El ‘misterio silencioso’ de los votantes de Ciudadanos o por qué hemos fracasado tanto con 735.000 votos

Una de las muchas cosas que han pasado este 27-S ha sido el extraordinario incremento de voto de Ciudadanos, que los 275.000 votos que obtuvo en 2012 ha pasado a la tremenda cifra de 735.000 votantes. Es un dato sobre el que tendremos que reflexionar, y mucho, para saber qué hay detrás de un fenómeno de esta naturaleza y del impacto y las consecuencias que puede tener, no sólo en nuestro panorama político, sino también en nuestra sociedad.

Estos días he pensado en ello bastante, para tratar de entender un hecho que de entrada me resulta altamente incomprensible, se escapa de mis coordenadas racionales de análisis. Y es que tal vez el fenómeno Ciudadanos tiene muy poco de racional y mucho de otras cosas. Pero esto podría ser un apriorismo mío desacertado y que me impidiera observar el fenómeno de una manera más global, más integral.

¿Qué sabemos de Ciudadanos y de sus votantes?

Ciudadanos surge como una apuesta de laboratorio para movilizar y radicalizar el voto unionista. Hasta que no aparece, el voto unionista no había tenido una actitud centrada exclusivamente en el españolismo, en el españolismo radical y desacomplejado como única propuesta. La gran fuerza política españolista era el PP, pero tenía también un fuerte componente ideológico, a partir de propuestas políticas que vertebraban el espacio conservador. El PP era y es un partido españolista, pero era y es también un partido conservador, de orden y de gobierno. Además, el PP había estado en algunos consensos iniciales criminalizados después por Ciudadanos, como la inmersión lingüística, que finalmente también ha terminado combatiendo. El PP, además, como partido de gobierno, había participado en pactos con CiU (en Madrid y Cataluña) y con el PSC (en las grandes ‘cuestiones de Estado’ que ellos llaman).

El objetivo de Ciudadanos, desde su nacimiento, es articular, captar, movilizar un segmento de votante muy determinado, muy concreto: el de los ciudadanos de Cataluña nacidos fuera de Cataluña y el de sus descendientes.

Digo que es una propuesta de laboratorio porque es la primera que se atreve a explotar sin contemplaciones una realidad de la sociedad catalana: el origen de sus ciudadanos. Todos sabemos que las grandes olas migratorias hacia Cataluña del siglo XX provinieron de España: de Andalucía, de Extremadura, de Galicia, de las Castillas, de Murcia… Según algunos datos que circulan, el 70% de la población de Cataluña o ha nacido fuera, o allí ha nacido alguno de sus padres o alguno de sus cuatro abuelos.

La sociedad catalana ha tenido históricamente -o eso pensábamos- una gran capacidad de integración. El hecho de que la catalanidad, el hecho de considerarse catalán, se vinculara históricamente a la voluntad de serlo es el ejemplo más claro, como lo es aquella frase tan célebre que dice que ‘es catalán quien vive y trabaja en Cataluña’.

Y, aunque el lerrouxismo ha sido siempre la herramienta que ha utilizado el Estado para intentar dinamitar este proceso de integración y las consecuencias que de él se derivan (la asunción de una realidad social y política con unas demandas y planteamientos propios), lo cierto es que siempre ha sido más fuerte el trabajo de la mayoría de fuerzas políticas, sindicatos y sociedad civil para hacer realidad aquello de ‘un solo pueblo’. En este sentido, no me cansaré nunca de reivindicar el enorme trabajo del PSUC, que hizo ir de la mano la cuestión social y la nacional y que dio un marco de integración a muchísima gente, como mi padre, murciano y del PSUC.

La transición y la recuperación del autogobierno en Cataluña fueron acompañadas de unos consensos muy grandes y muy importantes, en los que inicialmente también estaba el mundo actualmente del PP, entonces UCD y Alianza Popular. El impulso de la normalización lingüística y de la inmersión lingüística en la escuela son dos hitos de ese momento.

A pesar del consenso político, el hecho es que rápidamente los sectores más ferozmente españolistas y anticatalanes se movilizaron y superaron a los partidos que podían recoger su voto.

