Ingria, una República en ciernes

Los partidos y movimientos regionales existentes en los países europeos operan legalmente, están representados en sus parlamentos y órganos ejecutivos. Esto no ocurre en Rusia. La idea misma de federalismo es declarada un crimen y designada oficialmente como “extremismo”. En Rusia, el problema de las aspiraciones regionales a la independencia se decidió con tres golpes (ajustes?) legales contundentes. Primero, la cámara alta del Parlamento ruso fue liquidada como un organismo de representación regional, aboliendo la elección de los miembros del Consejo de la Federación. Después, mediante la promulgación de la Ley Federal sobre Partidos Políticos (21 de junio de 2001) se prohibió la creación de partidos políticos regionales. El remate vino en mayo de 2014, cuando se introdujo el artículo (280.1.) en el Código Penal de la Federación, que dispone sanciones penales para los discursos o palabras que puedan interpretarse como «llamadas al separatismo» y/o como «atentado contra la integridad territorial de la Federación de Rusia». En más de un centenar de casos los tribunales rusos han emprendido causas penales contra ciudadanos de diferentes regiones, solamente por el hecho de exigir una mejora en el autogobierno regional. Estas demandas, consideradas en la Rusia actual como «separatistas», son ilegales; aquellos que las promueven son tildados de delincuentes, son procesados y, en su caso, encarcelados.

Para una comprensión adecuada de la actual situación política en Rusia, hay que analizar y poner en cuarentena una serie de estereotipos que han quedado obsoletos hace un cierto tiempo. Por una parte, era opinión muy extendida que los acontecimientos de 1991 (consecuencia del derrumbe de la URSS) se relacionaban principalmente con las regiones, y no con las naciones. Sí, es cierto que muchos rusos étnicos en los estados postsoviéticos se convirtieron en nacionalistas, pero esta transformación fue provocada por la dejación incomprensible de Moscú que simplemente se olvidó de ellos y los dejó en la cuneta. No obstante, fue en la propia Rusia donde brotaron y se desarrollaron los proyectos regionalistas rusos: la República de los Urales, el Acuerdo de Siberia, etc. Los líderes de Moscú, temiendo por la «integridad territorial” de Rusia, trataron de modo muy poco inteligente el surgimiento de estos movimientos. Las medidas coercitivas, punitivas y de ilegalización que se les aplicaron condujeron a su aparente desaparición pública, pero conllevó también en último término al fracaso y ruina, de la posibilidad que tenía Rusia de convertirse en una Federación aceptable y proporcionadamente conformada. Por otra parte, existe la noción (propalada por el Kremlin) de que cada nación en el espacio postsoviético es homogénea, de que todos los rusos son “lo mismo”, de que existe “una nación rusa” ya sea civil o étnica. Pero es evidente que estos deseos de unicidad son un absurdo, puesto que todos ellos son muy diferentes, y consecuentemente, debería de afrontarse un verdadero proceso de descentralización y de federalismo real, lo que para el Kremlin quedó en una mera declaración de intenciones, más bien en un simple formalismo. En todo caso, al observar la situación global de Rusia como un todo, se puede percibir que los movimientos regionalistas son mucho más comunes que los separatistas, ya que, por lo general, solo buscan mejorar su autogobierno regional: libre elección de su poder, descentralización fiscal, custodia y blindaje de sus características culturales, etc. Y si el «centro» ignora sus demandas o las suprime, solo entonces las posiciones de los regionalistas se radicalizan convirtiéndose en auténticos movimientos separatistas.

La Rusia de Putin, en la actualidad, sigue con su proceso de centralización y homogeneización de todo su vasto territorio. Pero en diferentes regiones van surgiendo protestas que se van agudizando y reiterando, lo que junto con las respuestas de represión y castigo, van creando las condiciones previas para una nueva situación revolucionaria. Existen pocas esperanzas de que el Kremlin reconduzca la situación hacia una política federal más inteligente. Por lo tanto, de todo esto se puede inferir que el regionalismo en Rusia puede jugar el mismo papel histórico que el nacionalismo democrático revolucionario desempeñó en febrero de 1917.

