CDC: ¿qué es primero, el Proceso o el partido?

Varios miembros del Colectivo Joan Crexell han asistido a diferentes actos de los sectores que se postulan para dirigir la refundación o el nuevo partido que surja de Convergencia Democrática. Y la sorpresa de todos ellos ha sido la ausencia en el debate de la hoja de ruta y el Proceso hacia nuestra plena soberanía nacional.

Discursos bien articulados, pero todos ellos dirigidos a colocar la herencia convergente en manos de liberales, conservadores, democristianos o socialdemócratas, sin hablar o explicar su postura para con el Proceso, si no se les preguntaba expresamente. Además, nos ha hecho pensar mucho que se refirieran al presidente cuando hablaban de Mas, mientras que cuando hablaban del actual presidente se referían a Puigdemont. Todavía, en el imaginario colectivo convergente, la figura de Mas sigue sobreponiéndose.

Es evidente que hay un sector oficialista llamado “aparato” o “pujolistas”, encabezado por Jordi Turull, atenazado por Quico Homs y Lluís Corominas, que le hacen perder fuerza e independencia cuando había conseguido reforzarse con personas como Miquel Buch y otros representantes territoriales.

El sector socialdemócrata sigue encabezado por el descabalgado Josep Rull, hecho consejero para sacarle de la carrera convergente, pero que sigue teniendo una fuerte influencia en personas como los potentes Carles Campuzano en el frente de Madrid, o el hombre fuerte del municipalismo, Jaume Ciurana. Existe la incógnita de Neus Munté, ideológicamente socialdemócrata, pero que navega querida por todos.

El bloque que cada día se consolida más es el formado por los moderados, encabezados por Germà Gordó, y los liberales de Marc Guerrero, David Madí, Carles Flamerich, etc. Este sector dispone de muchos apoyos externos en la estructura territorial de las diputaciones catalanas y sectores fácticos del poder económico y financiero.

Todo este entramado de opciones estaban más o menos controladas y bendecidas por Artur Mas, que se quería configurar como el líder espiritual de la nueva Convergencia. Pero esta estrategia ha empezado a hacer aguas y Artur Mas siente cada día más la soledad del despacho de CDC y del Palau Robert.

Y aparece un nuevo actor, que sorprende, que es aceptado y que pone en evidencia, sin quererlo, las equivocaciones y las maneras de hacer del pasado. el presidente Puigdemont es el aire fresco. Tiene un nuevo talante y es lógico que haya irrumpido con fuerza en el debate interno de CDC y su futuro, porque ha tenido la virtud, también, de mantener una cierta distancia y a la vez mantener la hoja de ruta y el Proceso, y ha mejorado ostensiblemente las relaciones con ERC y la CUP. También ha sabido dar confianza a la sociedad civil organizada de que no se repetirán tutelas ni chantajes del pasado. Como muy bien ha dicho el presidente Puigdemont: “se acabaron los proyectos de grandes liderazgos personales. Es la hora del liderazgo en red, a través de la gente que está al pie de la calle en los municipios y la sociedad”.

Es pues, un problema que, en medio del Proceso, CDC esté en pleno debate interno y con opciones personalistas o de debate ideológico. Porque ahora lo que toca es conseguir la independencia nacional y, en el caso de Convergencia, cuando la hayamos alcanzado, será el momento de decir si son conservadores, liberales o socialdemócratas.

TRIBUNA CATALANA