Cuanto más corto nos aten, más peligro tendrán

Decía Aristóteles que el peor efecto de las leyes malas es que contribuyen a formar hombres, peores que estas leyes, encargados de ejecutarlas. Si no pensaba en Rajoy y en toda la pandilla de gobernantes y magistrados españoles encargados de obedecer y hacer cumplir la constitución, poco le debía faltar. De buena fe, algunos habíamos llegado a pensar que España había dedicado los últimos cuarenta años a construir una democracia y nos hemos dado cuenta que los ha dedicados a construir un Estado. Ya hace algunos años que nos hemos dado cuenta de ello. Pero la constatación más grande de todas ha llegado cuando se ha producido este hecho tan escalofriante: han encausado y juzgarán a un presidente por haber puesto urnas con el propósito de que los ciudadanos expresaran una opinión.

Abocados como estamos en el mano a mano diario, puede que no nos hayamos dado cuenta de cuán grave es este encausamiento del presidente Mas, Irene Rigau y Joana Ortega. Y quizá por este frenesí que acompaña el proceso no hemos hecho el ejercicio de contar qué políticos han expresado un rechazo enérgico al procesamiento judicial y cuáles han callado vergonzosamente. Lo digo con la contundencia que lo pienso: no creo que ninguno de los que han callado pueda ser considerado demócrata. Porque ser demócrata es defender los valores del voto, de la palabra y del ejercicio de la libre decisión siempre, aunque un hecho concreto vaya contra tus objetivos, deseos o esperanzas.

Con la tristeza de descubrir que en nuestro paisaje político hay menos demócratas de los que pensábamos, debemos decidir cómo seguimos avanzando. Y para ello hay que ser conscientes de la jugada del adversario. Y la jugada es doble: por un lado, la promesa de una España diferente; por otro, la asfixia calculada, premeditada y sistemática. Proyección de una esperanza de cambio y esfuerzo constante de aniquilación. Zanahoria y palo. Un clásico. ¿No era Cánovas del Castillo, promotor de la constitución española de 1876, quien dijo que sólo había dos maneras de gobernar a los pueblos: por la fuerza o por la farsa? Por desgracia, ha tenido buenos seguidores.

Nosotros hemos decidido, sin embargo, hacer caso del consejo del griego Anaxágoras que dice: “Si me engañas una vez, la culpa es tuya; y si me engañas dos veces, la culpa es mía”. Hemos decidido no volver a caer en la trampa de la política y la historia españolas. Bueno, tal vez hay un 11% de los que votaron el 27-S que aún no han leído a Anaxágoras. Pero pronto lo leerán.

Y nosotros ¿qué debemos hacer a partir de ahora? Lo primero, salir de este compás de espera que ha abierto el resultado del 27-S. No tengo ninguna duda de que unos y otros encontrarán la mejor manera de salir del mismo, como ya han hecho con todos los escollos que hemos encontrado por el camino. Una muestra de esta capacidad de salir adelante ha sido el silencio que han impuesto todos juntos desde el viernes. Escucharemos con atención la propuesta que haga esta noche la CUP. Seguiremos con esperanza los pasos que tome Juntos por el Sí.

Una vez superada la situación actual, los pasos siguientes serán decisivos para el avance a buen ritmo de todo lo que vendrá. No nos cansamos de repetir que esto que vendría después del 27-S sería más duro que todo lo que ya habíamos pasado. El encausamiento de Mas con voluntad de inhabilitación es un primer ejemplo. Y el anuncio de suspensiones cautelares por el Tribunal Constitucional de algunas leyes y decretos de fuerte carácter social es un aviso de que no podemos pasar por alto. El Estado español despliega todos los tentáculos que tiene para detener lo que algunos creemos que es inevitable.

No creo que los frene nada. Pero hay algo que los cerebros de la estrategia española también deberían calcular. Si en la represión de la voluntad de libertad de los catalanes hacen demasiado esfuerzo, pueden hacer añicos su estrategia de zanahoria y palo. Aprovechando que mañana es el Nueve de Octubre y que el País Valenciano avanza decidido, bastaría con escuchar la voz del poeta de Burjassot: ‘Porque habrá un día que no podremos más y entonces lo podremos todo’. O, si lo quieren hacer más pasable y les da pereza el leer, pueden escuchar una canción que ya es himno y avisa: ‘Cuanto más corto nos aten, más peligro tendrán.’

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