En la actualidad hay un criterio, una opinión generalizada de que el Kremlin ejerce la táctica del avestruz, prefiere hacer oídos sordos, negar la realidad, no afrontar los problemas, ante la existencia evidente e incuestionable de diferentes identidades regionales rusas. La prohibición de los partidos regionales en la Federación de Rusia y su no-derecho a ser elegidos en los parlamentos locales ciegan la vía institucional, lo que fuerza a los ciudadanos que defienden e impulsan el autogobierno regional a activar y promover movimientos sociales que tienen en su actuación un carácter informal, alegal, no reglamentado. Uno de ellos es el de Ingermanland, el movimiento cívico-social “Ingria Libre”.

Ingria, Ingermanland, Inkerinmaa, tierra de Izhora … Es el territorio moderno de dos regiones vecinas de la Federación de Rusia, esto es, San Petersburgo y la región de Leningrado. El nombre «Ingria», conocido desde el siglo XI, proviene del nombre de la princesa Ingigerd, esposa del príncipe de Novgorod Yaroslav el Sabio, hija del rey sueco Olaf. A lo largo de la historia Ingria tuvo diferentes fronteras, conformando una parte de varios estados: la República de Novgorod, el Reino de Suecia, el Imperio ruso, la URSS. En 1918-1920 se instauró una República independiente del Norte de Ingria, que tuvo su propio himno, escudo de armas, bandera, fuerzas armadas, sellos postales y otros atributos de la condición de Estado.

Los descendientes de los eslavos de Novgorod, así como los escandinavos de Varangian, convivieron en el territorio de Ingria durante más de mil años con los finlandeses, carelios, estonios, vodors, izhoras, savakotas, evrejmeeses, veps, colonos alemanes y mercenarios escoceses. Durante todo este tiempo se formó una simbiosis única donde las tradiciones fino-ugria, eslava y germánica coexistieron juntas. La cohabitación de diferentes grupos étnicos en las interminables extensiones de los bosques y marismas de Ingermanland con su clima hostil fraguó un tipo especial de ser humano, donde la tolerancia y el apoyo mutuo establecieron la base del funcionamiento de sus comunidades. La tolerancia religiosa, la posibilidad de ser luteranos, ortodoxos o paganos, la frecuencia de los matrimonios mixtos, y el tradicional conocimiento de varias lenguas vecinas (aquellos que conocían un solo idioma se consideraban «extraños», la norma era saber 4-5 idiomas), fueron factores que favorecieron y fortalecieron su organización comunitaria. En el último siglo, la ocupación alemana, la represión y las deportaciones soviéticas, la rusificación forzada de los pueblos indígenas y el asentamiento en la región de otras personas, no han sido óbice para que persista esta singularidad de los habitantes de Ingermanland. Pareciera que el paisaje de Ingria hubiera cincelado y forjado las personas que necesita con su carácter independiente, testarudo y muy obstinado.

En la actualidad, la abrumadora mayoría de su población es étnicamente rusa, coexistiendo con personas de raíces ucranianas, polacas, alemanas, suecas, finlandesas y judías. En el siglo XX, debido a las guerras mundiales y civiles, el número de habitantes nativos de Ingria disminuyó drásticamente. Muchos abandonaron sus lugares de origen, trasladándose a Finlandia, Estonia, Suecia y otros países. La mayoría de los que se quedaron tuvieron que ocultar su origen, por lo que sus descendientes tienen nombres y apellidos rusos, y no hablan las lenguas de sus antepasados. La población de Petersburgo es de 5 millones, siendo la de la región (Óblast) de Leningrado 1,5-2 millones. Por lo tanto, en este territorio que los teóricos de la independencia de Ingermanland consideran Ingria (el llamado «Gran Petersburgo») viven alrededor de 7 millones de habitantes.

Históricamente, el nivel de apoyo de los habitantes del Noroeste de Rusia a la idea de autogobierno y no dependencia de Moscú siempre ha sido alto. Esta tradición, profundamente arraigada en la historia, prende con la ocupación de Novgorod por el zar moscovita Iván III el Grande, y enraiza perdurablemente en los sucesivos períodos imperial y soviético. La identidad local de Petersburgo se desarrolló durante el Imperio ruso y ha sido una realidad desde hace tiempo, llegando a ser en los tiempos de Pedro el Grande la capital del Imperio ruso y de la provincia de Ingermanland. En la actualidad Petersburgo y el Óblast de Leningrado son dos sujetos federales diferentes, comparten una serie de departamentos locales de los organismos federales del poder ejecutivo y de los tribunales. La ciudad de Petersburgo es un sujeto federal de Rusia (una ciudad federal), y su dirección es nombrada por el Presidente de Rusia y refrendada por el legislativo local. No es de extrañar, pues, que esta situación de dependencia administrativa de la ciudad sea causa de general malestar en los peterburgueses.

