Vacaciones en la montaña

Miles y miles de personas dejarán en estos y en los próximos días su esfuerzo por las cumbres pirenaicas. Las cuestas cuestan, pero la cosecha, a menudo, resulta inmejorable. Allá arriba nos esperan verdor arbóreo, aguas que se despeñan, brisas que refrescan y hasta unos pocos alimentos silvestres en los que se resume una buena parte de lo que los Pirineos proponen a sus visitantes. Desgraciadamente, nos encontraremos muchos glaciares que van disminuyendo o han desaparecido debido al problema medioambiental de alcance planetario que tenemos, como es el cambio climático.

Estos días se ha publicado que el glaciar de La Maladeta, uno de los más vigilados, parece tener fecha para su final: los expertos determinan que en un plazo de entre 20 y 30 años se habrá fundido.

El cambio climático y, de manera indirecta, la acción del ser humano, suman para que se agudice una tendencia de consecuencias catastróficas a largo plazo. No solo se trata de reservas de agua dulce al acumular la nieve de todo el año, sino que los glaciares también regulan el ecosistema.

Los glaciares son valiosos testigos de la actividad de la nieve y el agua. Proporcionan información sobre acumulación anual y acusan las variaciones interanuales del clima con la fluctuación de sus frentes. Su estudio se convierte así en un instrumento útil para medir el sentido y magnitud de los cambios climáticos y en el caso concreto de los glaciares pirenaicos como el de La Maladeta, su posición meridional los convierte en un valor excepcional y casi único a nivel internacional.

Hay más ejemplos en estudio. El glaciar de Monte Perdido perdió en solo un año, 2017, 2,3 metros de espesor. Los glaciares del Pirineo aragonés sumaban unas 2.000 hectáreas durante la mitad del siglo XIX y hace una década eran solo 310. Quedan 242 y varios de ellos han sufrido daños irreparables.

Pero no sólo vamos a fijarnos en desgracias, como es el cambio climático. Así, en las alturas maduran unas cuantas especies vegetales.

En laderas y valles húmedos destacan las diminutas fresas silvestres y el tono oscuro de arándanos y endrinos. Resulta aconsejable apreciar el delicado olor y probar el recio sabor de los frutos de los arándanos y endrinos. Los encontraremos en muchos lugares de los Pirineos. Y, sobre todo, disfruten de las vacaciones.

¡Nos las hemos merecido!

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