El estado español —a la historia me remito—, nunca ha estado preparado para exhibirse como un ente consolidado, solidario… democrático.
“La secular dificultad —Ian Gibson dixit— padecida por los habitantes de este país para formar consensos y pactos, ha sido señalada desde tiempos casi inmemoriales por los observadores extranjeros, no se si empezando por Estrabón”
En términos políticos, diría que España se ha hecho “a trancazos”, y su unidad y fantasmal democracia, a la vista está, en palabras de Bismark, “a sangre y hierro”.
Por eso, hoy, sus pilares son tremendamente preocupantes. Una judicatura copada por togas franquistas escandalosamente involucionistas, inquisitoriales, insultantemente arbitrarias. La policía —tantos elementos remedo de la gestapo—, tan terrible, tan violenta. Y lo peor, tan chulesca, tan ayuna de alma democrática y humanitaria.
Y ahí está el anfiteatro de los leones, para definir la entraña política de este inquietante país. Diariamente asistimos a funciones donde el abucheo, el ultraje, las peticiones de linchamiento… triunfan. Y con una falta bochornosa de ética y formación intelectual.
Allí, la diaria trifulca, estriba más que en la lucha por el bienestar de la ciudadanía, en el medro de cada partido como empresa.
Hoy por hoy, el parlamento se ha convertido en una bacanal de sordos. Nadie dialoga con nadie. En el verdadero sentido del concepto, todo se resuelve en una justa de vituperios financiada con dinero público.
Es el método de esa derechona lenguaraz, discrepar como sistema. Lo de menos es su enjundia, su verdad. (como el “pifostio”, absolutamente artificial de Canet. Tendría el PP que venir a Navarra donde no es a un niño al que se le niega el euskera, sino a todo un barrio, —y a zonas, pueblos…— ¿Pero cuando y donde, en este estado el castellano sufre?) Y todo, porque en la España de los valores eternos, mentir, insultar robar, aunque lo haga el rey, sale gratis…
Con todo esto, la pregunta es, ¿como diantres con tales argumentos —sin olvidar el atosigante centralismo— se pretende construir un estado cohesionado y hermanado?
¿No existe otra posibilidad de construir un estado, que la visión —llámese imperial, franquista, fascista…— decimonónica del bipartidismo? ¿Tendremos que asistir a la aniquilación de los pueblos —Cataluña, Vasconia, Galicia…— y su patrimonio cultural, para calmar su ardor guerrero?
En esta tierra —está claro— solo caben falangistas y católicos a machamartillo. Los demás, separatistas, comunistas, bolivarianos, republicanos, antimonárquicos, agnósticos, etc., deberemos ser extirpados.
Esta es la hechura histórica de España construida a sangre y fuego, y a guerras cainitas. Y de aquellos polvos…
Un ejemplo en nuestros propios lares. No se cuantos navarros conocerán a algunos de los históricos verdugos que rompieron vasconia, Duques de Alba, Esparteros, Gamazos, generalísimos y tantos otros facinerosos… Se explicarían perfectamente como se fue construyendo esto que llaman piel de toro y que debiera llamarse corcusido o remiendo chapucero: España.
Nunca en este país se pactó entre las gentes, ni entre los pueblos. Sólo entre oligarcas y jerarcas religiosos, para fabricar esa, tan brutal como tiránica unidad imperial, “la del imperio hacia Dios”. Pues eso, de aquellos polvos estos lodos. Que la actual realidad de esto tan chafallón que vemos, no es por arte de “birlibirloque”.
Decía el cantante asturiano Victor Manuel “a mí que me borren de esta España cainita” —y a un servidor también—.
Hoy siguen plenamente las dos españas, la de la guerra civil, la machadiana de charanga y pandereta, de cerrado y sacristía… La del Ibex — puertas giratorias—, la del 36.
Y para aderezar todo este contubernio —además de la enigmática pandemia—, está el ruido mediático. Y un sustrato perfecto donde monarcas impresentables, reality shows, cayetanos, mafias y corruptos, vegetan opíparamente. Pero eso sí, donde una imaginaria patada a un policía, o una tonta disidencia cualquiera contra el statu quo, pueden llevarte a galeras.
El viejo bipartidismo —que hoy se da la mano y mañana se apuñala—, las viejas estructuras centralistas, esencialmente tan acomodaticias, siguen emanando el mismo soplo de cerrado y sacristía, tan rancio como apestoso. Y es que la mayoría, conformamos una masa con una pobreza mental, cultural y democrática apabullante. Mucho reality show, mucha mezquina prensa rosa, toneladas de “furbol”…, etc. ¡Buen alimento espiritual y poca disidencia!
El espíritu carpetovetónico ese, inquisitorial, tridentino… tan franquista, se resiste a romper esos moldes tan reviejos. Hoy, por hoy, hemos de reconocer que guste o no, el poco aire fresco que surge del viejo hemiciclo, lo aportan algunos políticos de la periferia “separatistas, bolivarianos rojos…”.
Es la única esperanza de cambio radical, que le queda a este viejo imperio, si quiere convertirse en un estado moderno, pacífico y democrático.
En pocas palabras, un estado libremente concertado, con la soberana determinación de sus pueblos.