¿Romperá Brasil los Brics?

En el 2001, un economista de Goldman Sachs definía una nueva categoría a fin de reasegurar a los mercados después de los atentados del 11-S: los BRIC, para designar a cuatro países, Brasil, Rusia, India y China, de modo que el grupo presentaba un fuerte potencial de desarrollo y una gran población.

Esta creación era, al inicio, puramente artificial. Estos países presentan en realidad numerosas diferencias: Rusia y China son países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU al que India y Brasil aspiran a sumarse. Moscú y Pekín son potencias nucleares oficialmente, Nueva Delhi es una potencia oficiosa y Brasilia ha renunciado a las armas nucleares. Las relaciones chino-rusas eran difíciles y las chino-indias mostraban tentaciones hostiles. Por otra parte, la naturaleza de sus respectivos regímenes políticos las distinguía asimismo de modo considerable. Sin embargo, la ficción se hizo realidad y los BRIC constituyeron una realidad totalmente inequívoca con un peso real en el panorama internacional. Se les unió Sudáfrica para constituir, de este modo, los Brics, entidad que ­incorporaba así al continente africano.

Los Brics comenzaron a celebrar reuniones cumbre, de forma anual, en el 2011. Han creado un banco internacional de desarrollo que se ha convertido en razón de su capital en el tercero del mundo y, a diferencia del Banco Mundial o del FMI, no hace depender sus préstamos de condicionamientos políticos. Se han convertido rápidamente en una especie de G-7, con mayor entidad si cabe después de la expulsión de Rusia del G-8, a raíz de la anexión de Crimea. En septiembre del 2014, Rusia, que padecía los efectos de las sanciones occidentales, fue recibida de manera casi triunfal en la cumbre de los Brics en Fortaleza, Brasil.

Los Brics no tienen apenas nada que ver con lo que había imaginado el economista de Goldman Sachs. No solamente porque ya constituyen una estructura que celebra reuniones cumbre, sino también porque los equilibrios internos se han visto trastocados. La China de hoy ya no tiene nada que ver con la del 2001. Se ha diferenciado ampliamente y presenta un peso incomparable, de modo que sigue interesada en mantener esta estructura.

Más allá de sus diferencias, estos países cuestionan el monopolio occidental del poder y, asimismo, el papel del dólar como moneda de intercambio internacional. Consideran que los occidentales ya no pueden controlar el mundo sin tener en cuenta sus intereses y se mantienen unidos pese a sus diferencias. Se plantea la cuestión de saber si este club mantendrá su auge en los próximos años, lo cual se suscita sobre todo con el acceso al poder de Jair Bolsonaro, quien ha proclamado en varias ocasiones su proximidad ideológica a Donald Trump y su voluntad de reducir la influencia china en Brasil. Si el presidente de un país importante como Brasil dejara de aplicar la política de distanciamiento de los Brics con respecto a los países occidentales, ¿seguiría siendo pertinente este club?

Con ocasión de la última cumbre de los Brics celebrada en Sudáfrica, Bolsonaro hizo decir a Temer, en ese momento presidente en funciones, que la próxima cumbre de los Brics tendrá lugar en Brasil y por su parte ha señalado que no tiene interés en quebrantar esta dinámica. La tercera parte de las inversiones extranjeras en Brasil proviene de China y un tercio de las exportaciones brasileñas tiene China como destino. Los mercados americanos y europeos corren peligro de estancamiento, mientras que los mercados chino e indio pueden desarrollarse. Sería, pues, peligroso cortar esta vía. En América Latina, Brasil es un líder lusófono sin discusión (los demás son hispanófonos). La creación de los Brics contribuyó a conferir una dimensión mundial a Brasil. Fue la mejor operación internacional de relaciones públicas en el momento de su emergencia. Quebrantar esta dinámica podría incrementar la crisis.

Es pues, probable, que Bolsonaro deje de lado su retórica antichina y mantenga sus relaciones con Pekín, demasiado importantes como para barrerlas de un manotazo. Habrá que ver, en todo caso, cómo reaccionará Trump si Bolsonaro no se le une en su campaña antichina.

*Dr. Inst. de Rel. Internacionales y Estratégicas, París

LA VANGUARDIA