Ya salen voces diciendo que el 2014 es demasiado pronto

A medida que se acerca 2014 comienzan a surgir voces del sector catalanista que piden que se aplace la consulta sobre la independencia de Cataluña. No lo dicen así, abiertamente, claro, sino que lo hacen recurriendo al mismo fantasma del miedo del españolismo, pero con una pequeña variante: mientras el españolismo nos amenaza con las diez plagas de Egipto, estas voces catalanistas nos dicen que aún no es el momento. En 2016 sería mejor, o en 2025, que está aquí mismo, o en 2050, que es un número redondo, o el 2114 -¡oh, qué gozo, el 2114! -, Que coincidiría con el cuatrocientos aniversario de la pérdida de nuestras libertades, o el 3001, que también sería un año hermoso porque coincidiría con un cambio de milenio. ¿De dónde ha salido, esta idea alocada de 2014?

 

Que nadie piense, sin embargo, que las voces a las que nos referimos están en contra de una Cataluña con voz y voto en las Naciones Unidas. Eso no. Lo único que pasa es que para ellas la libertad de su pueblo es algo difuso de lo que nunca, nunca en la vida, han hecho una cuestión de principios. Tal como quien dice: “Si quieres regalarme una casa nueva, hazlo. Pero llévame a ella sin que tenga que levantarme del sofá, por favor”. Es la misma actitud que la de los fumadores que no están en contra de dejar de fumar “algún día”. Siempre, claro, que ese día no se concrete nunca y que puedan seguir diciendo “algún día”. Por eso, ahora que el independentismo es mayoría en el Parlamento y que no se puede decir, como antes, que somos cuatro gatos, las voces mencionadas recurren al fantasma del miedo: “¿Y si hiciéramos la consulta y no la ganáramos? ¡Oh, qué horror!”,”¿Y si nos enviaran los tanques? ¡Ay, Dios mío!”,” “¿Y si ese día lloviera y la gente se quedara en casa? ¡Qué desastre!”. Todo vale si se trata de dilatar el proceso, todo vale para continuar sentados en el sofá.

 

Naturalmente, saben mucho de disfrazar el inmovilismo y elaboran discursos pletóricos de cordura y de prudencia y de contención y de entendimiento. Son los dueños del sofá y no tienen prisa. El país se cae a pedazos, pero ellos no tienen prisa. Ellos tienen los ingresos mensuales garantizados con los que podríamos alimentar, al menos, tres familias enteras. Ellos dicen que tenemos que ir poco a poco, que se ha de retrasar la convocatoria, que no conviene de unos años; que tenemos que hacer un gobierno de concentración con un partido españolista como el PSOE de Cataluña -que no sólo niega el derecho del pueblo catalán a la libertad, sino que también le prohíbe desde Madrid que lo decida por medio de las urnas-, que debemos buscar la unidad con los españolistas haciendo pedagogía, mucha pedagogía, muchísima pedagogía; que debemos pasarnos unos años mendigando que nos dejen hacer una consulta, y que si aún así no nos dejan, entonces sí, entonces, cuando de nosotros ya no quede nada y vivan los tataranietos de nuestros tataranietos, será el momento de tener un pensamiento. Un pensamiento que batirá el récord Guinness del juicio, de la prudencia, de la contención y del entendimiento, un pensamiento para plantearnos hacer una sardana gigante que deslumbre al mundo y durante la cual repartiremos barretinas, caganers, carnets de seteros y llaveros con el burro catalán. ¡Oh, qué éxtasis poder ser contemporáneos de tan dichoso espectáculo!

 

Esta es, en definitiva, la hoja de ruta del inmovilismo: esperar a que la crisis remita para poder decir que la libertad ya no es necesaria, que la libertad fue sólo un recurso desesperado, una idea de emergencia, que quedará como el delirio romántico de unos cuantos descerebrados que no sabían ver las inmensas ventajas de llevar un dogal al cuello y vivir en cautividad. No es extraño que 2014 les estorbe tanto. El 2014 tiene una carga simbólica que presiona y compromete a todo un pueblo, y saben muy bien que desvaneciendo el símbolo se puede desvanecer también la presión y el compromiso.

 

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