Una propuesta relacionada con Navarra, el derecho y las naciones pirenaicas

El derecho pirenaico (en adelante, DP) se fundamenta en la costumbre, el pacto y la equidad, soportes de los sistemas jurídicos de los pueblos del Pirineo, diferentes del sistema jurídico castellano (Orella Unzué, 2017; Renyer, 2021). El DP se extiende desde los países catalanes hasta Nafarroa-Euskal Herria. Para el antropólogo vizcaíno Xabier Ikobaltzeta (com. per.) el DP es un «derecho de montaña», encontrándose parecidas maneras de organización en el arco alpino. En origen, el DP puede relacionarse con sociedades cuyo ganado pasta en los puertos de montaña en verano, para hacerlo en las llanuras septentrionales y meridionales en invierno, modo de vida que ha definido desde la prehistoria un amplio territorio de residencia e intercambio, una geografía humana pirenaica, más allá del Pirineo en sentido geográfico limitado. Pero, además, el DP extiende su ámbito al mundo atlántico y sus formas de organización jurídica y social. Los vascos han sido grandes navegantes y marinos, y el fuero vasco en algunas de sus expresiones constituye uno de los antecedentes de las actuales leyes del mar (Irujo, com. per.).

Entre los pueblos y naciones pirenaicas existen numerosos nexos histórico-políticos y culturales, incluidos aspectos relacionados con la religiosidad. Aragón surgió como reino en el siglo XI en la región pirenaica centro-occidental. Navarra y Aragón compartieron jefes de estado, una lengua originaria, el euskara, y dos romances propios cercanos. La posterior corona de Aragón integró a los países catalanes (Principado, reino de Mallorca y reino de Valencia, entre otros territorios). Asimismo, ha existido una gran vinculación demográfica, política, económica y cultural de los territorios gascones-occitanos con las poblaciones surpirenaicas.

Pero, como indica Renyer (2023), «a pesar de que las relaciones interpirenaicas han sido una constante histórica, nunca ha sido posible una unidad política equivalente a la confederación suiza (las cursivas son nuestras). El reino de Navarra, el de Aragón, el vizcondado de Bearne y los condados catalanes se entrelazaron mediante vínculos matrimoniales y alianzas de diversa índole, pero no concibieron un proyecto capaz de hacer frente a la emergencia de Castilla —que intervino tempranamente en Aragón para situarlo progresivamente en su área de influencia— y a la expansión francesa a costa de Occitania».

La soberanía y los territorios pamploneses y navarros fueron sucesivamente cercenados por Castilla, España y Francia entre los siglos XII y XIX. A comienzos del siglo XVI Pamplona comenzó a perfilarse como una capital europea «abierta hacia la Edad Moderna y el Humanismo», pero su trayectoria quedó segada por la conquista de Navarra (Asirón, 2024). En la vertiente norpirenaica Navarra y Bearne mantuvieron la independencia hasta el siglo XVIII. Los reyes navarros Catalina I de Navarra (Catalina de Foix) y Juan III de Albret proyectaron la creación de un estado pirenaico para Navarra, Bearne, Foix y otras posesiones, que llegaban hasta Andorra. Los reyes de Navarra fueron copríncipes de Andorra. Años después, Henri III de Navarra y IV de Francia sentó las bases para un primer proyecto europeo (Orella Unzué, 2022). Pero Louis XIII de Francia y, más tarde, la Revolución francesa destruyeron el sueño navarro. En 1789 la asamblea nacional francesa deshizo la legislación navarra, suletina y labortana; también el título del rey de Navarra y la territorialidad del reino.

El Tratado de los Pirineos de 1659 delimitó una frontera —más tarde franco-española— entre coronas e impactó sobre los pueblos pirenaicos, con la voluntad expresa de consumar su separación (Renyer, 2023). La Guerra de Sucesión y los Decretos de Nueva Planta (s. XVIII) acabaron con las leyes (fueros) e instituciones aragonesas y catalanas. El genocidio y terrorismo de estado han servido a partir de 1798 —y aún antes— como vías de disolución de las naciones pirenaicas (Irujo, 2015, 2021, Iturralde, 2025).

