«De Sociedad Anónima a #societatanonima»

Intentar ser objetivo no significa, necesariamente, ser imparcial. Esto lo dijo Wright Mills, uno de los sociólogos estadounidenses más conocidos y citados, especialmente por su tesis sobre la «imaginación sociológica”, que hay que desplegar para comprender las estructuras sociales tomando distancia con balón de lo que ocurre de manera más inmediata. Digo esto porque Vicent Flor, en ‘Sociedad anónima’. ‘Los valencianos, el dinero y la política’ (Afers), ejerce de sociólogo que persigue la idea de objetivar la realidad, en este caso la valenciana, pero, al mismo tiempo, no deja lugar a duda sobre su no imparcialidad: él se posiciona y se presenta, desde las primeras páginas, como «un sociólogo comprometido con la emancipación social y nacional de los valencianos». Se autoetiqueta como un «aguafiestas cómplice de la utopía», recordando a Bourdieu, en el sentido de obstaculizar una hegemonía social y política que querrían mantener las posiciones más conservadoras y, al mismo tiempo, busca contribuir a pensar otro modelo sociopolítico, utópicamente viable.

¿Por qué ‘sociedad anónima’? Porque la pretensión es hacer visibles a los invisibles, desanonimizar, si me permiten decirlo así de difícil, a los que permanecen callados. ¿Un gran reto, éste, incluso, autoengañador? En todo caso, lo que sí queda patente en el ensayo de Flor es el intento por dotar de argumentos a preguntas clave, alrededor de las cuales gira el libro: «¿hacia dónde va la sociedad valenciana?» O «¿les va bien a los valencianos dentro de España?» Preguntas motivadas, así lo dice el autor, por la ilusión de radiografiar la sociedad valenciana.

La estructura del libro invita a poder tomarlo por trozos, a leerlo a ratos, en momentos ociosos, en el sentido fusteriano, porque los capítulos se suceden a través de diez ideas fuerza -invisibilidad, anomia, maltrato, desatención, corrupción, destrucción, pobreza, asimilación, alianza y esperanza- precedidas por un epílogo breve dedicado a la noche electoral del pasado 24 de mayo de 2015- «nunca había dado y recibido tantos abrazos». A partir de estos diez capítulos se suceden datos, cifras, argumentos, declaraciones. La Valencia colonizada, la identidad invisibilizada, la injusticia fiscal que sufren los valencianos, la inversión en infraestructuras desde una perspectiva madrileña, la desatención del eje mediterráneo o la corrupción como «marca Valencia»; hechos, derivas y herencias de los gobernantes que hemos tenido, de los otros, aquellos a los que canta ‘Senior i el Cor Brutal’ -«los demás se irán corriendo, y en Valencia, lo celebraremos”- en Valencia eras una puta. Prostitución institucionalizada, también hemos tenido.

Insiste lo largo del libro en la idea del País Valenciano infrafinanciado, ofrendador de nuevas glorias a España, como ya describió ampliamente en su anterior libro. Tópicos, estereotipos y autoestereotipos sobre los valencianos, que Flor muestra ampliamente mediante diversos documentos, desde fuentes estadísticas, ensayos, investigaciones académicas e, incluso, con fragmentos de entrevistas y reportajes a los anteriores políticos que concebían Valencia como el Levante feliz paradisíaco, o semiparadisíaco rodeado de un mar lleno de deudas económicas.

Hace pocos días que el presidente Ximo Puig se fue a Madrid a reunirse con Rajoy para tratar de la transferencia del fondo de liquidez autonómica por parte del Estado que asciende a 1.400 millones de euros. De las deudas que tiene pendientes el gobierno valenciano, más de un 60% son deudas con el Estado. La deuda histórica se sitúa en la brutal cifra de 13.000 millones de euros, lo que se está llamando en la actualidad «el problema valenciano». Como escribe Flor, la exigencia de una mejor financiación es una reivindicación histórica del valencianismo político y «una de las escasas coincidencias políticas». Y así ha resultado ser en las negociaciones del estrenado nuevo gobierno valenciano: el Acuerdo del Botánico, firmado en junio de 2015 por las formaciones PSPV, Compromís y Podemos, incluye a «exigir el reconocimiento de la Deuda Histórico del Estado». Ha llegado la hora de que España ofrende, al menos, dinero a los valencianos. ‘Sociedad Anónima’ destaca por estar pleno de datos, cifras y referencias a trabajos precedentes. El autor muestra y demuestra su conocimiento especializado sobre la estructura social valenciana y se posiciona como un estudioso elegante porque sabe reconocer que muchos otros han escrito antes que él sobre la multitud de temáticas que trata. Su posición es la de un sociólogo que escribe en tono divulgativo para llegar a «un público no especializado y con voluntad combativa». Quizás en esta doble finalidad encontramos una cierta dificultad a la hora de seguir el ritmo de Sociedad Anónima. La abundancia de notas interfiere la lectura continuada. Hay que ajustarse las gafas para seguir, a ratos, las distribuciones porcentuales y las pistas numéricas, y eso que el autor advierte que ha prescindido, al máximo posible, de tablas y gráficos, consciente, cómo no, de esta molestia en un libro que pretende tener un «uso plural».

Sin embargo, Vicent Flor no tiene suficiente con la publicación del libro en papel, por ello invita a discutir, criticar y hacerlo crecer a través de Twitter mediante la etiqueta #societatanonima. Seguramente si hiciéramos un estudio sobre los actores influyentes en las redes sociales sobre la creación de microdiscursos alrededor de la identidad valenciana, sobre los mensajes de desprecio y de reconocimiento y la posición de visibilidad e invisibilidad en relación con España, Vicent Flor sería uno de los influyentes, como se dice en la investigación en ‘social media’. Porque Sociedad Anónima tiene ‘hashtag’ y cuenta propia en Twitter, que a fecha de hoy cuenta con más de 600 seguidores. ¡Seguidlo!

EDITORIAL AFERS

http://editorialafers.blogspot.com.es/2016/03/de-societatanonima-societatanonima-per.html