XABIER IRUJO «Si no se imparte genocidio en las escuelas, los repetiremos»

Experto en genocidio e investigador del Holocausto, Xabier Irujo no duda de que Israel está cometiendo una campaña de genocidio en Gaza, pero apunta a la responsabilidad de Europa tanto en aquel exterminio como en lo que ocurre hoy en Palestina, y advierte del riesgo de repetición mientras no se imparta genocidio, que no significa solo matar gente, en las escuelas.


«Las campañas de algo similar a genocidio y masacres que han ocurrido en EEUU, como la esclavitud, no son ni la sombra de lo que ha cosechado Europa. La extrema derecha está orgullosa de ese pasado, porque Europa ha conquistado continentes»

Xabier Irujo (Caracas, 1967) es hijo de cinco exilios familiares. Doctor en Historia y Filosofía, director del Centro de Estudios Vascos de Nevada y catedrático de Estudios sobre Genocidio, presentó en enero en Bilbo “La mecánica del exterminio” (Ed. Crítica), en el que ha invertido veinte años para desentrañar la maquinaria nazi de exterminio, tan «eficaz» que en los últimos tres años mató a 12.000 personas al día. Una estrategia «cocinada» en Europa que le lleva a afirmar que criticar a EEUU desde aquí es «un poco ilegítimo», porque «ahora Europa es mucho más peligrosa que EEUU» con el avance de una extrema derecha que «ha dado gobiernos fascistas y neonazis».

-Se ha escrito tanto sobre el Holocausto… ¿No está ya todo contado? ¿Qué aporta su libro?
-No se ha contado todo, y en algunos casos se ha desfigurado. A partir del juicio a Adolf Eichmann en 1961, tiene lugar una eclosión de la literatura del Holocausto. Se ha escrito mucho, pero conforme nos separamos de un hecho histórico, nos separamos de las fuentes primarias. Yo he hecho un ejercicio de aproximación, con documentación primaria y entrevistas a los supervivientes. Hay tópicos que se repiten y acaban distorsionando la historia. El diablo está en el detalle y el libro lo que hace es detallar mucho todos los procesos de exterminio.
-¿Qué quiere decir con la «mecánica» del exterminio? ¿Se refiere a la optimización de las ejecuciones, a la evolución de ese sistema para matar más rápido, más barato y con menos afectación para los verdugos?
-Existe una mecánica cuya lógica subyacente es una cadena de montaje cuyo producto es la muerte. Es un mecanismo que funciona con una lógica de optimización basada en tres ejes: que el proceso sea lo más efectivo posible, es decir, que la mayor parte de las personas que entran en esa cadena mueran; que sea lo más rápido posible; y que sea con el menor coste, aunque luego se dieron cuenta de que el sistema podía resultar incluso rentable. Era una red de 44.000 centros de reclusión, en los cuales llegó a haber un mínimo de 40 millones de personas, de las que al menos 17 millones murieron. Diecisiete millones de víctimas mortales en 12 años, 1,4 millones al año o más de 3.000 al día. Pero en abril del 42, el 85% de las víctimas mortales finales seguían vivas, lo que significa que esta maquinaria de exterminio llegó a ser tan efectiva como para asesinar a 12.000 personas al día durante tres años.

-Usted habla de desenfoque de la narrativa. ¿A qué se refiere?
-Cuando hablamos del Holocausto tendemos a ver ciertos iconos: los trenes, las cámaras de gas, las literas, los alambres de púas… Los trenes eran un medio eficaz de exterminio, no eran un medio de transporte para llevar a las víctimas a los campos de concentración. La inmensa mayoría fueron a pie y, en muchísimos casos, ya estaban ahí, porque los centros de reclusión -y los guetos (más de mil)- se establecían en las zonas donde ya había población, fundamentalmente judía. Los trenes se empiezan a generalizar a partir de 1941. No tiene sentido meter en un tren a una persona que está en un gueto, que ha perdido el 30% de su masa corporal y está a punto de morir para trasladarla a un campo de concentración con el objetivo de matarla por inhalación de gas venenoso. Se metía a la gente desnuda y apiñada en los vagones en pleno invierno. El viaje tardaba cinco o seis días y en esas condiciones, sin agua ni alimento, suponía la muerte segura.

