Un terrible panfleto etnicista en La Vanguardia

Carlos Castro es un periodista de La Vanguardia conocido por su trabajo de análisis basado en las estadísticas, especialmente electorales. Hace muchos años que interpreta la situación política utilizando herramientas estadísticas en un trabajo que no siempre es muy acertado pero que normalmente es muy interesante.

Este domingo, sin embargo, Carlos Castro ha cometido un grave error en La Vanguardia, error consentido e impulsado por la dirección de este diario de Barcelona que ha dispensado los honores de los titulares más grandes en el lamentable artículo titulado ‘Sólo 32 de los 135 diputados del parlamento llevan algún apellido más frecuentes en Cataluña’.

Castro y La Vanguardia han analizado en este texto cuál es la relación entre los apellidos más frecuentes en el país y la de los apellidos de los diputados en el Parlamento de Cataluña. Un análisis que podría ser una curiosidad si no fuera por el tono empleado y sobre todo por la frase final donde el periodista se pregunta con base a los apellidos, y como quien no dice nada sobre si la clase política catalana es representativa, en realidad quiere decir sobre si Juntos por el sí es representativo.

La pretensión de Castro es, según afirma, intentar entender cómo se ‘recluta’ la clase política catalana. Inventarse una trama tan compleja para explicarlo es terrible porque todo ello en realidad es muy sencillo de explicar. El elemento determinante para el reclutamiento ‘de diputados es la voluntad popular expresada en las urnas. Y esto se llama democracia. No hay que darle tantas vueltas. Por ejemplo La Vanguardia hizo campaña obsesiva y descaradamente a favor de un señor que se llama Duran i Lleida pero la ciudadanía se negó a darle los votos necesarios. Por eso no ha sido reclutado, no por sus apellidos.

Insinuar que un diputado no es representativo por culpa de su apellido es una tontería intolerable, un menosprecio insultante de la práctica de la democracia y un flirteo con el racismo indigno en cualquier país europeo. El texto de Castro es un panfleto etnicista absolutamente inaudito en este país y por eso mismo preocupante. Un diputado es representativo en la medida que lo vota la gente y para qué lo vota la gente. ¿O pretende decir Castro que las elecciones al parlamento no son democráticas? ¿Insinúa que los votos no deben ser lo determinante?

Con la estadística no todo vale. La Vanguardia podría haber hecho la misma estadística identificando cuántos obreros de la metalurgia son diputados o cuántas viudas o cuántos homosexuales o cuántos fumadores de tabaco o cuántos lectores de poesía o cuántos exmilitares. pero ninguna de estas estadísticas sería tan absurda y peligrosa como la que ofreció ayer. Porque utilizando de la manera que lo hace los apellidos lo que Castro intenta es deslegitimitzar el resultado de las elecciones, y sobre todo el partido ganador. Intentando afirmar, sin ninguna vergüenza y contra cualquier indicio de la realidad, que la mayor parte de la población de Cataluña a lo menos no sería catalana y sin embargo sería tan idiota como para votar a los pocos catalanes de raíz que los hay.

Este es un discurso ultraminoritario que en Cataluña sólo hacen los extremistas más radicalmente españolistas. Nadie más. Y la cosa tiene por eso muchos bemoles. ¿Quién es Castro para decidir que un López es menos catalán que un Puig? ¿O quién es Castro para decretar desde su trona que todos los Martínez están contra de todos los Reguant? ¿O se piensa Castro que todos los Pérez deben votar lo que él diga? Según su artículo Juntos por el Sí es el grupo menos representativo de todos los que hay en el parlamento de Cataluña. ¿Pero cómo explica entonces que Juntos por el Sí haya sido el primer partido en la historia de la democracia que gana en todas las comarcas y en 907 de los 972 municipios de Cataluña, incluidas todas las capitales de comarca? Si tan poco representativo fuera ¿no le parece que habría sacado un resultado menos contundente?

Todo esto no es, sin embargo, inocente. Esto que Castro presentaba ayer como un imparcial estudio periodístico no lo es. El diario La Razón hizo una portada delirante el pasado 24 de agosto recogiendo ya entonces lo que definía como un estudio de Sociedad Civil Catalana que contaba con todo detalle lo mismo que ahora explica Castro. Con la misma intención. Y desde el mismo agrio resentimiento.

VILAWEB

Sólo 32 de los 135 diputados del Parlament lleva algún apellido de los más frecuentes de Catalunya

CARLES CASTRO

¿De dónde sale la clase política catalana? ¿Cuáles son los mecanismos de reclutamiento de los representantes del pueblo? Mientras los sociólogos acometen sesudos estudios para responder a estas inquietantes preguntas, las estadísticas del Idescat ofrecen conclusiones aún más sorprendentes. Por ejemplo, sólo 32 de los 135 diputados elegidos el 27 de septiembre pasado para ocupar un asiento en el Parlamento catalán cuentan con algún apellido que figure entre los 25 más frecuentes en Catalunya. Y lo más llamativo es que el grupo mayoritario, Junts pel Sí, es de los que menos miembros tienen con apellidos que figuren entre los más numerosos. Todo lo contrario de lo que ocurre con Ciutadans o el Partido Popular.

