Al hilo de escritos sobre rigor histórico remitido por “navarristas”, estas son las consideraciones que, a vuela pluma y sin demasiadas profundidades, se me ocurren hacer.
1. Es insostenible desde un punto de vista histórico decir que Navarra estuviera en 1512 “en plena guerra civil”. La guerra entre agramonteses y beaumonteses no tiene prolongación más allá de 1507, fecha para la cual la facción beaumontesa está desactivada, y su principal valedor, el Condestable Luis III Beaumont, desterrado. Para sostener lo contrario habría que enumerar (lugar y fecha y protagonistas) cuáles son los enfrentamientos con carácter de “guerra civil” habidos tras esa fecha y hasta el verano de 1512 en suelo navarro.
2. De hecho, es preciso aceptar como premisa, antes de cualquier otra consideración, que 61 años después de iniciada la guerra civil, y muertos hacía 51 y 33 años, respectivamente, los dos protagonistas de la controversia dinástica (El príncipe Carlos en 1461 y Juan II en 1479), la guerra civil no hubiera tenido viabilidad si no fuera por la continua injerencia de Castilla, que amparaba y azuzaba a los Beaumont para dividir y debilitar a Navarra. Así que al hablar de las penalidades sufridas en Navarra en la segunda mitad del siglo XV no puede considerarse a Castilla como mero elemento pasivo.
2. Item más, cada vez parece más claro que fue, precisamente, el cese de la guerra civil lo que hizo ver a Castilla la necesidad de emplear métodos más expeditivos y definitivos, es decir la guerra abierta, toda vez que el bando beaumontés, sostenido por ellos, había fracasado. En 1512 los reyes Juan y Catalina habían conseguido una estabilidad en el reino sin parangón en los 50 años anteriores, y sin embargo fue ese precisamente el momento en el que Castilla (mejor dicho, España) eligió para la conquista. El momento más sosegado. Difícil de sostener la teoría de Javier. J.M. Lacarra, eminente medievalista y personaje poco sospechoso de veleidades nacionalistas, va más allá, y dice que, hasta el momento mismo de la invasión, los reyes navarros habían dado muestras de ejercer el gobierno “con buen tino” (creo recordar que es expresión literal).
3. Consecuentemente, presentar como se hace desde determinada historiografía navarrista, la conquista española de Navarra como la última fase de las guerras civiles es, sencillamente, una impostura, interesada y sobrevenida.
4. Tampoco es cierto que la división entre beaumonteses y agramonteses obedezca a un criterio geográfico, ni siquiera sociológico o económico. Esta es una teoría superada hace décadas por la práctica totalidad de los autores que han tratado el tema en profundidad. Javier realiza una lectura demasiado simplificada al describir el panorama, y habla de un Baztan agramontés (cierto para el caso de los Zozaia, Bertiz, Azpilkueta y demás), pero obviando la existencia de linajes baztaneses beaumonteses tan relevantes como los Iturbide y los mismísimos Ursua, tal vez el mayor linaje baztanés, con su red de parentescos con los Santa María etc. y que serán claves en la conquista, sin que puedan ser considerados “excepción aislada”. Por desgracia, me permito añadir.
Otra cosa es que hubiera lugares en los que una u otra facción podía ser mayoritaria en un momento dado, por supuesto que sí, pero adscribir una comarca a un único bando no es ajustado, y justificar la división del reino en criterios geográficos es abiertamente falso. Dice Javier que la Navarra media era “fiel a la dinastía francesa”, es decir, según puede interpretarse de lo que dice, que era agramontesa, pero sin embargo ciudades como Viana, Puente, Lumbier, Artajona, Larraga, Mendavia o Lerín eran esencialmente beaumontesas. La misma Pamplona, enclavada en la zona media, era una ciudad esencialmente beaumontesa. Lo cual no era óbice para que hubiera en ella importantes familias agramontesas, y que en el momento de la conquista todos ellos aceptaran de mal grado la invasión castellana (mejor, española). Insisto, las guerras civiles no tienen una lectura geográfica. En otro lugar y momento podríamos hablar de sus causas, que venían en realidad de lejos.
5. Una cuestión central. Navarra no tenía en 1512 dos dinastías, una francesa y otra española, luchando por el poder. Navarra tenía una dinastía propia, depositaria de los derechos dinásticos, y reconocida al 100% en el concierto político europeo, con embajadas y relaciones con todos los estados, desde Francia, Castilla, Aragón e Inglaterra hasta los mismísimos Estados Pontificios, que reconocían unánimemente su legalidad. Francamente, no se de donde saca Javier la idea de dos dinastías compitiendo, pero me gustaría que, también en este caso, citara referencias bibliográficas (autor-título-fecha-página) o, en su defecto, las fuentes documentales en la que fundamenta esa aseveración (archivo-signatura), porque constituirían historiográficamente todo un hallazgo.
6. Si estos “navarristas” consideran que Navarra no tenía dinastía propia por ser depositaria de sus derechos dinásticos el conglomerado Albret-Foix, que lo recibió a su vez de los Evreux, me gustaría saber cómo consideran al conglomerado dinástico Haugsburgo/Austria-Bourbon, que lleva 500 años ocupando la corona española sin ser aparentemente cuestionado desde un punto de vista dinástico en relación a su procedencia.
