El origen de la bipedestación (II)

Para caminar sobre las dos piernas se necesita una pelvis como la nuestra, con el hueso íleon (ala ilíaca) ancho y bajo, que ocupa la región trasera y lateral de nuestra cadera. En los mamíferos cuadrúpedos, el hueso íleon es largo y estrecho y ocupa únicamente la región trasera de la pelvis. En los seres humanos y en todos nuestros ancestros bípedos los tres músculos glúteos, menor, mediano y mayor, se insertan en un área muy extensa, lateral y trasera, lo que nos permite no sólo la capacidad de impulsarnos hacia delante, sino la de evitar caernos al levantar las piernas de manera alternativa al caminar o correr. Los músculos glúteos menor y mediano ocupan una posición lateral en la cadera y, junto al músculo tensor de la fascia lata, se ponen en tensión cuando extendemos hacia delante una de las piernas para caminar o correr y evitan que nos caigamos.

El estudio del anatomista Owen Lovejoy nos ha permitido saber que los ardipitecos tenían una pelvis cuya anatomía resulta intermedia entre la nuestra y las de otros primates cuadrúpedos. El hueso íleon era ancho y bajo, así que la anatomía ósea esencial para ser bípedos y caminar erguidos estaba ya presente en los ardipitecos. Sin embargo, los huesos isquion y pubis no habían perdido totalmente su morfología de primate originalmente cuadrúpedo y trepador. En esa región se insertarían los potentes músculos que les permitiría trepar con agilidad. Un verdadero mosaico de caracteres que hacen de la pelvis de los ardipitecos una verdadera joya de la paleontología, para comprender cómo se pudieron lograr los cambios anatómicos que permiten la bipedestación.

Por otro lado, el estudio del pie de los ardipitecos también ha resultado sorprendente. Su anatomía es única entre los primates vivos y extinguidos y diferente a la de los chimpancés. Tenían dedos largos, pero los cuatros primeros eran fuertes y resistentes para facilitar la postura bípeda y la acción de palanca de todo el pie al caminar o correr. Además, el quinto dedo podía oponerse a los demás dedos para agarrar con fuerza, lo que permite suponer que los ardipitecos trepaban con gran agilidad. Parece que los ardipitecos combinaban los dos tipos de locomoción, bípeda y trepadora, de acuerdo con el hábitat de bosque que frecuentaban. Nuestro antecesor común con los chimpancés pudo tener un pie muy parecido al de los ardipitecos, suficientemente flexible para trepar y suficientemente rígido y resistente para correr. Ciertamente, todo un alarde de la evolución. La buena noticia es que nos acercamos cada vez más al momento de la bifurcación del linaje humano y el de los chimpancés.

 

José María Bermúdez De Castro

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos

 

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