-¿Hay algo que le haya sorprendido por su crueldad tras entrevistar a supervivientes?
-No era crueldad porque no buscaban eso, sino que el sistema fuera eficaz. Fueron crueles porque fueron eficaces, aunque eso no les exime. El canibalismo, la administración de los cuerpos…

-¿Qué quiere decir con la administración de los cuerpos?
-Nos preguntamos por qué esas personas trabajaban en los campos. Todos eran voluntarios. Eran hombres de entre 17 y 23 años que lo hacían por interés y porque la alternativa era ir al frente soviético, donde la tasa de mortalidad a partir de 1943 era del 85%. Quienes trabajaban en un campo comían bien, no pasaban frío, tenían alcohol a su disposición, las violaciones eran habituales y, desde su lógica, se estaban haciendo de oro. Los prisioneros que llegaban de los guetos no llevaban nada, pero los que salían de sus casas, en muchos casos, llevaban pequeñas cosas de mucho valor como diamantes, oro, joyas… que metían en bolsas pequeñas y se las tragaban o escondían en el recto, la vagina o la boca. Tras las ejecuciones, los prisioneros tenían que abrir los cuerpos en canal para buscar los objetos de valor. Era tal la cantidad que, junto a las mesas forenses, había pequeñas fundiciones para el oro y la plata. Había toneladas.

-El canibalismo tiene relación con otro método de ejecución muy eficaz, el hambre.
-La lógica cambia a partir de junio del 41, con el inicio de la Operación Barbarroja, la invasión nazi de la URSS. En seis meses se ponen en marcha las unidades de acción y a principios del 42 se había exterminado a unas 230.000 personas, la mayoría civiles. Entonces irrumpe un personaje siniestro, Herbert Backe, secretario de Estado de Alimentación y Agricultura, que arguye que, basándose en su sistema, tanto el Ejército como las SS habían sido capaces de exterminar en el mismo período a más de dos millones de personas, la mayor parte prisioneros de guerra soviéticos. Estas personas eran asesinadas enviándolas a campos abiertos y colocándolas en una especie de hondonada con una alambrada. En una o dos noches estaban prácticamente congeladas, sin fuerzas para escapar y morían en días. Otra de las distorsiones se refiere a las cámaras de gas, que mataron a entre dos y tres millones de personas, entre el 12% y el 15%, mientras que el 85% murió, fundamentalmente, ejecutado por hambre y frío. Es un método mucho más efectivo.

-¿Qué papel jugó el sistema educativo nazi en niños y adolescentes?
-El padre del sistema de educación pública como tal es Bertrand de Barère, en el contexto del terror en la revolución francesa. Se adelanta a su tiempo porque no solo es el padre de la educación pública, también de la revolución industrial, no relacionada con la producción de cualquier cosa en cadena, sino con la creación en cadena de ciudadanos patrióticos franceses. Es la imposición de la lengua francesa, la cultura francesa, los valores franceses en las aulas y, por supuesto, conlleva la prohibición de hablar en euskara. El ministro de Educación alemán, Bernhard Rust, lo pone en práctica de forma mucho más brutal y efectiva. Es la base del sistema, los nazis quieren que ellos se conviertan en soldados y ellas, en madres. El nazismo no estaba interesado en las familias, buscaba madres. Lo que hacen es darles a los críos lo que quieren, juegan con la psicología.