El 25 de abril de 1993, simultáneo al famoso referéndum de Yeltsin en toda Rusia, se realizó en Petersburgo un estudio sobre considerar el status de la región como una república dentro de la Federación Rusa. Inicialmente, en lugar de una encuesta, se planificó efectuar un referéndum, pero las autoridades locales, amparándose en la ley rusa, lo impidieron. No obstante, a pesar de todos los impedimentos, se realizó y sus resultados incuestionables y abrumadores despertaron suma irritación en el Kremlin que decidió ocultarlos y silenciarlos. Ese día los peterburgueses votaron contundentemente por la concesión de la autonomía y el estatus republicano a Petersburgo. A la pregunta «¿Aceptas que San Petersburgo, como sujeto de la Federación Rusa, tenga los mismos poderes que las repúblicas dentro de la Federación Rusa?», un total de 1.721.612 personas respondieron que sí (78.9% de la población). Hoy la ocultación y encubrimiento de este evento histórico no es casual. Moscú no otorgó autonomía a Petersburgo, ni el estado de la región se actualizó a la reclamada condición republicana. Además, la ciudad y la región continúan divididas artificialmente en dos sujetos diferenciados en la Federación Rusa. Las autoridades de Moscú hicieron todo lo que estuvo en su mano para olvidar y no recordar, mientras que las de San Petersburgo se ocuparon de cosas más mundanas y prosaicas, como, por ejemplo, la privatización de la propiedad estatal.

Dentro de la comunidad de peterburgueses más conscientes, y con el objeto de afrontar esta situación indeseada, surgió un colectivo de fuerzas que se organizó y luchó por la consecución de la condición de Estado Republicano. El sector más lúcido y consecuente preveía que de este modo no sólo se daría nuevo impulso a la construcción de unas relaciones fiscales más equitativas con el centro federal, sino que también se fortalecería su soberanía en el marco de la Federación de Rusia. Además, desde un punto de vista político, el estatus de República daría más oportunidades de mejorar las relaciones y de fortalecer los lazos de unión con los vecinos de la Federación y con los de fuera de sus fronteras: en primer lugar con Finlandia (situada a 30 kilómetros), con Estonia, Letonia y Lituania. Por otra parte, el ser una ciudad portuaria en el Mar Báltico supone la conexión inmediata vía marítima con los Países Bálticos, Suecia, Polonia, Alemania, Dinamarca … Estos son sus socios naturales, con los que se pueden llevar a cabo mejores y mayores vínculos económicos, políticos y culturales.

De esta manera se creó en la década de los 90 el partido político “Petersburgo Libre” con un programa para conseguir la condición republicana de Petersburgo y la autonomía de la ciudad (hasta la plena soberanía), recibiendo el apoyo de muchos conocidos y respetados personajes de la ciudad como los historiadores Vitaly Startsev, Daniel Kotsjubinsky, el poeta Viktor Krivulin, Lev Lurie, el escritor Daniil Granin, y los políticos Galina Starovoitova y Vitaly Milon. En 1998 el partido “Petersburgo libre” dentro del bloque «Capital del Norte» se postuló para las elecciones a la Asamblea Legislativa local. Pero en marzo del 2000, Vladimir Putin se convirtió en presidente de la Federación Rusa y promovió la Ley Federal sobre Partidos Políticos ( junio de 2001) mediante la cual prohibió los partidos políticos regionales en el territorio de Rusia, dejando el derecho a la actividad política sólo a los partidos federales.

Bloqueada la vía institucional, nace posteriormente el movimiento social “Ingria libre” que, al igual que el partido de los autonomistas de los años 90 «Petersburg libre», apoya su programa pero con una diferencia sustancial. Para los autonomistas, la República de San Petersburgo es una ciudad-estado en el sentido más amplio de la palabra, es decir, la ciudad más el llamado hinterland, el territorio más estrechamente integrado con la ciudad que sería la parte occidental de la actual región de Leningrado. El Movimiento Civil «Ingria Libre», en cambio, estima imposible lograr la independencia de pleno derecho de Petersburgo sin su continuación orgánica, la totalidad de la región (Óblast) de Leningrado (el Gran Petersburgo). Consecuentemente, “Ingria Libre” proyecta un programa político que básicamente consiste en: 1) unir San Petersburgo y la región de Leningrado; 2) devolverle el nombre histórico de Ingria (Ingermanland); 3) darle el estado de una república.

