Tras una Diada en la que el independentismo salvó los muebles, pero que evidenció que se encuentra en horas bajas, el presidente de la ANC, Lluís Llach, reflexionó ayer que, si bien el objetivo sigue siendo la independencia lo antes posible, la estrategia exige ahora “renacionalizar” Cataluña. En su presentación hace algunos días, Nova Esquerra Nacional, una de las listas que aspiran a liderar ERC, venía a decir lo mismo: ahora hay que reforzar a la nación. Durante muchos años, el término ‘nacionalismo’ ha sido proscrito al asociarse a sus connotaciones más repulsivas. Y ciertamente el independentismo creció cuando amplió miras y dejó de asociarse al nacionalismo más rancio. Pero si Cataluña tiene derecho a la autodeterminación es porque es una nación, un sujeto político con rasgos propios y distintivos, empezando por la lengua y la cultura, pero prosiguiendo por la historia, la economía, la voluntad de autogobierno, las leyes, la apertura al mundo y la idiosincrasia de su gente. Quizás ahora toca replegarse y volver al nacionalismo, eso sí, bien entendido, redefiniéndolo en un concepto moderno, inclusivo y atractivo, porque es de ahí de donde parte todo. Y de paso puede ser un punto de partida excelente para rehacer la estropeada unidad política del soberanismo. Mientras haya nación, habrá un latido que la querrá libre.
EL PUNT-AVUI