Si vamos a soñar, hagamos sueños sin mugas. Cuando Edmundo Burke vislumbró el denominado cuarto poder, supo que su potencialidad superaría incluso a los poderes convencionales. La prensa (radio, televisión, etc.) no iba a ser un mero espejo de la opinión pública. Sería mucho más. ¿Hoy quién duda de su papel como modeladora y generadora de opinión? ¿No depende de ella en gran parte la estabilidad e incluso el diseño de los gobiernos? Este hecho, en gran medida, le hace responsable de la trágica situación actual del mundo.
Desearle el tópico feliz año a los medios debiera implicar exigirles más honestidad, objetividad y sobre todo más implicación en una auténtica búsqueda de la paz y de la justicia social. Pero posiblemente, hoy por hoy, esta exigencia no pase de ser un puro brindis al sol. Nadie duda de que los medios de comunicación están sometidos a los espurios intereses de las transnacionales y del gran capital. Pero por pedir que no quede, sabedores de la censura y del control que ejercen todas las líneas editoriales de todos los medios. Y sobre todo de la asfixia a la que someten al pensamiento libre y asimétrico.
El desear a los medios un nuevo feliz año va a ser un puro convencionalismo, es probable. Allí seguirán las mismas firmas, los mismos tertulianos, las mismas nóminas. Y se escucharán los mismos exabruptos sobre lo divino y lo humano.
Hoy difícilmente nos sorprendemos. Cuando uno se habitúa a leer y oír a los oráculos de la política actual (los de siempre), es indiferente el tema de que se trate, uno, mecánicamente, ya espera los mismos raciocinios y respuestas. No hay novedades. Es como si se les hubieran agotados todos los caminos. Lo más probable es que ese encorsetamiento, sea debido a las restricciones que les imponen los medios para pulular entre ellos.
“Puedes elegir cantar, bailar, hacer el amor como nosotros. Pero sobre todo debes exigir pensar como nosotros” decía Marcos. Se pondrán en el candelero a Chávez y a Evo Morales porque tienen petróleo y frenaron la agresión inhumana del ALCA. Se hablará de la democracia de Cuba y del dictador Fidel porque ése es el estereotipo que ha fabricado el Pentágono. No se pondrá en tela de juicio (tal vez alguien ose tímidamente y muy sotovoce) la “democracia” yanqui, prácticamente con un partido único, más descarado desde la caza de brujas del macartismo. ¿No están a la postre ambos partidos al servicio de las mismas multinacionales y de la misma política imperialista? ¿Es la democracia cubana o la gringa la causante de este desbarajuste planetario?
¿Pero alguien se cree lo de la democracia cuando todo gira en torno a los dictámenes de los altos funcionarios de las altas finanzas votados por nadie? ¿El hecho de que algunos países privilegiados tengamos nuestros comicios supone un mejor reparto de la riqueza y del bienestar social? ¿Puede llamarse democracia a unos sistemas donde el capital de día en día es más desalmado, despótico y pretencioso? ¿Qué democracias solidarias son éstas, “las del primer mundo”, que van extendiendo progresivamente el hambre y la miseria por todo el planeta?
Pues señores tertulianos, sean más honestos y muestren su indignación con quien más la merece. Denuncien sin ambages la moral alambicada y clasista de Occidente. Expliquen claramente que no existen países pobres sino empobrecidos por la explotación de materias primas, caladeros marítimos, etc., que imponen “nuestras democracias”. Condenen los gobiernos corruptos de ese Tercer Mundo, que “nuestros” BM y el FMI favorecen. Alguien decía “liberalicen los mercados y liberarán a la humanidad”.
¿Y en nuestra Euskalherría? No se desmelenen tanto contra la violencia callejera (que por cierto me parece una aberrante estupidez, y sé que expresarse así nos veta en ciertos medios). Denuncien la violencia estructural (incomparablemente más grave), de un estado que tortura, prolonga injustamente condenas y se inventa juicios con consecuencias dramáticas.
Por eso me cuesta digerir tópicos como ese “urte berri on”. Y por esa razón le parece a uno hasta perversa esa inflación hipócrita y vacía de felicitaciones, que hasta la saciedad vomitan todos los medios de difusión. Pero al parecer hemos de seguir representando esos convencionalismos sin sentido. Al menos hasta que a todos nos entre un poco la sindéresis y una mínima sensación de vergüenza.
Pero de momento no parece que el espíritu auténtico de la navidad (¿será el de la solidaridad y el de la auténtica justicia?) nos imbuya y sobre todo recale en ese cuarto poder.