Su gran objetivo siempre ha sido -y sigue siendo- la inmersión lingüística. En aquellos primeros años del autogobierno recuperado se produjo la virulenta reacción que se concretó en el ‘Manifiesto de los 2.300’, contra la inmersión lingüística y en general la normalización lingüística. Todos los partidos y todos los sindicatos de la enseñanza reaccionaron a ello con una gran unidad. Recuerdo que mi padre, que fue fundador de la USTEC, el sindicato de maestros mayoritario, de un fuerte componente izquierdista y catalanista, fue, con muchos otros compañeros de sindicatos como Comisiones, en el Palau Blau-grana, donde hacían un aquelarre anticatalanista los de este ‘manifiesto’, para plantarles cara. Lo recuerdo como si fuera hoy. Y hablamos de principios de los ochenta…

Socialmente se detuvo y no tuvo ninguna repercusión. Y, sin apoyo social, trasladaron la batalla -y todavía está ahí- al ámbito judicial.

Durante los años noventa se reanudó ‘la guerra de la lengua’, por utilizar la expresión tan precisa de Eduard Voltas que dio nombre a un libro magnífico e indispensable para saber todo lo que pasó entonces y sus actores. Una vez más la escuela y la inmersión lingüística en el centro de esta guerra.

La victoria sin mayoría absoluta del PP de Aznar en el ámbito español y los pactos del Majestic con CiU para garantizar la gobernabilidad en España desactivaron esta guerra. Fue una de las condiciones de CiU. De rebote, esto implicó que el PP tuviera que apartar a uno de los máximos líderes de aquella guerra de la lengua, Alejo Vidal Quadras. Y este relevo terminó de enloquecer a este personaje tan siniestro.

En un contexto en el que CiU había pactado con el PP en Madrid y el PP había terminado posibilitando los últimos gobiernos Pujol, cuando perdió la mayoría absoluta, surge Ciudadanos.

Ciudadanos se presentó ante la sociedad con un único objetivo y propuesta política: convertir en un hecho político el origen de las personas, movilizar las personas y su voto simplemente por el origen. Ciudadanos se convierte así en una atroz propuesta política de carácter únicamente identitario, que podríamos considerar también etnicista: el origen debe determinar el sentido del voto. Y debe hacerlo no con voluntad inclusiva socialmente alguna, sino divisiva.

Si el origen de la mayoría de catalanes está en España, hay que movilizar este origen, transformarlo en voto, y así imponer un proyecto político inequívocamente colonialista, que combata, hasta liquidarlo, cualquier rastro o manifestación de la catalanidad. Hasta ese momento, las expresiones de la catalanidad, el hecho de la catalanidad se había combatido siempre militarmente.

En un contexto de elecciones democráticas, si los ciudadanos votan según su origen, es posible articular mayorías desde las que se pueda imponer un proyecto radicalmente españolista que liquide cualquier manifestación o expresión de la catalanidad, de la lengua, de la cultura, del sentimiento, y así poner fin no sólo al hecho diferencial, sino también a la atávica ‘cuestión catalana’, expresión política con la que se define la respuesta a un agravio y saqueo en la sociedad catalana ininterrumpido y salvaje.

En esta estrategia, desde siempre, el gran objetivo ha sido liquidar la inmersión lingüística. Una escuela que forme y trate igualmente a todos los niños, que garantice las competencias lingüísticas en catalán y en castellano y que lo haga sin distinción de origen era y es la gran amenaza para el proyecto identitario y etnicista del unionismo que se condensa en Ciudadanos. La división según el origen se establecerá desde la primera clase, porque es eso lo que acabará conformando dos sociedades, la de los ‘catalanes’, ‘guetizados’, y la del resto, que, llevados por su origen, crecerán como sociedad paralela. Y como estadísticamente se sabe que somos mayoría los nacidos fuera o con origen foráneo de nuestros progenitores, así se hará realidad su proyecto político.

Después de una presencia política poco más que testimonial, en 2012, en un momento en que el proceso ya avanzaba con intensidad, saltaron del grupo mixto a esos 275.000 votos que recibieron.