-Usted pone un ejemplo.
-Imagínate que llevas a un grupo de chicos de entre 16 y 18 años a un submarino, por ejemplo, a hacer extraescolares. Los mantienes ahí dos o tres meses sin que vean a nadie y dándoles educación sexual, que es básicamente pornografía. Lo mismo se hace con ellas en otro lugar aislado, donde se les da clase, entre otras materias, de educación sexual para hablarles de chicos y de lo patriótico que es tener hijos. Después, se mete a todos en un lugar sin vigilancia. Cuando el régimen hacía algo sin vigilancia o se mostraba flexible, quería decir que esa opción era peor que la norma. Tenemos datos de 1936, cuando metieron a 3.000 adolescentes en un lugar así y en una semana hubo 900 embarazos. Cuando una joven es preguntada por el padre, responde: “Será alguno de los 15 chicos con los que he estado”. Era un sistema obligatorio. Eran la materia prima.

-Se sigue emocionando cuando habla de Mk, aquel niño de 8 años que ahora es su amigo.
-Sí. Su historia es la peor que he conocido, una historia de terror en el peor campo de concentración imaginable. Todo no lo cuento, él no quiere. Cuenta una anécdota de cuando estaba trabajando para un alemán que lo cogió de un campo como mano de obra esclava. El ritual era que estuviera de pie, quieto, cuando soltaba a dos pastores alemanes para que le mordieran. Me enseñó las heridas, tiene toda la entrepierna deshecha. Y no podía llorar porque si no lo entregaban al campo de concentración. Al poco tiempo, uno de los perros, que ya le conocía, le dejó de morder. Al volver un día del trabajo al establo donde dormía en el suelo con los animales, se encontró al perro abierto en canal. El alemán le dijo: «Esto lo he hecho porque no ha mordido a un judío». Me contó que pasó toda la noche llorando porque había perdido a su único amigo. Era un crío de 7 o 9 años cuyo único amigo era un perro que un día no le quiso morder. Cuando pregunto a los supervivientes si alguien les ayudó, les pasó comida o abrigo, me dicen que nadie les ayudó. Nunca.

-¿Al hablar del Holocausto no se olvida de la represión y exterminio de otras minorías no judías?
-Se persiguió a minorías y oposición política de todos los colores, pero el odio y el programa nacionalsocialista se fundamenta principalmente en el odio al judío. El Holocausto es un pico más en una historia de más de 2.000 años de antisemitismo europeo.

-Insiste en la responsabilidad de Alemania y de Europa en el Holocausto, y también en la situación actual en Oriente Medio.
-Hay un vínculo histórico entre lo que ocurrió y lo que está ocurriendo. Se habla de nazis y judíos, pero ni todos los colaboradores eran nazis ni todas las víctimas eran judías. La mayor parte de los verdugos y de las víctimas eran europeas. No se menciona nunca que fue una campaña de genocidio que se gesta, una vez más, en una de las potencias europeas que llevaban más de 500 años cometiendo atrocidades por todo el mundo: colonialismo, explotación, imperialismo, genocidio, esclavitud, etc. Este es un caso más en esa larga cadena de vergüenzas que tiene Europa a sus espaldas. Decimos que [Donald] Trump es un horror -yo estoy en sus antípodas-, pero criticar desde Europa a EEUU es un poco ilegítimo, como mínimo. Aquí tenemos casos de extrema derecha terribles. Hitler, Franco y Mussolini eran europeos.
Palestina era un mandato británico, Siria era un mandato francés y Afganistán es resultado de siglos de imperialismo británico y de otros colores… Europa tiene muchísima responsabilidad en lo que está pasando. Cuando un partido europeo genera esa ola de violencia sin precedentes por el número de muertos, cuando se estaba aplicando en Palestina una política colonial como aquella… todo eso genera un odio visceral. Y de eso es hijo, entre otros movimientos, el sionismo, aunque tiene ramas incluso opuestas al Estado de Israel.
Tras el Holocausto, aunque son europeos, muchos quieren irse a Palestina, que consideran una especie de paraíso. Se crea el Irgún, un grupo sionista extremadamente violento de extrema derecha y con ingredientes religiosos, que es el peor cóctel ideológico que ha dado la humanidad. Se da en todas las religiones, Myanmar, Sudán… La religión ha dado lugar a este tipo de expresiones a menudo, y Netanyahu es un heredero directo.
La violencia genera violencia y esta fue originariamente generada, cocinada en Europa. Lo mismo cuando hablamos de Palestina. Hay grupos como Hamas, de la extrema que sea, pero edulcorada con ese toque de fanatismo religioso. No se puede decir que el pueblo palestino sea Hamas ni que el pueblo judío sea Netanyahu, y a veces tendemos a culpar al pueblo judío con mayor facilidad que al pueblo europeo.

