El destacado interés que viene despertando desde siempre la Historia de la Nación Navarra es fuente de polémicas generalizadas en los niveles de investigación, erudición y difusión. Estas polémicas son resultado del enfrentamiento de los diferentes planteamientos políticos que agitan a nuestra Nación; planteamientos que se enfrentan al representar las opciones partidarias de la integración de Navarra en España y la que reclama la recuperación de la estatalidad navarra. Dejando a un lado la superficialidad de quienes minusvaloran la Historia como instrumento de comprensión de las realidades socio-políticas, conviene reflexionar sobre el modo de establecer un imaginario histórico correcto, adecuado para entender los factores que condicionan los procesos históricos y los rasgos identitarios de las colectividades nacionales.
El imaginario histórico se elabora a partir de elementos extraídos de la materia histórica que no es otra cosa que el conjunto de los hechos y situaciones vividos por los individuos en general y las relaciones sociales en conjunto; al igual que las existentes entre las diversas colectividades humanas. Cada colectividad elabora su propio imaginario mediante la selección de aquellos hechos y procesos considerados de mayor relieve en el propio devenir y configuradores de su identidad, por facilitar la solidaridad comunitaria. Desde luego, todo imaginario responde a la subjetividad con la que cada colectividad humana se contempla a sí misma; de ahí la importancia del contraste con otras visiones que permitan matizaciones. En cualquier caso es muy común la desfiguración de la realidad histórica. Esta desfiguración obedece a múltiples factores, especialmente a la tendencia a perfilar la tosca realidad de los hechos, con el propósito de justificar realidades y proyectos políticos poco presentables desde una perspectiva equitativa, a la hora de valorar situaciones humanas conflictivas de toda índole.
Desde la perspectiva nacional navarra es posible construir un imaginario que nos ayude a comprender el proceso histórico que ha llevado a nuestra colectividad nacional a la presente situación. Entendemos que nuestra Nación sufre un desajuste como resultado de la sujeción a otras dos Naciones –España y Francia- de la que derivan el sometimiento a los intereses materiales de esos Estados y el vasallaje cultural, rematado todo ello por la desorientación identitaria de muchos de nuestros connacionales. Es importante para la correcta consideración de estos campos perfilar los elementos configuradores de nuestra identidad, los que nos permiten sentirnos solidarios como colectividad con la mirada puesta en la fijación de nuestros objetivos comunitarios. Como conocen todas las personas sensatas la identificación de los individuos con sus similares se basa en la conciencia de pertenencia al colectivo como una realidad realizada en el tiempo y que condiciona el presente y el proyecto de Futuro. Sucede esto de manera similar a la conciencia del individuo de estar constituido por el transcurso de su propia vida y existencia.
En el imaginario histórico, al igual que en la propia vida, el individuo valora lo que ha sido y sucedido atendiendo desde un punto de vista positivo y negativo. A partir de aquí establece su propio balance y opta ante las alternativas. Es una decisión subjetiva en toda la amplitud de la expresión. A las colectividades les sucede algo parecido y deciden sus relaciones atendiendo a lo que consideran más relevante. Es la decisión de ser o plantear el futuro desde una perspectiva propia que ninguna otra comunidad tiene derecho a interferir –autodeterminación-; de ahí la importancia de disponer de imágenes claras sobre lo que ha sido el devenir histórico de cada colectividad.
En este empeño nos encontramos los soberanistas navarros. El imaginario de los españoles de todo color sobre nuestra Historia persigue imponer la imagen de pertenencia al Imperio español, reduciendo a Navarra a un conjunto de territorios equivalentes a las provincias españolas y sublimando procesos históricos que hagan sentirse a los navarros solidarios con los españoles y olvidadizos de las peculiaridades vascas, al igual que su desfiguramiento violento por España y Francia. Gracias al esfuerzo de tantos navarros de otros tiempos y de hoy en día disponemos de un imaginario que se acomoda mejor a la realidad histórica. Hemos afirmado la peculiaridad humana existente con anterioridad a la delimitación de la Nación Navarra. Se ha puesto de relieve las circunstancias que vieron el nacimiento y desarrollo del Estado navarro que permitió el surgimiento de nuestra Nación y salvaguarda de la independencia; Estado que a pesar de ser conquistado mantuvo un sistema jurídico e institucional totalmente diferente al español y francés, con el que nuestros antecesores pudieron resistir al imperialismo de estos últimos.