Y ahora, en este 2015, el 27-S, en unas elecciones de carácter plebiscitario, es cuando su proyecto identitario y etnicista de vehicular un voto a partir del origen ha alcanzado su gran éxito, con 735.000 votos.

Aunque el crecimiento de Ciudadanos ha ido radicalizando el PP en Cataluña, el PP no ha dejado de hacer propuestas políticas alineadas con su ideología conservadora. Igualmente, el PSC-PSOE, que es el otro voto refugio del unionismo, no sólo presenta propuestas ideológicas alineadas con la socialdemocracia europea, sino que también, a diferencia de PP y, no hace falta decirlo, de Ciudadanos, mantiene un compromiso con los elementos centrales que configuran los consensos para ser o seguir siendo ‘un solo pueblo’.

Una primera respuesta, por tanto, al crecimiento de Ciudadanos la encontramos directamente vinculada al crecimiento del proyecto independentista. Este 27-S, con carácter plebiscitario, es la máxima tensión independentista que ha tenido nunca Cataluña. En vista de esta tensión evidente, la reacción de una parte de la sociedad no ha sido apoyar a otras propuestas políticas con propuestas diferentes para las problemáticas sociales diversas que tenemos en Cataluña, sino convertir su origen en el motor del voto, que es la propuesta que les hacía hace tantos años Ciudadanos.

‘¿Tu o tus padres no habéis nacido fuera de Catalunya? Pues a ti lo que te toca es votar contra los catalanistas, votar contra la independencia, porque esto es una cosa de los de aquí, y tu no lo eres, tu eres ESPAÑOL’.

Hace unos años el inefable Jordi Cañas bramaba en un mitin en Cornellà: ‘¡Cómo le voy a decir a mi padre [o a su abuelo, no lo recuerdo] que no está enterrado en España! ¡Cómo le voy a decir que ahora está enterrado en un país extranjero! ¡Nunca! ¡Esto es España!’.

Fíjense el abismo que va de aquel PSUC que trabajaba incansablemente por mejorar las condiciones de vida de todos los trabajadores, en las fábricas, en los barrios, en las escuelas, y que lo hacía siempre sin distinguir origen, haciendo realidad aquello de ‘un solo pueblo’, a este discurso de Ciudadanos, en el que no importa nada de lo que pasa en la sociedad; simplemente importa que somos españoles y, por encima de todas las cosas, tenemos que seguir siendo españoles, y no por voluntad, sino porque estamos encadenados a un origen.

¿Cómo puedo ser tan miserable como para pensar en un futuro mejor para mis hijos si mi padre murciano está enterrado en Corbera de Ebro y ahora, cuando lo vaya a visitar al cementerio, a llevarle flores, le tendré que decir ‘Padre, lo siento, no he podido impedir que no estés enterrado en España, ahora a esto lo llaman Cataluña’?

Bueno, mi padre, pobre, si me escuchara decir algo así, le escucharía revolverse en su nicho, sentiría su bofetada y el escucharía gritarme: ‘¿Esto es lo que yo te he enseñado? ¿Éste es el ejemplo que te dí? ¿Esto es lo que entiendes por luchar por una vida mejor para todos? ¿Esto es lo que es para ti proteger a los más débiles?’.

No, Cañas no hablaba de un futuro mejor para sus hijos ni para ninguno de los que lo escuchaba. Cañas decía que todo lo que hacía políticamente era por el origen de su padre, o de su abuelo. Es eso lo que transmitía a la gente. Olvídense de su vida, olvídense de todas las paridas de un futuro mejor para todos ustedes y para sus hijos. Su misión en esta vida y en este lugar en el que están es garantizar su españolidad. Y eso está por encima de cualquier otra consideración.

Y por eso, este 27-S, ha habido 735.000 personas que lo han comprado, que lo han avalado. Ciudadanos no tiene más propuesta, ni económica, ni social, ni en nada de nada, que este ‘yo soy español’.

