Hace días que Alfons López Tena está explicando con mucha claridad la encrucijada en la que se encuentra el catalanismo. Por la derecha, tenemos la gestión del día a día de un autonomismo que ya ha demostrado que no es un camino ilimitado, sino un cul-de-sac al final del cual se encuentran los muros infranqueables de la Constitución española y sus guardianes del TC. Hacia la izquierda, hay el camino inexplorado y prometedor, pero también arriesgado, del sobiranismo.
Es un dilema apasionante. Ayer, en el libro «Humor sufí», de Idriss Shah, encontré un cuento que liga bastante bien con los planteamientos de López Tena. Lo explicaré a continuación.
Había una vez un derviche muy sabio que, para convencer el pueblo de sus ideas, decidió aprender a andar encima del agua. «Si ando encima del agua», pensaba, «me los meteré en el bolsillo». Después de muchos ensayos, esfuerzos, ruegos y meditaciones, el derviche aprendió a andar por encima del agua. Un día, convocó todos los habitantes del pueblo, encabezados por el alcalde, al borde el lago. El derviche paseó como si nada encima las aguas.
«- ¿Qué os ha parecido esto? -preguntó, al llegar a la orilla-. ¿A que estáis impresionados?
«Pero el alcalde respondió:
«- Más que impresionado, estoy intrigado. ¿Por qué no has aprendido a nadar, como hace todo el mundo?»
La réplica final del alcalde es de una finura extrema, comparable a la que suele usar López Tena. Trasladando el cuento a la situación política actual tendríamos que Artur Mas y Puigcercós están muy orgullosos de todos los malabarismos que han aprendido a hacer para andar sobre el agua (autonomía), pero no se los ha ocurrido que la manera más lógica y natural para desplazarse por el agua es nadar (la independencia).
Jordi Pujol fue el gran maestro derviche que inventó este sistema autonómico de andar encima del agua. Un sistema que, en el fondo, es una extravagància desde el punto de vista nacional. El Mesias Carod-Rovira ha acabado haciendo el mismo que antes Pujol. Y los dirigentes del PSC-PSOE contemplan el espectáculo, medio incrèdulos pero satisfechos.
Ha tenido que aparecer un personaje como López Tena para plantear la cuestión de manera cruda y realista. Andar sobre el agua es una majadería: se avanza despacio, con inseguridad. Lo que es normal, es nadar: se avanza deprisa, con potencia y con total seguridad. ¿O no?