Un repaso, grupo a grupo, arroja pocas dudas al respecto. En el caso de JxSí, la falta de correspondencia con la realidad de Catalunya es abismal. Sólo cinco de sus 62 diputados (Munell García, Rodríguez González, Munté Fernández, Gómez del Moral Fuster y Corominas Díaz) tienen algún apellido que figure entre los 25 más usuales.

Pero si la lista se amplía a los cien apellidos más frecuentes, sólo aparecen diez diputados más adscritos a la coalición soberanista. Y la mayoría, muy abajo. El primero, Morales, ocupa el puesto 29 en el ranking del Idescat; luego, figura un Martí (en el 33), un Puig (en el 42), y tres Solé (en el 51). A continuación aparece un Rovira (en el 69), un Bosch (en el 76), un Reyes (en el 80) y un Ibáñez (en el 90). Los otros 47 diputados de Junts pel Sí cuentan con apellidos que ni siquiera figuran entre los cien más frecuentes. La situación contraria se produce en el caso de Ciutadans, que es el grupo con más diputados (14 sobre 25) cuyos apellidos aparecen entre los más numerosos en Catalunya.

Para empezar, el partido naranja cuenta con tres García (el apellido más usual), un López (el número 3 en el ranking del Idescat), tres Sánchez (el número cuatro) y un González (el número 8, además de otro González cuyo primer apellido es García). El resto son un Gómez, un Ruiz, un Jiménez, un Torres, un Gutiérrez y un Serrano. Además, uno de los Sánchez se apellida también Martín (número 11 del ranking). Sin embargo, en proporción es el grupo popular el que cuenta con más apellidos comunes entre sus diputados: siete sobre once.

Los populares cuentan con tres García (empezando por su cabeza de lista), un Sánchez, un Rodríguez, un Fernández Álvarez y un Gil. Eso sí, este grupo cuenta también con un Pujol, aunque, pese a su notoriedad, este apellido ocupa el número 54 en el índice de mayores frecuencias en Catalunya. Por su parte, los socialistas catalanes tienen sólo cuatro parlamentarios sobre 16 que exhiban apellidos muy comunes (Martínez, Pérez, Moreno y Romero).

Finalmente, los grupos con menos diputados que presenten apellidos muy usuales son Catalunya Sí que Es Pot y la CUP. El mix catalán de Podemos e ICV cuenta con un Martínez, mientras que su otro apellido más común, Vidal, figura ya en el número 27 del ranking, además de un Grau (que se sitúa en el número 95). En cuanto a la CUP, la formación anticapitalista sólo cuenta con uno de sus 10 diputados (Gil) cuyo apellido figure entre los 25 más frecuentes. Del resto, el más común es un Serra (en el puesto 32), mientras que ninguno de los otros aparece siquiera entre los cien primeros de la clasificación.

De hecho, al menos 80 de los 135 diputados del Parlament cuentan con apellidos (cualquiera de los dos) que están fuera de los cien más usuales en Catalunya. Traducido en cifras estadísticas, el resumen es concluyente. Los 32 diputados con los 25 apellidos más frecuentes suponen menos del 24% del Parlament. En cambio, en el conjunto de Catalunya esos apellidos alcanzan a casi el 40% de la población. Vista por grupos, esa realidad presenta aún mayores asimetrías.

En el caso de JxSí, los diputados con los 25 apellidos más frecuentes suponen poco más del 8%, un porcentaje que alcanza al 9% del grupo de CSQP y al 10% del de la CUP. En cambio, ese mismo contingente supone el 25% de los diputados socialistas y, ya con una clara sobrerrepresentación, el 56% de los de C’s y el 64% de los del PP. Y si la lista de apellidos se amplía, algunas de esas desviaciones se acentúan.

Por ejemplo, sólo 15 de los 62 diputados de JxSí cuentan con apellidos que figuren entre los cien más comunes. Eso supone un 24% de los parlamentarios de la coalición, mientras que los cien apellidos más frecuentes abarcan a más del 60% de la ciudadanía catalana. Y en línea con esas cifras, los 47 diputados de JxSí con apellidos que están fuera de los cien más usuales suponen casi el 76% del grupo, en contraste con el porcentaje de población que exhibe esos apellidos más inusuales: menos del 40%.

En conjunto, los 80 parlamentarios catalanes con apellidos poco comunes suponen casi el 60% del Parlament, mientras que –como se ha dicho– ese rasgo patronímico sólo alcanza al 39,7% de la ciudadanía. Por ello, la pregunta es inevitable: ¿es representativa la clase política catalana de la población real del país?

La Vanguardia