‘Oiga, ¿ha oído hablar de los dieciséis mil millones de euros fruto del trabajo de todos los catalanes que confisca el Estado español y que no retornan a Cataluña ni a los catalanes?’ Para un votante de Ciudadanos sirve cualquiera de estas respuestas:

– ‘No lo he oído’,

– ‘Lo he oído y no me lo creo’

– ‘Lo he oido, lo sé y tanto me da porque yo soy español’.

‘Oiga, usted coge cada día los trenes de cercanías, ¿verdad? Sí. ¿Sabe cuál es la inversión que hace el Estado en Cataluña y la que hace en Madrid? ¿Sabe que por eso cada día tiene incidencias, llega tarde o no puede ni entrar en los trenes?’

– ‘No lo sé’,

– ‘Lo he oído y no me lo creo’

– ‘Lo sé y tanto me da porque yo soy español’.

Y así hasta el infinito. Porque infinitas son prácticamente las motivaciones racionales que tenemos para querer la independencia, que Ciudadanos ha conseguido que no tengan ningún valor porque, para sus votantes, la cosa importante es ‘yo soy español’.

Dos anécdotas de esta campaña en el barrio de San Ildefonso, donde me crié, donde fueron a vivir mis padres procedentes de Lora del Río, cuando yo tenía cuatro años. Repartíamos folletos de información «7 Razones para la independencia».

Un chico, muy educadamente, sacudió en aspa las dos manos para que no se lo diera diciéndome: ‘Lo siento, yo soy español’. Ok. Fin de la cita.

A una señora mayor se lo doy, lo coge, sigue caminando y al cabo de pocos pasos se vuelve, viene hacia mí y me dice: ‘¿Y por qué ahora no nos queréis? ¿Llevo más de cincuenta años aquí y ahora me decís que no me queréis?’ ‘Señora…’, intenté replicar, pero no fue posible. Se fue, ella y los más de cincuenta años que decía que había vivido aquí, pensando que le proponíamos algo que ofendía su origen, aquel lugar de donde salió hace más de cincuenta años para tener un futuro mejor y llegó a Cornellà. Para ella pesaba más aquel lugar de donde hacía más de cincuenta años que se había ido que cualquier otra consideración sobre el lugar y la gente donde desde hacía más de cincuenta años que vivía.

Me quedé triste. No pude explicarle nada. La mujer se fue. ‘Ahora no nos queréis’, con un plural que incluía, para ella, a toda la gente que no había nacido en Cataluña, por el simple hecho de pedir la independencia. No necesitaba atender a ningún argumento, ningún motivo, ninguna explicación.

Es evidente que para que el mensaje de enervación identitaria y etnicista de Ciudadanos haya triunfado ha sido necesaria una presencia en medios de comunicación que no hemos podido contrarrestar de ninguna manera. Con mucha habilidad el establishment ha promovido e impulsado las voces de Ciudadanos, y lo ha hecho a través de los medios que llegan más directamente a su público de referencia, y que nosotros no hemos tenido ninguna posibilidad de contrarrestar.

La gente que ha votado Ciudadanos no ha ido a sus mítines, que han llenado con autocares venidos de toda España. Ni se manifiestan. Ni participan en la vida social o asociativa de sus barrios, fábricas, escuelas o universidades. No les hace falta. Nada de todo esto les preocupa.

Ciudadanos consigue algo contra lo que siempre todos habíamos trabajado: fracturar la sociedad según el origen de la población. No importa nada de lo que te pase a ti ni de lo que pase a tu alrededor. Lo único que importa es que o tú o tus padres no ha nacido en Cataluña. De manera que haz honor a tu origen y vótanos, vota Ciudadanos. Y no preguntes. Y no pienses en nada más que en ‘yo soy español’. ‘‘Porque de aquí, al cielo, con la tranquilidad de saber que cuando te mueras estarás enterrado en España’.

Y así hasta 735.000 personas. 735.000 motivos de intranquilidad y de fracaso a la hora de explicar que todo aquello por lo que trabajamos es con la conciencia de ser un solo pueblo ‘y que la independencia beneficia a todos, absolutamente a todos, independientemente de nuestro origen o del de nuestros padres.

http://diesdefuria.blogspot.com.es/2015/10/el-misteri-silencios-dels-votants-de.html?m=1

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