-¿Es un genocidio lo que está ocurriendo en Palestina?
-Lo que está ocurriendo en Gaza son crímenes de guerra y es una campaña de genocidio. Pero también lo que está ocurriendo en Cisjordania, el apartheid. Evacuar a personas de su propio territorio, establecer un sistema de educación público de un solo color en el que no se imparten clases en la lengua del lugar… Estamos ante un hecho de genocidio.
Creo sinceramente que veremos un Estado palestino independiente y un Estado israelí independiente, como estoy convencido de que veremos una república vasca independiente. ¿Cuándo? En esta generación o en la siguiente. Nunca se sabe. No es una utopía, eso sí nos ha enseñado la historia. Pero cuando se dan estos casos, la independencia de Ucrania, de los países bálticos, de Croacia… la pregunta es siempre la misma: ¿para llegar aquí todo este sufrimiento, esta sangre, estas guerras, tantos siglos de persecución y de represión contra lenguas, contra culturas, contra pueblos enteros?

-¿Realmente lo cree?
-Por supuesto que es difícil. ¿Quién podía pensar en 1943 que diez años después iba a haber un Estado de Israel cuando ni siquiera la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial estaba clara? Era difícil ver un Estado de Israel y, sin embargo, surge, aunque surge del odio y eso no conduce a buen puerto. El Estado de Israel, como está concebido a día de hoy, no funciona. Palestina tiene que ser un Estado, pero es difícil saber cuándo y en qué condiciones.

-¿Cómo es posible que Israel esté cometiendo genocidio en Palestina? ¿Cómo ha pasado de víctima a verdugo?
-Lamentablemente, una de las cosas que vemos en estudios de genocidios es que es muy fácil y recurrente. Es tan difícil evitar una campaña de genocidio como crear un mundo en el que las personas no se enamoren. Pues un mundo sin ese odio visceral basado en un patrón nacional, en la identidad colectiva, es imposible. Ahora, son impulsos que se pueden domesticar. Hemos escuchado o leído cosas como “se han dado casos de violación en Gaza”. Eso es absurdo. En todos los casos, eso es parte integral de lo que es una guerra.

-Cuando se presentó la denuncia en el Tribunal Internacional también se habló de «hechos que podrían ser constitutivos de genocidio» porque parece que es muy difícil demostrar un genocidio.
-No necesariamente. Yo estoy absolutamente en contra de una Convención de Genocidio tal cual está ahora plasmada. No solo yo, sino [Raphael] Lemkin, la persona que estuvo en el comité que creó la Convención de Genocidio en Naciones Unidas. Es inaplicable y una caricatura de lo que es el genocidio. No contempla, por ejemplo, la prohibición de una lengua, que es la base del sistema genocida. Una campaña de genocidio no supone matar gente, sino exterminar a un grupo humano como tal. ¿Qué hace de los vascos un grupo humano? Su lengua, fundamentalmente, su cultura, su música, sus tradiciones, su arte culinario… Todo eso hay que destruir. Y, obviamente, hay que matar gente. Esto no está contemplado en la Convención.

-Entonces ¿qué diferencia hay entre crímenes contra la humanidad y genocidio?
-El genocidio, de entrada, es un crimen contra la humanidad. Es muy difícil demostrar en una corte de Justicia que el objetivo de [Benjamin] Netanyahu es exterminar al pueblo palestino como tal, a no ser que él lo admita. Por eso es una convención que no vale para nada. Al contrario, sirve para que se intente juzgar a alguien y no se pueda, y después vengan los negacionistas a decir, “lo veis, si ni siquiera La Haya considera esto un genocidio”. Es terrible.

