Una tendencia… abrumadora

Hace justo una semana que el Centre d´Estudis d´Opinió presentaba la segunda oleada de su Barómetro de Opinión Pública. Y en una típica tormenta de verano de esas que crecen y mueren rápidamente en los medios de comunicación, se destacó el resultado de una nueva pregunta que se había añadido al cuestionario sobre la intención de voto en el caso que “mañana se hiciera un referéndum para decidir la independencia de Catalunya”. Aunque la polémica se centró en el hecho de incluir la pregunta sugiriendo malintencionadas -y ridículas- relaciones con el hecho de que el CEO ahora dependiera de Presidència, todo hace pensar que lo que más incomodó a algunos fue el resultado: el 42,9% de los entrevistados respondieron que votarían sí. Teniendo en cuenta la abstención declarada, esto supondría un 60,3 de votos afirmativos con una participación del 71,1%. Por cierto, unas cifras inimaginables ni en el Quebec ni en Escocia, a pesar de ser países democráticamente más adelantados, donde preguntar ya no ofende.

Las objeciones al hecho de que el CEO pregunte sobre la independencia no merecen demasiada atención. Sólo ponen en evidencia las debilidades e inconsistencias políticas de quienes las plantean. Si en los últimos años ha habido algún debate en la agenda política catalana que haya conseguido movilizar como nunca y como nadie a sus ciudadanos, este es el de la independencia. Afirmar, como se ha hecho, que se trata de una pregunta “perversa”, indica la estrechez a la cual se querría someter el debate político, encerrándolo en las rejas de la prisión constitucional. Y negar su legitimidad con el argumento que la pregunta no ofrece otras alternativas, es directamente mala fe o ignorancia, porque el Barómetro del CEO sí pregunta desde hace tiempo por los modelos de Estado y, en cualquier caso, el punto del debate público que se intenta medir se formula precisamente entre dependencia o independencia, que es la cuestión clave.

Pero vamos a los resultados. La atención se ha puesto en el voto a un posible referéndum. Y hay que decir que no hay sorpresa alguna, sino que se confirman los resultados de estudios anteriores, de instituciones diferentes y metodologías diversas.

El de DYM para la UOC en febrero de 2010 (encuesta telefónica y muestra de 2614 entrevistas), en un momento de máxima tensión a la espera de la sentencia del Constitucional, daba un 50,4 de votos favorables para un 17,8 en contra y una abstención del 24,6, con un 7,2 de no lo sabe/no contesta. En el Racòmetre de RAC1 de 28 de septiembre de 2010 (encuesta telefónica y muestra de 1.000 personas), la intención de voto favorable era del 48,8 para un 41,4 en contra, pero no daba la opción de la abstención y los NS/NC eran del 9,7%. En el Barómetro de Fundacc de marzo-abril de 2011 (encuesta presencial y muestra de 5.135 personas), la encuesta más completa y fiable de todas y que incluye a la población extranjera tenga o no derecho de voto, daba a un 34,3 al sí, un 26,7 al no, 5,7 votos en blanco, 14,1 de abstención y 19,3 de NS/NC. Si no se cuentan los NS/NC, mucho más elevados por el hecho de incorporar a los extranjeros, los sí llegaban al 42,4, y los no al 33,1%. Finalmente, el último del CEO de junio de 2011 (encuesta telefónica y muestra de 2.500 personas), como he dicho, daba un 42,9 al sí, un 28,2 al no y un 23,3 de abstención, con un 4,1 de NS/NC. Sobran los comentarios sobre el claro predominio del sí, incluso antes de que ninguna formación política mayoritaria haya planteado el referéndum y haya defendido el voto afirmativo. Y a pesar de las lógicas presiones en contra que se producirían en caso de que se celebrara el referéndum, hay pocas dudas sobre el incremento de las posiciones favorables que se conseguirían con una buena campaña en positivo.

Los nuevos datos del CEO aportan, entre otras, dos constataciones de mucho interés. Primero, que hay votantes independentistas en todos los partidos. Según una observación que debo a Francesc Abad, CiU aporta el 37,6% y el PSC un 8,4 al total de los sí al referéndum. Pero atención: los partidos explícitamente independentistas sólo suponen el 17,2%, mientras un 12,6% favorables a la independencia son abstencionistas habituales. Por lo tanto, se afianza la idea de que la independencia es cosa de todos. En segundo lugar, merecerían todo un seminario académico las respuestas a la famosa pregunta sobre hipotéticas identidades políticas (más catalán que español, tanto una cosa como la otra, solo una de ellas…), que es conceptualmente confusa, intelectualmente tramposa y está sociológicamente fuera de tiempo. A pesar de todo, lo más curioso de esta pregunta -las respuestas a la cual consuelan políticamente a los adversarios de la independencia-, es que las proporciones no se mueven por nada del mundo. Es decir, que la relación emocional estable a los territorios de origen en ningún caso es un obstáculo para la evolución positiva de una opinión favorable a la independencia de Catalunya, cada vez más relacionada con la esperanza de un incremento futuro de las oportunidades de bienestar social y de dignidad política. Se acaba el tiempo, pues, de excusarse en las lógicas vinculaciones al lugar de nacimiento para amenazar con una supuesta fragmentación política del país.

Parece ser que el ministro Rubalcaba, que tiene soluciones para todo, ha querido relativizar el valor de los resultados de la encuesta del CEO diciendo que no pasaban de indicar una tendencia. Acierta, señor candidato: se trata de una tendencia… pero abrumadora.

salvador.cardus@uab.cat

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua