El Born y la nación

Hace unas semanas hemos podido empezar a conocer la voluntad del nuevo gobierno municipal con el centro cultural del Born. En la nota de prensa que se distribuyó, el ​​comisionado de Programas de Memoria, Sr. Ricard Vinyes, indicaba que quería ampliar sus objetivos “con una línea nueva y rica de investigación y programación de los procesos sociales en los que se crea la memoria histórica”, desde la perspectiva de la “destrucción por causa política”; la nueva exposición temporal ‘La plaza, el Born y la ciudad’, un congreso sobre políticas de memoria, etc. Lo seguiremos. Vaya por delante mi deseo de todo el acierto y éxito posibles. Si alguna vez el Sr. Viñas cree que puede ser de interés tener un contraste de opiniones, estoy a su disposición. En cualquier caso, sí quisiera no tanto hablar del futuro, sino del pasado.

En 2005, después de todas las polémicas del mundo, el gobierno de la ciudad -entonces gobernado por el PSC, ERC e ICV decidió llevar adelante las obras de musealización del Born (paradójico que el PSC, que ha presupuestado e invertido casi el 95 % del coste total de este equipamiento, ahora, el PSC de 2016, quiera cerrarlo). “¿Piedras o libros?” Así se planteaba una falsa polémica que ocultaba la de verdad: “¿Memoria o no memoria?” Recordemos el artículo antológico de Ignacio Vidal-Folch, “Chuky y la rata”, en El País: “Las ruinas del Born: una acequia, dos pesebres, tres letrinas y el esqueleto de una rata, acaso muerta por Felipe V”. Arrasar el Born (como habían arrasado las ruinas de lo que hoy es la plaza de delante, o los restos de baluartes y de la ciudadela excavadas en el parque antes de 1992) significaba mantener sepultada una memoria. Curiosamente, una memoria clave en la historia de Cataluña, la que hace pasar un país independiente a convertirse en unas provincias españolas por derecho de conquista. Cosas, éstas, molestas de recordar para según quién.

En el equipo de profesionales que “salvó” el Born, encabezado por Albert Garcia-Espuche, le deberemos un agradecimiento eterno. Y a Enrique Soria, el arquitecto rehabilitador, o Dani Freixes y Josep Bohigas, responsables del proyecto museográfico. Y, sobre todo, el equipo profesional de técnicos del Ayuntamiento de Barcelona, ​​del ICUB y BIMSA; gerentes, arqueólogos, historiadores, comunicadores, el auténtico motor que impulsó un proyecto colosal. Pero, ciertamente, el Born que se inauguró el 11 de septiembre de 2013 no era el Born aprobado en 2005. Se cambió la exposición de inauguración (“Donec Perficiam”, en lugar de la que ahora, precisamente, volverá sobre “los mercados y la ciudad”), se dio más importancia a la librería y el espacio de restauración y, sobre todo, se encaró el equipamiento hacia el reto más importante que teníamos: el Tricentenario. Muchas gracias, Jaume Ciurana y Josep Lluís Alay, por hacerlo posible.

Memoria, sí, pero de 1714 y del fin del Estado catalán. Memoria nacional -que, evidentemente, incluye todo lo demás. Y por eso, cada vez que lo calificaba de “santuario del independentismo catalán”, yo veía, por fin, la posibilidad de explicar, con calidad y profesionalidad, un (“el”) hecho trascendental de la historia del país. ¿Dónde, si no, había que contar? Allí donde nos decían “Valle de los Caídos catalán”, yo veía futuro y renacimiento, voluntad de crear y pensar y construir e imaginar. Recuperar una memoria para proyectarla hacia el futuro. Un espacio de debate, y de debate contemporáneo. ¿Y dónde mejor que en el Born para encararse con el futuro político de Cataluña? ¿O es que la libertad de los catalanes no es el tema más contemporáneo que tenemos sobre la mesa? Allí donde nos censuran el “adocrinamiento” yo pensaba que hasta que la última escuela de Cataluña no visitara el Born no habríamos terminado el trabajo. La clave de todo el equipamiento debían ser los servicios educativos. Era la oportunidad única de explicar un hecho poco, mal o parcialmente explicado aún hoy en nuestras escuelas e institutos. Allí donde se burlaban del “sarcófago de las esencias”, yo veía la invitación abierta a todos, invitados a un punto de encuentro de la historia y de la cultura de toda la nación. Un mercado de cultura viva, un espacio de acogida para todas las propuestas creativas de las comarcas de los Paises Catalanes. Y así fue como mezclábamos el homenaje al general Moragues con la pasarela 080, las visitas de miles de alumnos, la música de la Esmuc o los debates sobre los informes del CATN, con charlas sobre el País Valenciano, el Valle de Aran o Sant Boi de Llogregat y el ‘K.L. Reich’ de Amat-Piniella teatralizado.

Quizás ningún evento representa mejor lo que nos proponíamos hacer como el concierto de la Orquesta Montsalvat sobre el heroísmo, con el Egmont y la Heroica de Beethoven. La tradición, la innovación, la identidad, el compromiso, la fidelidad. La libertad, el heroísmo, la cultura, la tierra, el pueblo. La modernidad, el catalanismo, el cosmopolitismo. El Born y la nación, Europa y las últimas palabras que Goethe hace decir a Egmont: “¡Defendamos lo nuestro!”

EL PUNT-AVUI