El fin de la revista “Les Temps Modernes”

Duró 700 números y buscó ser el centro de los grandes debates sociales del siglo. Su última tapa, un inédito de Sartre.

Fundada por Sartre y Beauvoir en 1945, fue un foro de debate internacional

El siglo XX fue el siglo de papel: diarios, revistas y libros alimentaron el pensamiento y los debates mundiales. La revista Sur en Argentina (1931-1992), Vuelta en México (1976-1998) o Les Temps Modernes en Francia fueron faros referentes del barco infinito de las ideas. El inicio del siglo XXI, la desaparición del lector crítico y la pérdida de lectores, el encantamiento de las nuevas tecnologías y los problemas financieros hicieron que esas revistas a través de cuyas páginas se concibió el pensamiento crítico fueran desapareciendo poco a poco. Ahora le llegó la hora a casi la única superviviente de esa saga: Les Temps Modernes. La revista francesa fue fundada en el peor momento de la historia europea por la escritora Simone de Beauvoir y el filósofo Jean Paul Sartre. El primer número apareció en 1945, el último en 2019. En estos 74 años de vida, por sus páginas pasó prácticamente todo lo que la humanidad produjo en ideas: Beckett, Genet,  Sarraute, Duras, Queneau, Faulkner, Arendt, Bourdieu, Lacan, Lévi-Strauss, Baudrillard, Merleau-Ponty, Foucault, Aron o Jürgen Habermas. La muerte de su último director en 2018, el director y cineasta Claude Lanzmann (autor del monumental Shoah), terminó de sellar el destino de una revista que será, en adelante, parte del patrimonio intelectual de la humanidad.

En diciembre del año pasado, la editorial Gallimard comunicó a los abonados de la revista que el número 700 sería el último. Había unos textos inéditos de Jean-Paul Sartre sobre un viaje a Roma, un ensayo sobre la nueva izquierda y su evolución hacia los temas de la identidad, un ensayo de Renée Fregosi sobre el peronismo (“La Argentina de Perón, tierra de asilo de los antiguos nazis”) y, entre otros temas, el texto “Del Islam político a la teología musulmana de la liberación”. Ya en 1981 Le Temps Modernes le había consagrado un número completo a la Argentina, donde se plasmaba la inquietud de ese momento: “La Argentina, entre populismo y militarismo”. Las temáticas reflejan muy bien la intención inicial de la revista. Se trató siempre de escribir la historia del presente como una apuesta diferente a la de los historiadores, los cuales etiquetan los hechos posteriormente. Cuando Les Temps Modernes nació, esa historia estaba fracturada. Francia salía del cataclismo de la  Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y de la ocupación nazi del país. La revista surgió con el reclamo de una obligación por parte de los intelectuales ante los acontecimientos presentes. Simone de Beauvoir escribió más tarde que para ellos la meta consistía en reflejar “nuestras impaciencias, nuestras sorpresas, nuestras adhesiones”. Pero hubo mucho más que ello. Les Temps Modernes fue una de las primeras publicaciones que soñó con hacer del periodismo un ejercicio documentado con extremo rigor. Le Temps Modernes no era sólo un espacio de reflexión sino también de reportaje a través del cual inauguró el reportaje como uno de los métodos para capturar historia y presente. “Nos parece, en efecto, que por su capacidad para arrebatar intuitivamente e instantáneamente los significados del presente, el reportaje forma parte de los géneros literarios”, explicada en una edición el comité editorial.

Les Temps Modernes es un patrimonio cultural francés y, también, una historia urbana y generacional: la revista es el emblema de la Rive Gauche de París, de los numerosos cafés del barrio Latino donde, en un momento, se plasmó una de las concentraciones de intelectuales más inéditas de la historia. La revista le abrió el mundo a una Francia que había vivido encerrada en la guerra y la ocupación y, al mundo, un corredor de ideas militantes que no ha tenido luego un copia semejante en la historia moderna. En sus páginas empezó a publicarse la obra maestra de Simone de Beauvoir y la bandera del feminismo, El Segundo Sexo. Lucidez, compromiso, voluntad de saltarse todas las tentaciones que pudiesen encerrar el pensamiento y reflexión critica han sido su identidad. Claude Lanzmann la definía como un “espacio de debate, de combate, para todos aquellos que no se acomodan en el consenso de moda y piensan que la tarea de desciframiento del mundo, a la cual nunca renunciamos, implica al mismo tiempo compromiso y resistencia”. El tiempo de los hechos mundiales suele ser a veces eterno, incluso si cambia de fisonomía. Lo que Sartre escribió en el primer número vale tanto para hoy como para ayer: “el fin de la guerra es simplemente el fin de esta guerra… Y debemos aún conquistar esta paz, que es la más peligrosa porque ya no creemos más en la Paz”. Algo en nada común ocurrió en torno a Les Temps Modernes y Sartre. Anna Boschetti, autora del ensayo “Sartre et Les Temps Modernes, une entreprise intelectuelle (Sartre y Los Tiempos Modernos, una empresa intelectual, Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, Argentina), escribe: “un logro excepcional en la historia de la cultura francesa. Tal es, incuestionablemente, la empresa de Sartre. Durante 15 años, a partir de la Liberación, ejerció en todo el mundo intelectual un dominio sin fisuras, que nadie ha igualado desde entonces”.

Finesa, juventud, modernidad, inteligencia, posiciones mordaces, Les Temps Modernes son un alto imperdible de la historia de las ideas. Cualquier lector que pueda leer hoy un artículo, al terminar, tendrá la sensación de que sale de una fuente de juventud. No hubo funerales para el fin de la revista. Al contrario. Les Temps Modernes vivieron su época y otras más. Como le ocurrió a Jean-Paul Sartre y a los intelectuales de izquierda posteriores, la lapidación los arrinconó en un lugar oscuro de la historia. No fue la derecha ni la ultraderecha quienes los fusilaron, sino sus mismos hijos y descendientes. Todos aquellos intelectuales que se construyeron con ellos y que luego, en los años 80, iban a protagonizar la gran traición progresista. Cada uno con su piedra en la mano renegó y deconstruyó las figuras tutelares. Y sin embargo, un par de líneas leídas bastan para sentir profundamente que aquellos Tiempos Modernos son siempre los nuestros, que nadie como ellos supo ponerse por encima de las modas, los engaños y las patibularias retóricas de los medios y la prensa para repensar el mundo con una mezcla de rebeldía y rigor que nos conviene revisitar como una forma muy moderna de resurrección.

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