Tengo la impresión de que una vez más nuestros adversarios nos han adelantado a la hora de construir el relato de la situación y pandemia actual y darle una salida mediática rápida y eficaz para ellos y que nos deja fuera de juego y desorientados a nosotros Y una vez más no estamos elaborando nuestro relato desde todos los sectores independentistas, incluidos los sectores del independentismo de izquierdas; no únicamente no lo estamos elaborando sino que vamos a remolque de un relato unionista absolutamente impresentable, mostrado además de forma pésima, y además lo estamos comprando sin demasiados escrúpulos ni repugnancia.
Es cierto que el unionismo (de derechas, superderechas e izquierdas de todos los colores) tiene en sus manos unos instrumentos esenciales de poder, -el BOE, todo el sistema judicial de jueces y tribunales, todo el poder de la casta empresarial ‘Ibex 35, todo el sistema militar y policial, el gran poder mediático de radios, canales televisivos, periódicos en digital y en papel y una inmensa red de opinadores, instagramers, tuiteros, gente que llena las tertulias y las plataformas digitales; al frente de la monstruosa red del Estado, -formal e informal- suerte de que tenemos su ineficacia y desorden permanente. Es cierto también que frente a todo esto el único instrumento real de poder que tenemos es la gente -el pueblo- y algunas voces surgidas de este pueblo organizado que raramente coinciden con dirigentes políticos de los Parlamentos autonómicos de los Países Catalanes. De hecho estamos asistiendo en directo y en vivo al funeral del sistema autonómico como red de transmisión y subordinación de la Constitución del 78. Y esto nos debería alegrar y hacer del mismo el pilar fundamental de nuestro relato respecto evidentemente en primer lugar a la pandemia de Covid-19 que está haciendo enfermar y morir a tantos miles de personas; elementos de este relato propio nuestro ya han salido a la luz pero todavía es un relato descabellado y cojo y sin liderazgos claros: no hay duda de que ahora todo el mundo ve que los sistemas sanitarios han sido objeto de una desinversión y privatización sistemáticas (los conocidas recortes) y que su indiscutible excelencia ha descansado y descansa una vez más en la gente -el personal sanitario considerado ampliamente desde enfermería, médicas, personal de mantenimiento, logística…- ahora nos dedicamos a aplaudir su trabajo y a considerarlos héroes y heroínas pero en nuestro relato deberíamos destacar la precariedad que reina y la necesidad de garantizar realmente una sanidad universal pública y remunerada justamente; igualmente ocurre con los servicios sociales y el trágico escándalo de las muertes en las residencias de ancianos, tratados como aparcamientos para la vejez sin garantías de tratamientos médicos adecuados y permanentes y atendidas por un personal con sueldos y garantías laborales que no se corresponden a la importancia de su trabajo. Igualmente con el sistema educativo: la pandemia ha revelado las mil y una grietas que muestra el sistema en sus tres patas: las familias, el alumnado y el profesorado: se ha querido continuar con un sistema de trabajo en casa telemáticamente y enseguida ha quedado al descubierto que en el sistema reina la desigualdad: no hay herramientas tecnológicas para todos, no todas las casas tienen condiciones y hay familias cuyo problema no es que se pueda trabajar en casa sino tener casa y tener un trabajo.
Todo esto nos lleva a que en lugar de los mensajes institucionales del Gobierno de España, su lenguaje patriotero y bélico y su escenografía militar y la insistencia en una deseada “vuelta a la normalidad” deberíamos centrarnos en el relato de cómo entramos en este “estado de alarma” y de cómo saldremos que no puede ser de modo alguno ni con autoritarismo ni con el centralismo típico español con el que ha comenzado ni con la “nueva normalidad” (ay, qué miedo mete este concepto que incluso ha comenzado a usar el M.Hble Quim Torra) con la que ya se insinúa que debemos continuar.
El primer consejo que daría a la gente es que apague la información oficial, venga de donde venga y se lea con atención el decreto “de estado de alarma” y todo lo que cuelga del mismo, sobre todo respecto a las fronteras, la fumigación del territorio por tierra y aire a cargo del ejército, el control de las personas, de sus ideas y sus movimientos, las multas y los castigos desproporcionados… Dediquen uno de estos encuentros telemáticas que ahora están a la orden del día a estudiar el decreto, su aplicación y sus consecuencias. Y llegarán a la conclusión de que no sufrimos únicamente Covid-19 sino además el Covid-155. Que están aprovechando la presencia y estragos de este nuevo virus para aplicar un auténtico estado de excepción que no es precisamente nuevo porque conocemos sus características e intenciones: persecución judicial, multas, juicios, cárcel, exilio, recortes de derechos, aumento de la desigualdad, más privatizaciones…
El segundo consejo es estudiar seriamente qué fueron y representaron los ahora resucitados “pactos de la Moncloa”. ¿Quién estaba detrás? ¿Qué pretendían y cuáles fueron sus consecuencias?: son la prueba de que entre reforma y ruptura con la dictadura franquista se eligió el pacto reformista con las fuerzas que mandaban en la dictadura y entre los firmantes se encuentran personajes que aún colean como Felipe González y Miquel Roca y fuerzas sindicales que todavía viven de la rifa que sacaron de aquel pacto, como CCOO.
El tercer consejo es que no nos dejemos embaucar con la retórica falsamente humanista que destilan las informaciones y los anuncios de entidades y empresas: mientras se lamentan por el coronavirus y ofrecen todo tipo de ayudas, están lanzados a sacar adelante ERES y ERTES a raudales. Y así nos encontramos que sindicatos como UGT juegan al doble juego: denuncian los puestos de trabajo que estamos perdiendo y al mismo tiempo ¡plantean un Expediente de despido de sus propios trabajadores! Y entidades de acreditada vida democrática como el Ateneu Barcelonès presentan un ERE contra su personal; ya son miles las empresas que con razón o aprovechando la ocasión envían a sus trabajadores al paro o a trabajar telemáticamente en casa y en condiciones más esclavas.
Al igual que se está aprovechando la pandemia para ocultar los manejos del Borbón de turno, también se está aprovechando para terminar de enterrar el cadáver de la autonomía y volver a hablar de “provincias”, “mando único”, España una Grande y Libre etc .: esto tampoco es una novedad: saca de nuevo la cabeza la famosa LOAPA que vino de la mano del coronel Tejero de la Guardia Civil y su golpe de estado; y vuelve a haber una luna de miel entre el PSOE (Podemos no cuenta para nada) y la Benemérita. No creo que sea necesario hablar de los antiguos Pactos de la Moncloa porque los nuevos se están cocinando delante de nuestras narices: se llaman -ya ha comenzado el relato propagandístico- “Nova/nueva normalitat/normalidad”. Y la pregunta que nos tenemos que hacer es la que encabeza este artículo: ¿de qué normalidad hablan? ¿De la que significa que seguiremos teniendo presos y exiliados y nuevos juicios, multas y extorsiones diversas? ¿De la que ha conseguido vaciar las calles y encerrarnos en casa? ¿De la que piensan que nos olvidaremos de la lucha social y por la independencia de nuestra tierra? ¿Es que piensan que en la “nueva normalidad” daremos por terminada la lucha por la república catalana independiente? Como decía el famoso microrrelato de Augusto Monterroso, ellos también cuando despierten del sueño pandémico se encontrarán que el dinosaurio del independentismo todavía estará allí.
* miembro de la CUP Barcelona y de la ANC
LLIBERTAT.CAT
https://www.llibertat.cat/2020/04/tornar-a-la-normalitat-quina-normalitat-la-del-covid-155-47809