Cuando tuvo lugar la transformación de la dictadura franquista en la actual monarquía, las fuerzas españolas que auspiciaban el cambio, integradas por los mismos franquistas y la vieja oposición, consideraron como una cuestión de Estado el estatus de Navarra, y en particular el del territorio que hoy denominan CFN. Por ello propiciaron el acuerdo entre los sectores socio-políticos que se habían impuesto en ella desde 1936 con aquellos otros de obediencia española a los que se calificaba de “izquierdas”, juntos todos en su proyecto de impedir que fraguase una solución soberanista. El acuerdo entre ambos sectores permitió la consolidación de una alternativa política cuya finalidad básica consiste en obstaculizar que la sociedad navarra tenga esta perspectiva como posible y deseable. Quienes básicamente representan esta posición, aquí y ahora, son los aparatos de partidos como UPN y su aliado de facto, el PSN; así como las burocracias de los sindicatos UGT y CCOO, con frecuencia al margen de los intereses o preferencias de sus votantes y cotizantes.
Los presupuestos ideológicos que apoyan el acuerdo entre estos grupos –de presunto origen diferente- fueron elaborados por los franquistas que controlaron Navarra desde 1936 y son continuación de los planteados a principios del siglo XX por Víctor Pradera. Se basan en la pretensión de que el territorio de la actual CFN constituye y representa al extinto reino de Navarra, sin ninguna vinculación histórica con los otros espacios territoriales que le fueron arrebatados por la hostilidad permanente de España y Francia; afirman que el citado reino se vinculó por su propia voluntad a España y que tal hecho no es resultado de agresión ni violencia y, finalmente, consideran los rasgos más profundos de la identidad navarra, especialmente la lengua vasca, el euskara, como elementos secundarios y en retroceso que es preferible abandonar.
El factor decisivo de esta situación es resultado de una decisión política tomada en las más altas cumbres de la política española; hablando claro, es una cuestión de (su) Estado. El conjunto de las fuerzas socio-políticas del Estado español estiman que lo que actualmente se conoce como Navarra constituye la pieza clave en la consolidación de una alternativa soberanista para el conjunto de
Esta es la clave del denominado conflicto vasco, que no es otro que la oposición entre el actual proyecto de Estado español y la aspiración histórica, y actual, de los navarros a recuperar su soberanía, alcanzando una capacidad de autogobierno no supeditada a los intereses nacionales de otros estados. En el camino que enfrenta a las dos naciones aparecen conflictos menores, que únicamente tienen solución democrática, desde una perspectiva auténticamente navarra, con la liberación de la tutela española, o de cualquiera otra. La imposición española ha tenido lugar a través de un camino bien conocido: conquista militar, sometimiento institucional, expolio económico y –para culminar el edificio- la asimilación lingüística y cultural y la dilución de cualquier otro rasgo identitario nacional específico.
En el momento presente el conflicto se desarrolla principalmente en dos terrenos. El primero consiste en el control de los recursos de todo tipo que constituyen nuestro activo nacional, el otro es la franca lucha desatada por España en contra del euskara, elemento que en mayor medida identifica a la nación navarra a nivel universal. En esta guerra participan las fuerzas políticas españolas de todos los colores, instituciones, intelectualidad y el conjunto de sus medios culturales, educativos y de propaganda. Desde nuestra posición se intenta, tal vez con demasiada frecuencia, que estas cuestiones se vean por su parte de una manera positiva. Los esfuerzos en esta dirección resultan inútiles, porque la cultura política española, basada en el uniformismo y supremacía total de lo castellano, percibe al euskara, así como al catalán o al gallego, como un competidor de su imperial idioma. Por otra parte, cualquier pretensión de potestad en el terreno económico, por nuestra parte, contradice las aspiraciones españolas de controlar los recursos, materiales e inmateriales, de Navarra.
Cuando en la actual CFN se contemplan las actitudes arbitrarias de UPN en contra de las aspiraciones soberanistas, muchas veces se concluye, con demasiada facilidad, que es resultado de su carácter autoritario, como remozados representantes delegados de la oligarquía española en Navarra. Pensamos que este modo de ver la cuestión es un error. Lo que diferencia a los aparatos de UPN y del PSN o a las burocracias de UGT y CCOO, no son sino matices de expresión. Todos ellos tienen el mismo proyecto coincidente con el del nacionalismo español, enemigo declarado de nuestra lengua, cultura y, en resumen, de nuestra soberanía. No podemos esperar actitudes de condescendencia en estas materias y los intentos de desdramatizar el conflicto, con el fin de hacer asumibles a los españoles soluciones intermedias, como por ejemplo un modelo confederal –o simplemente federal- de Estado, están llamados al fracaso.
EUSKARA
En el territorio de nuestra nación denominado CFN, según la actual organización administrativa del Estado español, y por parte de sus autoridades se manifiesta a diario una hostilidad abierta hacia la lengua vasca, sin diferencia entre los aparatos políticos o las burocracias sindicales. Prueba de ello son todas las medidas legislativas y prácticas, en muchas ocasiones de talante racista, con las que intentan asfixiar a quienes quieren vivir normalmente en euskara y, por supuesto a los que quieren aprenderlo. En este ámbito, el de la enseñanza de y en euskara y de su utilización en cualquier espacio público, hay que plantear como punto de partida fundamental e irrenunciable el hecho de que es nuestra lengua privativa, la lengua de todos los navarros, y por consiguiente un derecho general, independientemente de que lo conozcan y lo usen. No es un derecho exclusivo de los vascoparlantes, es de todos.
Ante esta situación consideramos necesario denunciar a quienes, desde su negación, propagan la idea de la politización de la lengua, cuando son ellos quienes, mediante su persecución, realmente la politizan, en el peor sentido del término.
Tampoco podemos aceptar algunos planteamientos que se realizan partiendo de “vivencias” individuales, con extrapolaciones elevadas a categoría universal, sin un verdadero contenido social y sin una consideración objetiva de nuestra realidad nacional. En este sentido, no es aceptable la crítica o menosprecio hacia las personas que, por la precaria situación política de nuestro país, no saben, o no conocen con suficiente profundidad, el euskara. Hay muchas personas que, tal vez, no puedan decir “mi patria es el euskara”, pero que son capaces de sentirla tan profundamente, o más, que muchos que lo conocen de forma “natural”, por transmisión familiar o por edad.
La actual situación de minoración de nuestra lengua y cultura, en todos los ámbitos en general, exige una rápida discriminación positiva. La estabilidad y desarrollo de cualquier sociedad en el siglo XXI tiene como base la cohesión interna y su soporte fundamental son la lengua y la cultura social y política propias. Ante los retos de la globalización y las migraciones, las sociedades con futuro son las que se pueden mostrar y trabajar con consistencia. Pensamos que la mejor manera, posiblemente la única democrática, de garantizar esta cohesión, a través de la lengua propia y de una cultura, en cambio permanente sí, pero enraizada en nuestra memoria histórica, es el logro de la soberanía mediante la recuperación de nuestro Estado histórico: el Estado de Navarra.
Ante la gravedad de los hechos denunciados en este documento, invitamos a todos los navarros a acudir a la manifestación convocada en Iruñea para el próximo 15 de mayo de 2010.
(*) Firman este texto:
Tasio Agerre, Beñi Agirre, Humberto Astibia, Eugenio Arzubialde, Mirari Bereziartua, Luís María Martínez Garate, José Miguel Martínez Urmeneta, Angel Rekalde, Marisol Ronkal, Mikel Sorauren
Iruñea, mayo 2010