Esparza Zabalegi (2024) escribe sobre las tentativas en nuestro país vasconavarro en el siglo XIX de unirse a Francia o de crear una república pirenaica independiente. A comienzos de aquel siglo, el político labortano Dominique Joseph Garat propuso a Napoleón Bonaparte la creación de un estado vasco transpirenaico, que denominó Nueva Fenicia, asociado al imperio francés. El político agoizko Miguel José Azanza albergó planes de unir el territorio vasco peninsular a Francia. Para Irujo (com. per.) el reino de Navarra surpirenaico mantuvo su independencia hasta 1841 y se volvió a luchar por su estatalidad entre 1872 y 1876. Según parece, el general Tomás Zumalakarregi, ante el abandono de la causa carlista por el rey don Carlos, quiso proclamar una república federal vasca. Numerosos viajeros europeos destacaron el amor a la independencia de los vascos. El médico e historiador francés Émile Bégin fue, de alguna forma, más allá cuando afirmó que a los vascos «les place la idea de formar con los aragoneses y los catalanes una república federal independiente» (Esparza Zabalegi, 2024). Victor Hugo (1843, 1985) definió a Gipuzkoa como país de comunas. Para el escritor francés el antiguo espíritu republicano de Andorra y Bagnères se había difundido por los montes Jaitzquivel (sic), que eran, en cierto modo, como el Jura de los Pirineos.

En nuestra opinión, todo parece indicar que, a pesar de su pasado soberano y resiliente, a día de hoy, sin estado propio y expuestas al huracán político, económico y demográfico de la globalización, las naciones pirenaicas se encuentran en la antesala de su total disolución en Francia y España. En diferente grado, sus lenguas están en peligro de extinción. Solo Andorra sobrevive como estado pirenaico independiente e impone, no sin problemas, el catalán como su lengua nacional.

Cada vez parece más evidente que los soberanismos catalán y vasconavarro, más aún en los casos del aragonés y los occitanos y sin ningún partido político fiable que no esté inmerso en la práctica política de los estados ocupantes, no alcanzarán sus objetivos por separado. Quizás su unión o articulación política podría conformar un movimiento encauzado hacia la recuperación de sus estados respectivos y con suficiente peso como para lograr la atención internacional y participar en la conformación de la Europa venidera.

La fundación Nabarralde ha organizado ya tres jornadas sobre DP, en Agurain (2016), Azpeitia (2019) y Auritz-Burguete (2022). Sus contenidos han sido publicados en sendos números de la revista Haria. Zabaleta (2023) apunta que el DP está en declive y pendiente urgentemente de una diagnosis rigurosa; también aboga por la necesidad de «tomar en consideración y proteger las normas, efectos y ventajas del originario Derecho Pirenaico. Y ello no solo por los escasos y exiguos apartados del derecho civil y administrativo en los que sigue vigente, sino, sobre todo, en los ámbitos de la vida social del futuro en los que pudiere tener efecto». Este mismo autor subraya la necesidad de tomar y estrechar contactos con las iniciativas y esfuerzos de los demás territorios en que se expande y conserva el DP; sobre todo, Aragón, Occitania y Cataluña.

Desde la fundación Nabarralde se ha incidido en el DP como «instrumento en la construcción europea» y como «cultura de futuro» (Mindegia y Porto, 2021). Rodrigo Mora (2017) y Renyer (2023) recalcan la importancia del DP y su relación con el derecho natural; igualmente en su relevancia para el futuro. En otro sentido, Turiel (2024) plantea, ante las crisis múltiples que amenazan al planeta y a la humanidad, un modelo para la reindustrialización de Europa cuyos pilares conceptuales, vistos desde nuestra perspectiva, de nuevo nos inducen a pensar en el DP como instrumento de vanguardia ante los acuciantes retos futuros.