Estos hechos explican la capacidad de resistencia de que ha dado muestra nuestro colectivo nacional y que permite en el momento presente la reivindicación de nuestro proyecto. En todo caso esta reivindicación puede llevarnos a actitudes desproporcionadas, si actuamos como simple reacción a la manipulación histórica de nuestros adversarios. En ocasiones se nos acusa de tergiversadores y sublimadores de una realidad histórica que –dicen- no entendemos. Debemos mirar con cuidado las críticas que se nos hagan. No me refiero a la zafiedad de los pseudo-navarristas. Atiendo mejor a aquellas otras que se pretenden más sutiles por utilizar un aparato académico. En el pasado nuestra historiografía aceptó imágenes que eran resultado de prejuicios de todo tipo. De este estilo era la pretensión de que nuestro pueblo nunca había sido sojuzgado, la pretendida soberanía de los denominados Estados vascos y la adhesión a España a través de una voluntaria entrega.
La mayor parte de estas imágenes han sido desechadas en el presente. Hoy el riesgo viene de la pretensión de convertir en nacionales muchos de los territorios que estuvieron integrados en el Estado navarro. Por encima de los vínculos humanos y culturales me parece inadecuado reivindicar su reintegración sin más. En las actuales circunstancias la trayectoria histórica de esos territorios hace difícil la identificación social con el proyecto nacional navarro. Creo en todo caso que es una cuestión abierta que podría plantearse en otro escenario y siempre que se garantice la libertad de decisión ¡De acuerdo! Tal situación no es posible en el marco del Estado español. Otro de los aspectos que pueden desdibujar nuestro imaginario es la cuestión de la monarquía. Esta institución fue una opción del pasado, en función de un sistema socio-político que requería un centro de poder y soberanía claramente definido. La monarquía respondía bien a esta función en épocas de relaciones sociales y económicas escasas, como fueron aquellas. Sin embargo no se puede aceptar sin más la actuación de los monarcas navarros. Estos en muchas ocasiones actuaron en contra de los intereses de la colectividad, a pesar de representar al Estado. Siempre el poder unipersonal se inclina hacia el autoritarismo. Se explican por ello situaciones conflictivas generadas por los intereses personales de quien asumía la monarquía. Por citar casos: la decisión de Alfonso el Batallador de entregar Navarra a las órdenes militares, el intento de Sancho el fuerte de hacer heredero al rey de Aragón, el propósito de los Teobaldos de imponer el absolutismo monárquico, el autoritarismo de Carlos II…, no se puede olvidar que la compilación oficial del Fuero respondió a la necesidad de marcar a Teobaldo I los límites del poder real en Navarra. La actuación de los reyes navarros persiguió el reforzamiento de sus intereses, más allá de las ocasiones en que estos pudiesen coincidir con los del Reino, particularmente cuando se trato de la recuperación de territorios ocupados por Estados extraños a Navarra. Tampoco creo que debamos ensalzar la actuación de Enrique III el bearnés desde una perspectiva nacional. Fue respetuoso con Navarra, pero, finalmente se identificó como francés, por puro interés y abrió el camino al sometimiento de Navarra.
Hemos de ser cuidadosos a la hora de interpretar acontecimientos y actitudes de nuestros antecesores con perspectivas actuales. Es innegable que el territorio sobre el que se constituyó el Estado navarro se apoyó en la homogeneidad humana existente en el mismo, en lucha permanente contra poderes externos que condicionaron profundamente su devenir histórico. Se puede reclamar la existencia de cierto sentido de solidaridad que permitió la actuación colectiva, a pesar de que esta última pudiera diluirse y transformarse con el desarrollo de los acontecimientos y pudo reconstituirse en otros momentos históricos. Se debe conceder la influencia que pudieran tener elementos sociales destacados, pero es innegable que el Estado navarro se constituyó frente al poder germano que se impuso en toda Europa occidental sin problemas.
A pesar del peso que en el actual imaginario navarro tengan la teoría nacional elaborada por la intelectualidad contemporánea que reclama el Estado-Nación, resulta indudable la existencia del sentido nacional en Euskal Herria, constatado por la mayoría de los observadores que contemplaron las guerras carlistas y momentos anteriores. Los fueros, la presencia del euskara en la mayor parte de Euskal Herria y la realidad socio-económica suministraban el elemento cohesionador. Los propios españoles constataban las peculiaridades de “esas provincias” que no aceptaban la identificación con el resto de la monarquía.
Lo que puede destacarse casi siempre es la lucha desarrollada por nuestra colectividad nacional por defender su derecho a controlar territorio y recursos, siempre mirando al sistema jurídico institucional que había elaborado nuestra sociedad, tan diferente al español y francés. Esta permanente lucha, que no cejó en ningún momento, ni ante los ataques más fuertes de los imperios español y francés, facilitó que se recuperase la conciencia nacional que informa en el momento actual la perspectiva de los soberanistas.
Publicado por Nabarralde-k argitaratua