Esta semana, en Madrid, se ha presentado en sociedad el grandioso portal digital ‘Historia Hispánica’, al parecer pionero a nivel universal. No sé lo que ha costado, pero lo ha pagado el ministerio de Ciencia, y sí he podido comprobar la pompa con la que se ha dado a conocer en un acto suntuoso. La entidad que lo ha promovido es la Real Academia de la Historia, que nació en 1735 bajo los auspicios de Felipe V y que encabeza quien fue preceptora del entonces príncipe y hoy rey Felipe VI, Carmen Iglesias, condesa de Gisbert desde 2014 por obra y gracia del ahora emérito y autoexiliado Juan Carlos. En ese mismo 2014 había sido elegida directora –era la primera mujer en tener el cargo– de esta ostentosa Real Academia, a cuyo frente sigue a sus 80 años.
Especialista en el siglo XVIII, Carmen Iglesias es, sin duda, toda una señora y una gran patriota que acumula premios y cargos de ‘postín’. En la RAE, por ejemplo, ocupa el asiento E –’E’ de España, claro–, que como se puede imaginar es de los más apreciados y que antes de ella había sido el de Gonzalo Torrente Ballester, el escritor que proclamó que los llamados ‘papeles de Salamanca’, llevados de Cataluña por las tropas franquistas, lo eran ” por derecho de conquista”. Además de preceptora del niño Felipe, Iglesias fue tutora de la infanta Cristina. Entre otros muchos honores ha tenido el de ser miembro del Consejo de Estado, desde el que coordinó el proyecto ‘Símbolos de España’, y el de haber presidido la editorial del diario ‘El Mundo’ de 2007 a 2011, años de gloria de Pedro Jota de las teorías de la conspiración –el Titadyne de ETA– por los atentados del 11-M. Iglesias es también cronista oficial de la Villa de Madrid. Es una ‘grande’, vamos.
Pero vayamos al portal en cuestión. En la presentación, para la que Iglesias convocó a su antiguo pupilo real, además de numerosas autoridades, incluida la vicepresidenta Nadia Calviño, la directora académica proclamó que, gracias a ‘Historia Hispánica’, “tenemos la oportunidad de elevar un poco más el amor de los españoles por su pasado”. ¿Pero qué pasado? Pues esta fabulosa herramienta contiene información sobre más de 50.000 personajes, la ubicación de 20.000 eventos y, ¡atención!, se remonta a 1.350.000 años antes de Cristo. Lo han leído bien: la historia hispánica parece que empezó hace un millón largo de años. Toda una precisión académica. Felipe V tampoco se quedó corto en su discurso: si su expreceptora modestamente pidió “más amor” por la historia propia, el monarca apeló directamente al “orgullo” y declaró con solemnidad que la historia hispánica “es única en el mundo”. ¿Se imaginan que llega a haber otra igual? Sólo nos faltaría ésta. Pues sí, en efecto, las historias locales, regionales, nacionales, imperiales o lo que sean tienen, mira por dónde, la característica intrínseca de ser únicas.
En fin. Palabras vacías llenas de sentido: casposo nacionalismo de Estado. Patrioterismo. De esto va esta anacrónica academia disfrazada con herramientas modernas, una institución que, por cierto, entre sus socios protectores, junto a las fundaciones de los grandes bancos y empresas de España, tiene uno que, ¡ay!, apenas también esta semana ha caído en desgracia por la extensa manía de querer pagar menos impuestos. Lo han adivinado: se trata de la Fundación Rafael del Pino. Sí, el de Ferrovial. Y para que el lector se acabe de hacer una idea de qué tipo de institución estamos tratando, en la lista –esta más corta– de los socios benefactores de la Academia de la Historia está la Real Asociación de Hidalgos de España.
Visto todo esto, no debe extrañarnos que el arqueólogo Alfredo González-Ruibal, él sí un prestigioso historiador, haya llegado a la conclusión de que lo mejor que podría pasar es que esta academia se disolviera. Pero como dicen en castellano, “no caerá esa breva”.
ARA