En esta línea, tras las jornadas de Agurain, Azpeitia y Auritz, consideramos oportuno dar un paso más y desarrollar, a la vista de la crítica situación de supervivencia de la nación navarra, una reflexión prospectiva en torno a la posibilidad de materializar estructuras políticas comunes entre las naciones pirenaicas; incluso con la mirada puesta —en la cambiante coyuntura internacional actual— en un planteamiento de creación de una confederación de estados pirenaicos (en adelante CEP) o estados unidos del Pirineo, previa derogación de acuerdos, leyes y decretos que han desactivado y separado a las naciones pirenaicas y afianzado los proyectos políticos imperialistas de España y Francia.

La predominante visión atlántica de los partidos autodenominados vascos olvida la geografía, cultura e historia también mediterránea de nuestro país. Los a menudo antagónicos discursos sobre el desarrollo de los ejes atlántico («País Vasco») y mediterráneo (Cataluña) podrían convertirse en planteamientos de estrategia conjunta, ya que una CEP supondría la integración de ambas vías mediante el desarrollo de un eje geopolítico este-oeste en el sur de Europa. Los cambios mundiales se han acelerado. El debate sobre la viabilidad de una CEP enlaza con la posibilidad de reestructurar Europa, con la creación de una alianza y red de estados, con nodos destacados en las ciudades y conurbaciones de Aquitania-Occitania, Cataluña (países catalanes), Aragón y Navarra-Vasconia.

En opinión de Orella Unzué (com. per.), desde nuestro lado centro-occidental, la CEP debería incluir al menos los territorios y señoríos que fueron pirenaicos en su historia, a uno y otro lado de la cadena y, en general, allí hasta donde llegue la toponimia mayor y menor relacionada con la lengua vasca. Desde un punto de vista jurídico, supondría profundizar en el derecho privado y el derecho público pirenaicos, este último, sobre la base de los textos de los fueros territoriales del derecho navarro, aragonés, occitano y de los países catalanes. Es importante estudiar el proceso histórico de estatalización de Andorra. El estratégico estado de Andorra podría constituir un punto de nucleación para el crecimiento de la CEP. A pesar del Tratado de los Pirineos e imposiciones posteriores franco-españolas, todavía siguen vigentes acuerdos transfronterizos entre las dos navarras. De hecho, es uno de los últimos reductos de legalidad foral de la Navarra del norte (Irujo, com. per.). Adquieren importancia las actuales eurorregiones y proyectos transfronterizos. Existen en Europa más de ochenta regiones transfronterizas operando bajo el nombre de eurorregiones (Del Canto, 2012).

Debatir sobre la CEP supone analizar los factores económicos, políticos y sociales que dificultan su creación; también discutir sobre los pasos concretos que serían necesarios para avanzar en su configuración, estudiando los procesos de este tipo que se han dado en Europa —tal puede ser el caso de los países bálticos—, en tiempos recientes (Irujo, com. per.).

Renyer (com. per.) plantea la cuestión de quién podría liderar este eje económico y político pirenaicos. Por ahora ni los gobiernos autonómicos vasconavarros, ni la Generalitat de Catalunya miran en esta dirección. El Gobierno de Aragón insiste en la conexión central pirenaica desde una perspectiva básicamente franco-española. Toulouse-Tolosa está en vías de convertirse en la segunda ciudad de Estado francés y solo participa de la conexión ferroviaria con Barcelona, ajena a toda dimensión estratégica euro-regional. A día de hoy, es más que evidente que no existe un motor político de esta iniciativa transfronteriza, capaz de asumir el reto de definir un interés común a todos los componentes potenciales de un eje pirenaico. Por otro lado, Partal (2025) argumenta la mirada geopolítica fundamentalmente mediterránea de los países catalanes (Països Catalans) que, condicionados por la geografía, históricamente apenas se han relacionado con los territorios de poniente.

Pero necesitamos nuevas perspectivas e ideas —por utópicas que sean— adaptadas al mundo del siglo XXI, que aireen nuestros cerrados espacios físico y, sobre todo, mental y permitan bajarnos de las ruedas de hámster políticas española y francesa —e incluso propias—, dentro de las cuales los pueblos pirenaicos, en una carrera sin desplazamiento, caminamos hacia el agotamiento y una desaparición más que probable.

