Cuando el análisis es falso

La derecha y la izquierda españolas no entienden qué pasa en Cataluña. No quieren mirarlo y cuando lo hacen lo que ven no les gusta. Sólo se ven con el corazón de afrontarlo falseando la realidad. Porque no es nada fácil aceptar que uno lo ha hecho mal. Que se ha equivocado en todo. La premisa básica que necesitarían la derecha y la izquierda españolas para entender qué pasa Cataluña es el respeto. No lo tienen. Unos y otros consideran a Cataluña como una región de España que debe asumir el papel de proveedora oficial de solidaridad. Pagar y callar. Y sentirse orgullosa. Pagar y de ser española. Esto, no hace falta decirlo, excluye el respeto. Considerar al otro un igual es la mejor manera de asumir las diferencias reales. Pero no hay manos. Sólo puños.

La falta de voluntad para entender el problema se hace intransigencia. Y la intransigencia une la derecha y la izquierda españolas en el análisis. El recorrido que hacen unos y otros es calcado. Hay un partido corrupto, liderado por alguien más corrupto aún, que, en nombre del nacionalismo, intenta taparse las vergüenzas con la bandera. Un grupo de ladrones que, si quieren ser independientes, es para continuar robando. Y para ello recurren a la estrategia del populismo fascista. Con esta estrategia, con este populismo, gracias a la televisión y en la escuela públicas, han engañado a muchísimos catalanes, que no son mayoría, pero son muchos. Esta masa adoctrinada, sin voluntad, idiota y peligrosa, actúa de manera excluyente, ha roto la convivencia y amarga la vida de la mayoría de verdad, la que se siente española, que sufre una presión insoportable.

Quizás alguien debería hacer ver a esta gente, a la derecha y a la izquierda españolas, que esto no es cierto. Quizás deberían hacerlo sus referentes en Cataluña. El PP, el PSC o Ciudadanos. Incluso Iniciativa. Pero no lo hacen. No lo hacen porque no se ven con corazón de convencerles, porque se han resignado o porque ya les basta para mantener el cargo o la confianza. Estos partidos, pues, son los responsables de atizar la incomprensión. De no facilitar el respeto necesario que también les beneficiaría a ellos. Porque ser respetado es una condición necesaria para vivir con plenitud la condición humana.

El resultado de todo ello es delirante. Un millón y medio o dos millones de personas reunidas democrática y festivamente en Barcelona son definidos en España como “unos miles de catalanes que desfilan con uniformes” o como grupos de engañados que siguen a un líder iluminado y corrupto. Ningún medio español ha dado otra visión. En contraste absoluto con los medios de todo el mundo, que ayer fotografiaban la realidad catalana distanciados y sin odio. Con respeto, por tanto.

Después de la Diada las elecciones sí son plebiscitarias. Ahora los líderes de la derecha y la izquierda española afirman que las urnas serán un baño de realidad. Que “la mayoría silenciosa” se impondrá a “la minoría ruidosa”. Se equivocan profundamente en el análisis, cargado de odio, tanto Libertad Digital como El País. Han llegado a mirar la realidad desde el mismo prisma incomprensivo. Sus editoriales cada día se parecen más. El día 27 las urnas les harán ver el error. El problema -el problema para ellos- es que ni la evidencia más diáfana les hará reaccionar.

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