aunque consideren que sus orígenes datan de la etapa anterior, centrada fundamentalmente en el desarrollo industrial de Bizkaia y en el pensamiento “ruralista” y “racista” (según dichos autores) de Sabino Arana Goiri. Es decir, consideran que el “conflicto” tiene un origen en cierto modo artificial. Que los intereses de los sectores “pequeño burgueses” vascos unidos a la tradición rural y religiosa del carlismo en su oposición a la “modernidad” derivada de la industrialización, constituyen el origen del nacionalismo vasco teorizado por Arana Goiri.
Según tales autores, la segunda república española estaba en el camino de su solución mediante el Estatuto, con la consideración de que los conflictos internos del país, entre “nacionalistas” y “carlistas”, así como su acendrado catolicismo (el “Gibraltar vaticanista” al decir de Indalecio Prieto) la hicieron inviable. Olvidan, por supuesto, su continuo torpedeo desde las instancias de poder hispanas.
Es evidente que la lejanía en el tiempo distorsiona, en parte, la memoria histórica, pero no por ello deja de existir y de ejercer, en el caso de actos sufridos de violencia e injusticia, su función liberadora. En este sentido la referencia a la foralidad y a su defensa a través de las guerras del siglo XIX, conocidas como carlistas, es un elemento básico en la configuración de la identidad moderna del pueblo vasco. Todo este entramado reivindicativo ha sido convenientemente ocultado o tergiversado por los intereses del unitarismo español. Los orígenes reales del conflicto, centrados en la cuestión foral y todo que ésta suponía en relación a los modos de producción, relaciones sociales y de vida en general, fueron, y siguen, silenciados. Los manuales de historia de España, sus textos escolares y universitarios y, sobre todo, lo difundido por sus medios de comunicación de masas llevan a una percepción de lo ocurrido favorable a sus intereses y, por ello, contraria a la realidad de los nuestros.
Los orígenes del conflicto, por lo menos en la modernidad, hay que centrarlos en el ataque al sistema foral vasco iniciado, desde dos perspectivas complementarias, en la última etapa de la monarquía borbónica española de finales del siglo XVIII. Una fue práctica, con las políticas de Godoy en contra del propio sistema y otra, teórica, en la que, con Llorente sobre todo, se desmontaba la teoría pactista que sustentaba ideológicamente el sistema foral y lo convertía en privilegio otorgado graciosamente por los reyes; reversible, por lo mismo, en cuanto el Estado tuviera a bien desmontarlo. En cierto sentido Llorente tenía razón. El sistema foral, tal como se desarrolló tras las conquistas castellanas para la parte occidental de Navarra, más tarde provincias Vascongadas, a partir de la conquista de 1200 y sobre todo de su institucionalización en las mismas en el siglo XV, y a partir de la guerra de ocupación de su territorio oriental (1512-29), consistían en una especie de armisticio capaz de garantizar una gobernabilidad estable. Nunca se basó en pactos sino que fue fruto de derrotas militares, ocupaciones armadas y sustituciones institucionales.
Reducir la memoria histórica de nuestro pueblo a la guerra de 1936 constituye un atentado a nuestra realidad histórica y colabora en su proceso de integración en el sistema político español. Por supuesto la memoria de esta etapa es fundamental y es necesario recuperarla plenamente; pero no es suficiente. Su referencia no explica fehacientemente el conflicto. El trabajo “Los orígenes del conflicto”, recientemente escrito por Mikel Sorauren y publicado por Nabarralde, constituye un hito importante en el acercamiento a una realidad histórica que ha dado soporte a una memoria de mucho más largo recorrido y con más capacidad de construcción identitaria que la de 1936.
* “Los orígenes del conflicto”. Sorauren, Mikel. Pamplona – Iruñea, 2010. Nabarralde.