7. Por cierto, un comentario al margen, Navarra no tenía siervos en el siglo XVI. La alusión es errónea y totalmente anacrónica. Lo digo porque justamente en las 2 líneas siguientes habla, literalmente, de la necesidad de dejarse de símbolos y mantener un rigor histórico. La servidumbre es un sistema de relaciones (personales, políticas, económicas…) perfectamente definido en el ámbito de la historia, y no tiene transposición posible al siglo XVI navarro.
8. Tal vez el mayor desenfoque sea sostener, como estos “navarristas” hacen, “que nadie defendía la independencia del Reino de Navarra”. Esto es, dicho sea con todo respeto, una barbaridad. Los tres intentos de recuperar el reino (otoño de 1512, primavera de 1516 y la campaña de 1521-1522) deberían hablar por sí mismos. Pero existe además la constatación de que hubo una parte de Navarra que sí siguió independiente tras la guerra de 1512-1530. Se trata, por supuesto, de la Baja Navarra, que siguió siendo independiente a pesar de haber sido ocupada tres veces por los españoles, que al final renunciarían a su control. Baja Navarra siguió siendo independiente, y siguió siendo gobernada por los reyes navarros hasta 1620. Cosa que determinada historiografía ha olvidado “muy oportunamente” durante décadas, pero que es hoy ya insostenible. Y difícilmente podría haber subsistido ese pequeño y seguramente inviable territorio navarro durante más de un siglo de forma soberana si “nadie defendía la independencia de Navarra”.
9. Nada que objetar a ciertas consideraciones morales y personales, más que históricas y por tanto científicas, que suelen hacer. Yo, particularmente, me siento vasco, y europeo, y de Pamplona, y de Zizur, y de Osasuna, y de izquierdas y muchas cosas más. Pero no español. No veo dónde radica lo de “excluyente”. Imagino que cuando hablan de nacionalismos de derechas se refiere al nacionalismo español, que por desgracia ha sido casi siempre (o siempre) de derechas, entre otras cosas porque ha basado sus fundamentos en mitificadas epopeyas como las guerras contra los “moros” o contra los “gabachos”, según terminología propia.
10. Enfin, esto nos llevaría muy lejos. Posiblemente es cierto que a la gran mayoría de los navarros de a pie les daba igual quién gobernara en Pamplona. Dudo mucho, en cambio, que les diera igual la destrucción de los recintos amurallados de las ciudades, que afectaban a su vida cotidiana (podemos hablar en otro momento del verdadero papel de las murallas en la Edad Media y Moderna), los apresamientos masivos de vecinos, la obligación de alojar y sostener en sus propias casas a los invasores, o el hecho de que fuera Navarra quien tuviera que financiar el precio de su propia ocupación, como ya demostrara Esarte hace una década.
Los motines populares, perfectamente documentados, ocurridos por ejemplo en Sangüesa, Pamplona y Estella en el periodo inmediato a la conquista no hablan de un pueblo indiferente. Cuando Miguel de Añués escribe al rey exiliado diciendo “apareced tan solo y hasta las piedras se levantarán de vuestra parte”, no describe una situación de indiferencia. Cuando el coronel Villalba dice que “no hay ni una sola persona en Navarra de la que puedan fiarse”, incluyendo por cierto ya en este momento a los beaumonteses, y cuando, tras destruir los castillos y murallas de las ciudades, escribe a Cisneros diciendo aquello de que “desde que vuestra señoría reverendísima mandó derrocar los muros no hay hombre en Navarra que ose levantar la cabeza”, no describe una situación de indiferencia. Tampoco creo que pueda hablarse de indiferencia cuando sabemos que hubo procesos judiciales masivos en los que se juzgo a cientos de vecinos, muchos de ellos de a pie, que fueron condenados al destierro, cuando no a prisión o a galeras (con nombres y apellidos, cfr. obras de Esarte, Monteano, Adot etc.), por no hablar de las ejecuciones públicas o de los que fueron asesinados en prisión, también con nombres y apellidos.
11. No había un concepto de nación al uso contemporáneo en el siglo XVI. De acuerdo. Pero ello no quiere decir que les diera igual ser una cosa u otra. España trajo muchas más cosas a Navarra con la conquista, más allá de un cambio de dinastía o de “nacionalidad”. Por ejemplo la inquisición. No es casualidad que, tras la recuperación eventual del reino operada en 1521, una de las primeras y más populares medidas adoptadas fuera la de suprimir la inquisición impuesta por los españoles. Los navarros de a pie del sur de los Pirineos fueron incorporados por la fuerza al oscurantista proyecto imperial, a la cruzada, a las guerras de religión en Europa y a la aculturación y la masacre de los pueblos indígenas americanos.
¿Qué habría pasado de seguir independientes?. Hombre, no vamos a ser tan tontos de pensar en una suerte de utópica arcadia a la navarra, desde luego, pero las pistas que nos da la Baja Navarra independiente del XVI distan mucho de la caverna española. Especialmente su corte humanista y renacentista, de la que el mismo Shakespeare dijo que “asombraría al mundo”. Yo, personalmente, no creo que a los navarros del XVI, incluso a los que salieron indemnes del proceso de conquista, les diera igual una cosa que otra. Lo que sí se es que, como navarro del siglo XXI, a mí no me da igual ni minimizo su papel. Ni el de los conquistadores ni, desde luego, el de los navarros que quisieron seguir siendo única y exclusivamente navarros.
* Joseba Asiron (Historiador y miembro de la iniciativa “1512-2012 Nafarroa Bizirik”)