Por lo tanto, el Movimiento civil “Ingria Libre” considera que Ingria es una región etnocultural e histórica que conformó en varias ocasiones parte importante de la República de Novgorod, del Reino de Suecia, y constituyó la provincia de Ingermanland del Imperio ruso (Petersburgo). Y consecuentemente se considera heredero de Novgorod Veche (1136-1478), y de la República de Ingria del Norte (1918-1920). Partiendo de esta realidad histórica y en el contexto del mundo presente, postsoviético y globalizado, el Movimiento Civil «Ingria Libre» se constituye como movimiento cívico-social horizontal sin una jerarquía estricta cuyo objetivo es la consecución para Ingria (San Petersburgo y la región-Óblast de Leningrado) de un modelo óptimo de desarrollo político, económico y cultural independiente. Sus principales tareas políticas son el logro de una libertad real (no meramente declarativa), política y financiero-económica, así como la auto-identificación histórico-cultural de Ingria y sus ciudadanos, en plenitud de los derechos y libertades cívico-políticas. Antes de la adopción de una Ley de ciudadanía de Ingria, se considera como Ingriano a todo residente permanente de San Petersburgo y la región de Leningrado, independientemente de su etnia e identidad cultural.

El respeto y el interés en el patrimonio histórico y cultural de absolutamente todos los pueblos indígenas de la región deben cultivarse y fomentarse de todas las maneras posibles con la finalidad de unir a personas de diferentes nacionalidades y contrapuestos puntos de vista políticos. De este modo, los militantes de Ingria Libre participan en diversos proyectos y eventos culturales e históricos, con el objetivo de revivir la cultura local y difundir información sobre los orígenes y las tradiciones de Ingria. En el programa de las instituciones educativas de la región, sostienen que el tema de su historia está, en el mejor de los casos, ausente; y en el peor, los jóvenes habitantes de Ingria reciben información francamente falsa. Al mismo tiempo, es indispensable la reactivación de las lenguas nativas de Ingria que van muriendo lentamente.

Su programa económico está basado en que la región, gracias a su posición geográfica única, el patrimonio cultural e histórico y su potencial económico, es capaz de proporcionar la calidad de vida de sus ciudadanos a nivel de los países europeos de su entorno, especialmente Finlandia y Suecia. La situación actual es que casi todos los impuestos y otros pagos obligatorios recaudados en San Petersburgo y región de Leningrado van al presupuesto federal, siendo las transferencias desde allí a los presupuestos locales mucho más modestas. En todo caso, hay que decir que el mercado interno de la futura república en sí mismo puede proporcionar una demanda de consumo estable. Petersburgo hoy es la metrópolis más grande de la macrorregión báltica, su población total (junto con la de la región) excede la de Finlandia, y es comparable a la de Bielorrusia.

El movimiento social “Ingria Libre” manifiesta vocación europea, manteniendo una posición euro-escéptica con respecto a Bruselas, pero declarándose sin ambages parte integrante de la civilización y cultura europea. Ingria Libre es un movimiento social joven con pocos años de andadura, que hasta ahora ha mantenido contactos con los regionalistas de otras regiones de Rusia (Karelia, Siberia, los Urales, Zalesie,…) así como con los regionalistas de Ucrania (Galitzia, Transcarpatia, Besarabia…). Ya desde el pasado año se comenzaron a establecer contactos plenos con los representantes de los partidos y movimientos regionalistas en Europa, y con la Alianza Libre Europea.

Del 1-0 durante el referéndum de Cataluña este movimiento organizó una concentración de apoyo frente al Consulado de España en Petersburgo. El 27 de octubre, día en que el Parlamento de Cataluña votó a favor de la Declaración de Independencia, «Ingria Libre» acogió el nacimiento de la República de Cataluña con suma alegría, expresando su solidaridad y apoyo al gobierno y pueblo catalán, y manifestando que el pueblo es portador de la soberanía, y que su voluntad expresada en referéndum es el criterio supremo de legalidad. Reclama de la Unión Europea, como institución supranacional paneuropea, que garantice los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos europeos, incluido el derecho a la autodeterminación. El desarrollo histórico siempre implica cambios con momentos tensos y complicados. Pero es útil recordar que la mayoría de los estados europeos modernos fueron creados por quienes antaño fueron llamados «separatistas».