En un informe encargado por el Gobierno laborista sobre cómo el Reino Unido debe abordar el tema de su seguridad energética, Malcolm Wicks, ex ministro de Energía y en la actualidad representante especial del primer ministro Gordon Brown en cuestiones energéticas internacionales, afirma que la geopolítica de la energía debe ser una prioridad nacional, especialmente en estos momentos en que el Reino Unido se apresta a iniciar el camino para convertirse en una economía “baja en carbono”, al mismo tiempo que el país ha pasado de una posición de relativa independencia energética a otra de considerable dependencia de las importaciones.
El informe, presentado a la opinión pública el pasado mes de agosto bajo el título “Seguridad energética: un desafío nacional en un mundo en cambio”, refleja el impacto suscitado por el hecho de que el Reino Unido ha dejado de ser autosuficiente en su consumo de gas natural, importando hoy en día más del 25% de sus necesidades, mientras las previsiones apuntan a que esta cifra podría aumentar hasta el 40%-70% en el 2020.
Pese a ello, Wicks afirma que el Reino Unido no está viviendo una situación de crisis energética, subrayando los progresos obtenidos para cubrir los objetivos fijados en el campo de la eficiencia y las renovables, así como la decisión del Gobierno de emprender la construcción de una nueva generación de plantas nucleares. Sin embargo, advierte que no hay lugar para la complacencia, ya que cuando el mundo salga de la actual coyuntura la demanda global de energía volverá a seguir una trayectoria similar a la vivida antes de la recesión, de forma que en el 2030 el consumo mundial habrá aumentando considerablemente.
Todo apunta a que para dicha fecha, pese al auge experimentado por la eficiencia, las energías renovables y, en algunos casos, la nuclear, los combustibles fósiles seguirán representando la parte del león de la demanda energética. Un hecho que en el caso de la Unión Europea comportará una mayor dependencia de las importaciones de carbón, gas y petróleo, cuyo suministro deberá ser garantizado por países ajenos a la OCDE. Una situación que, muy especialmente en el caso del petróleo y el gas, comportará un incremento de los riesgos en la seguridad del suministro. Riesgos que el informe de Wicks agrupa en tres grandes categorías: geológicos, geopolíticos y económicos.
Centrándonos exclusivamente en los riesgos geopolíticos, el informe distingue en primer lugar aquellos relacionados con factores que pueden limitar o retrasar las inversiones necesarias en los países productores. Esta categoría comprende, a su vez, tres subtipos: a) los asociados a las políticas de control del ritmo de extracción de recursos ejercidas por los gobiernos, b) los derivados del petronacionalismo,que impide o limita el acceso de las compañías internacionales a los recursos, y c) los ligados a la inestabilidad política, amenazas terroristas o conflictos militares.
Otro tipo de riesgo geopolítico sería el asociado a las posibles interrupciones del suministro originadas por disputas entre países productores y de tránsito, así como por ataques terroristas que dañen las infraestructuras de transporte o por conflictos que bloqueen temporalmente las rutas comerciales a los mercados. Por último, se reconoce el riesgo aparejado a la consolidación futura de mercados monopolistas, no competitivos, resultado de un fortalecimiento de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y/ o la evolución del actual Foro de Países Exportadores de Gas a un verdadero cartel.
Una de las conclusiones del informe de Wicks es que el Gobierno debe intervenir en el mercado para proteger los intereses energéticos del país. Según él, “tenemos que confiar en las empresas…, pero el Estado debe ser más activo para mejorar las relaciones con los principales proveedores de energía del Reino Unido”.
Una recomendación que contrasta con la polémica suscitada por las recientes visitas a nuestro país de los presidentes de dos países productores.
MARIANO MARZO, catedrático de Recursos Energéticos de la UB.