Como ocurre con la estimación dineraria de una vida, cuando se suscribe una póliza de seguro, tampoco conviene equivocar el valor de una obra de arte con su precio, algo que, según Antonio Machado, sólo se le ocurre a un necio. Pero, claro, las obras de arte como mercancías tienen también precio y, por tanto, son susceptibles de entrar en el correspondiente trajín especulativo.
Por otra parte, en una sociedad como la nuestra, donde muchas veces el valor económico se erige en el único criterio, sólo cuando algo o alguien alcanzan cifras astronómicas logran ser tomados en serio. Me parece imprescindible hacer estas consideraciones elementales antes de entrar a comentar los nuevos récords alcanzados en subasta por obras de artistas contemporáneos, como las de Rothko, Warhol o el todavía joven Damien Hirst. En relación con los dos primeros, quizá nos sorprenda más la creciente pujanza económica de Warhol, porque, como uno de los fundadores del pop art, introdujo una nueva concepción del arte inspirado en los medios de masas y realizado sin que la factura manual fuera relevante. No obstante, hoy vivimos en una cultura plenamente pop y la creación artística ha perdido el aura de la sacramental obra única, con lo que todo ayuda a impulsar el reconocimiento crítico y el valor económico de quienes fueron sus primeros heraldos.
Por lo demás, si hablamos de mercado de arte, no conviene desdeñar que éste se cuece hoy todavía, sobre todo, en Nueva York, ni tampoco la dura lucha existente por promocionar principalmente los valores que allí se fraguan, en la que intervienen asimismo los agentes culturales que avalan la trascendencia histórica del arte americano. En este sentido, es muy significativo que algunos críticos de aquel país, como A. Danto, repitan que la figura esencial del arte contemporáneo es la de Andy Warhol, aun a costa de borrar todos los antecedentes dadaístas, que, décadas antes, en Europa, crearon lo que el pop art luego explotó de forma muy brillante y eficaz. En cualquier caso, lo que no se puede discutir, sea Rothko o sea Warhol, se coticen más o se coticen menos, es que ambos son figuras capitales de la segunda mitad del arte del siglo XX, así como que, desde hace por lo menos un cuarto de siglo, el mercado se interesa cada vez más por la producción actual y que, por tanto, veremos seguir batiéndose récords al respecto.
Pero, volviendo sobre a Warhol, hay que tener en cuenta que este artista no sólo fue uno de los primeros y principales fundadores del pop americano, sino que él mismo se encarnó como la primera manifestación de un creador artístico como estrella; es decir: hizo de su propia vida un espectáculo y jamás se olvidó de actuar como tal.