El inapropiado término de «Iparralde» confunde interesadamente la frontera política franco-española con las vertientes geográficas reales de nuestro país y divide y oculta una parte de Navarra, precisamente aquella donde floreció la cultura renacentista y se proyectó la creación de un moderno estado pirenaico. Contamos con el legado del proyecto político pirenaico y europeísta de Catalina I de Navarra, un nuevo estado de Navarra cuyas bases merecen ser reivindicadas y analizadas. El futuro estatal debería tener en cuenta este proyecto. Sus aspiraciones políticas adquieren actualidad en la actual coyuntura internacional y la decadencia de Europa. Profundizar en esta herencia y en aquel siglo extraordinario del Renacimiento navarro, el siglo de las cuatro reinas (Oria Osés, 1994; López Antón, 2020; Orella Unzué, 2021), para mirar hacia el futuro y ampliar alianzas con las demás naciones pirenaicas, debería ser un tema prioritario.

Agradecimientos

A los profesores Xabier Irujo Amezaga (Universidad de Nevada, EE. UU.), José Javier López Antón (Universidad de Piura, Perú), José Luis Orella Unzué (Universidad de Deusto y Universidad del País Vasco/EHU, Donostia-San Sebastián) y Jaume Renyer Alimbau (Universitat Rovira i Virgili, Tarragona), por la revisión crítica del manuscrito. Sus aportaciones y comentarios han mejorado sustancialmente la redacción final del mismo.

Referencias

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Del Canto García, S. (2012). El modelo de la Eurorregión como figura de desarrollo. The Euroregion model like reference of development. Pecvnia: Revista de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad de León, 15: 129–143. (https://doi.org/10.18002/pec.v0i15.807).

Esparza Zabalegi, J. M. (2024). Zumalacárregui y la República de los Pirineos. Txalaparta, Tafalla.

Hugo, V. (1843, 1985). Los pirineos. J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca.

Irujo, X. (2015). Genocidio en Euskal Herria, 1936-1945, Nabarralde, Iruñea-Pamplona.

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López Antón, J. J. (2020). La Navarra de Ultrapuertos. Margarita de Navarra y Juana III de Albret. Haria, 40: 47–67.

Orella Unzué (2021). Cuatro reinas navarras. Haria (bilduma), 19: 1–307.

Orella Unzué, J. L. (2017). Sistema jurídico pirenaico versus el mesetario español. Haria (bilduma), 7: 15–68.

Orella Unzué, J. L. (2022). Entrevista en:

https://eitb.eus/A_bABBD3/?utm_source=botonmovil&utm_medium=whatsapp&utm_campaign=whatsapp

Oria Osés, J. (1994). Navarra es una colonia española y francesa. Mintzoa, Iruñea-Pamplona.

Rekalde, Angel, en Mindegia, M. y Porto, I. (2021). Angel Rekalde: La experiencia colectiva, la costumbre, es la base del Derecho Pirenaico. Diario de Noticias, 21–03–2021.

Partal, V. (2025). L’Alguer, la balisa geopolítica dels Països Catalans. VilaWeb, 09.02.2025. (https://www.vilaweb.cat/noticies/lalguer-la-balissa-geopolitica-dels-paisos-catalans/).

Renyer, J. (2021). https://blocs.mesvilaweb.cat/jrenyer/significat-expressions-i-valors-del-dret-pirinenc-perspectives-de-futur/

Renyer, J. (2023). La propiedad de la tierra en el Pirineo y su aprovechamiento transfronterizo: repensar el comunal del siglo XXI. Haria (bilduma), 16: 120–136.

Rodrigo Mora, F. (2017). El derecho consuetudinario en Navarra, de la revolución de la alta edad media al fuero general. Haria (bilduma), 7: 70–131.

Turiel, A. (2024). El futuro de Europa. Destino-Planeta, Barcelona.

Zabaleta, F. (2023). Zuzenbide Piriniarra/Derecho Pirenaico. Haria (bilduma), 16: 60–119.

Iruñea, 09 de marzo de 2025