Vasconia, tierra de misión

LA bendita tierra vasca ha estado a la cabeza del reino de las Españas, en formar y enviar a los más lejanos confines a un tropel de curas, frailes y monjas, para propagar la fe católica. Todavía en la última obra de Eslava sobre el rancio y castizo Madrid de los 50 del pasado siglo, los elementos del clero secular y regular, son todos de sonoros (a la madrileña) apellidos euskaldunes. Recordemos aquellos territorios (Los Ríos, Amedabad etc.etc.) que debían ser recuperados para la verdadera religión, tal y como se proclamaba en nuestra infancia. Los vascos eran la avanzadilla del ejército que trataba de convencer a los indígenas por las buenas, ya superada la época de la conquista (por las malas).

Hoy en día se ha invertido la tendencia. La materialista superación del fenómeno religioso ha hecho reducirse muy notablemente la labor misionera vasca. Por el contrario, y ya no en el espacio religioso, las “provincias vascongadas”, así como el reino de Navarra, se configuran en “tierra de misión” en el ámbito estrictamente político. Frente a los colectivos vasquistas, sean más o menos radicales o moderados, se articula un frente de hierro compuesto por los dos partidos españoles (PSOE y PP), que se disponen a gobernar con un sentido absoluto de la exclusividad; pretendiendo que en coherencia ello implique arrojar de los nichos del poder político, económico y social al espectro global de fuerzas vasquistas o nacionalistas.

Prima así el concepto nacional sobre el social. Lo importante es defender con energía el “ser español” de los naturales de las Vascongadas, superando atisbos de identidad o voluntad conformadora vascas. Todo ello tan legítimo como su posible alternativa, por más que nos cueste ver empeñado en tal “misión” a una presunta fuerza de izquierda (el PSE dentro del PSOE). Se recomienda en este plano la atenta lectura de las “bases para el cambio democrático al servicio de la sociedad vasca”, que firmaron el PSE y el PP con la clara intención de ocupar el ejecutivo de Vitoria- Gasteiz, o las bases que han firmado UPN y PSN en la Comunidad Foral de Navarra.

Si para tal fin se requería la neutralización del colectivo de la izquierda abertzale, declarada inexistente por “la razón legal” de su disolución, así se hacía con tranquilidad, fundándose en la razón de la existencia de ETA. Que ETA acordaba una tregua indefinida abriéndose un camino casi irreversible hacia la paz, no tenía mayor importancia para seguir mandando a las catacumbas al componente abertzale y seguir gobernando el “País Vasco-navarro”. Eso sí, si la cuestión electoral venía mal dada -véanse las recientes elecciones forales y locales-, se hacía un compulsivo llamamiento al PNV, para que por “responsabilidad”, cerrara filas a favor de quienes son tributarios de la unidad de España y de su destino en lo universal.

En 2001, elecciones al parlamento vasco de mayo, ya existió una auténtica revolución de quienes no pasaban por las horcas caudinas, y que con Ibarretxe de capitán, rompieron la dinámica pretendida del monopolio español por estas tierras. Diez años después, se ha producido una continuación del no vasquista a quienes por razón de españolismo a ultranza, se niegan a ceder la más mínima parcela de poder a los indígenas de turno: los vasquistas del siglo XXI.

El ejemplo navarro de gobierno de UPN-PSN (que para ello apostata definitivamente de cualquier barniz progresista) es una muestra de ese tesón de imposición y de aniquilación de las fuerzas políticas y sindicales de base territorial vasca. La contumacia en proseguir con un gobierno de la CAV, bajo la estricta dirección del PSE y la acreditada supervisión del PP, pese a la última demostración del voto vasquista o nacionalista expresado en legalidad, solo se explica en razones personales (¿quién puede negar a López su deseo de proseguir en la Lehendakaritza?), o la esperanza que esta correlación de fuerzas (60% frente a 30%), sea una mala pesadilla que desaparecerá con el tiempo.

La extensión a diputaciones y ayuntamientos del “pacto por la normalización” prometida por el lehendakari y los partidos que le sostienen, se ha producido, pero mucho nos tememos que no en la dirección querida por sus promotores. Sin ser adivinos no es difícil aventurar que la “misión” de conversión a la verdadera fe política, no ha funcionado precisamente en el ámbito territorial de Vasconia. ¿Será llegado el momento de dar el paso adelante decisivo en el autogobierno vasco a propuesta de la globalidad de fuerzas políticas y sindicales vasquistas?

 

Publicado por Noticias de Gipuzkoa-k argitaratua