-Es difícil negar lo que está ocurriendo en Gaza porque vemos imágenes en directo. Los alemanes entonces decían no saber lo que estaba sucediendo. ¿Era posible desconocerlo?
-Era imposible. Hablamos de 44.000 centros de reclusión, con cientos de prisioneros. Algunos estuvieron en funcionamiento tres meses, pero otros duraron 12 años y eran masivos. Auschwitz era una red de 40 centros. Una de las principales fuentes de financiación era el alquiler de mano de obra a fábricas, y esos prisioneros salían y entraban a diario de los campos con sus uniformes y en las condiciones en las que estaban. Hablamos de más de 40 millones de personas. Además, tenían unas necesidades importantes de madera, agua, alimentos, productos químicos y demás para alimentar una industria… y todo venía de fuera. Los soldados que liberaron los campos dijeron que el olor se percibía a 40 millas; es imposible que los alemanes no notaran ese olor y no vieran las columnas de humo de los crematorios. Pero, además, el régimen no lo ocultaba para imponer el terror.

-¿Y fuera de Alemania y de los territorios ocupados?
-Por supuesto que sí. En ese caso no soy tan crítico, hay que ponerse en la situación. El mando aliado occidental y soviético era perfectamente conocedor de lo que está ocurriendo, había fotografías aéreas y demás. Pero ¿qué podían hacer? ¿Bombardear los campos? No tenía mucho sentido, y llegaron a la conclusión de que el objetivo debía ser terminar la guerra. E hicieron un esfuerzo importante para que así fuera.

-Los genocidios son recurrentes. ¿Hemos aprendido algo de la historia?
-Hemos aprendido, pero no se generaliza el conocimiento. Si no hay cátedras de genocidio, si no se imparte, no el Holocausto, sino genocidio en las escuelas, si la gente no tiene ni idea de lo que es una guerra o un bombardeo, seguiremos cometiéndolos, los repetiremos. La ficción no ayuda. En las películas vemos que, a quien le pegan un tiro, muere en el acto, que la guerra es honorable… Pero las armas no matan de forma inmediata, hay que dar exactamente en el corazón o en el cerebro.

Adolf Eichmann, durante el juicio celebrado en Jerusalén en abril de 1961, acusado de matar a millones de judíos durante la II Guerra Mundial. La lectura de los cargos que figuraban en su contra se prolongó durante una hora y quince minutos en la jornada de apertura del juicio. (Bettmann | Getty Images)

-¿Cómo sería Europa si hubiera vencido el nazismo? ¿Qué opina del avance de la extrema derecha sobre todo en los Estados que sufrieron regímenes totalitarios?
-La situación sería terrible. Ahora Europa es mucho más peligrosa que EEUU. Aquí hay mucho más combustible y, para que se dé una campaña de genocidio, solo hace falta una chispa, que puede ser una crisis mundial, regional o local. Es lo que ha ocurrido en Palestina. Había odio visceral en ambos extremos, palestino y judío. La extrema derecha en EEUU ha dado lugar a Trump, pero en Europa ha dado gobiernos fascistas o neonazis. Las campañas de algo similar a genocidio y masacres que han ocurrido en EEUU, como la esclavitud, no son ni la sombra de lo que ha cosechado Europa. Los grupos de extrema derecha están absolutamente orgullosos de este pasado, porque Europa ha conquistado continentes enteros. No nos podemos tomar a broma lo que está ocurriendo.

-¿Con qué le gustaría que se quedara el lector tras leer su libro?
-El objetivo del libro es dar a conocer en detalle qué significa, en el caso del Holocausto, el genocidio, el sistema de ejecución, la propia guerra. Hacerlo con el máximo detalle para que la gente cuando vea que se están produciendo fusilamientos en Ucrania entienda lo que eso significa. Lo mismo que procuré hacer con el libro “Gernika. 26 de abril de 1937”, para que se sepa qué significa morir en un bombardeo, que en absoluto es como en las películas. Para evitar que ocurra algo parecido, para posicionar a cualquier persona en contra de estas atrocidades.

GARA-NAIZ