Un pacto para suspender la autonomía

Encaramos uno de los momentos más decisivos del proceso de independencia de Cataluña. Hasta ahora se han acumulado fuerzas -esto que llaman base social soberanista- y se han explorado todas las vías para un referéndum acordado con el Estado español. La acumulación de fuerzas ha progresado adecuadamente -y habrá que comprobar si ha sido suficiente el 27-S-, pero la exploración de diálogo debe mejorar. Bueno, más que mejorar, se ha comprobado que dos no dialogan si uno no quiere. Por tanto, se ha tomado la decisión correcta: tirar por por la vía democrática y pacífica.

Este otoño pasarán cosas grandes. Entraremos con las elecciones que todos menos los unionistas entienden que son una especie de referéndum sobre la independencia. Aun así, los unionistas serían los primeros de decir que hay que acatar el mandato democrático si el 27-S no hubiera una mayoría independentista. No hay que hacer más caso porque ya se sabe lo que repetir mil veces una mentira hasta que termina pareciendo verdad. Cataluña habla al mundo y el mundo lo entiende. Esta es la cosa más importante en un momento como el actual.

Tras las elecciones referéndum catalanas, vendrán las elecciones españolas. Y eso es más importante de lo que pensamos en relación con la reacción que pueda tener España ente el resultado del 27-S. Si la independencia tiene una mayoría clara -que en todo el mundo es una mayoría absoluta de 50%+1-, el gobierno español del PP puede actuar como una rata acorralada. Ya saben lo que hacen las ratas cuando se sienten acorraladas, ¿verdad? Saltan encima del peligro sin miramientos. En nuestro caso, sin que nadie se ofenda por la comparación absolutamente espontánea con el animal roedor, un PP acosado por una Cataluña que se va y con las elecciones españolas a la vista puede ser muy peligroso.

¿Qué puede pasar en este caso? Nadie duda de que puede intentar una suspensión de la autonomía -qué bonita coincidencia de objetivos con el independentismo- por vía del 155 de la constitución. Unos queremos suspender la autonomía a través de las urnas y los otros la quieren suspender a través de las leyes de excepción y los tribunales. Cada uno con su estilo y tradición. ¿Qué dice el 155? Que ‘si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de que no lo atendiera, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones’.

Es exactamente lo que parece: un artículo redactado pensando en nosotros, los independentistas. Que quede claro que no queremos atentar gravemente contra el interés general de España. Dios nos libre. Por el contrario, después de tantos años de hacernos pesados con quejas y reivindicaciones egoístas, después de tanto victimismo catalán, ahora queremos que dejen de sufrir por culpa nuestra. Nos vamos porque ya nos hemos aprovechado lo suficiente e incluso demasiado de su riqueza y generosidad. Basta ya de obligarles a hablar lenguas que no son suyas. ¡Basta de imponer peajes en todas sus autopistas mientras nosotros nos movemos sin pagar por todos los Países Catalanes! Basta de ir construyendo corredores mediterráneos y trenes de alta velocidad para la Alta Ribagorça, Pallars Sobirà, Alt Urgell, Cerdanya y el Ripollès… No, no. De ninguna manera. No atentaremos más contra el interés general de España. Ahora, no tenemos ninguna intención de cumplir las obligaciones que dice la constitución española.

En esta situación nos encontramos. Nosotros, que queremos suspender la autonomía para dejar de atentar gravemente contra el interés general de España, y ellos, que quieren suspenderla si no cumplimos las obligaciones de la sagrada constitución. ¿Qué les parece si la suspendemos de manera acordada? Aprovechamos que estamos de acuerdo en eso y luego ya veremos cómo seguimos. Una vez suspendida, podríamos hacer un referéndum para preguntar cómo podemos deshacer el lío. Esta vez ya no sería el lío en que nos ha puesto el presidente Mas -¿No, Iceta?- sino que sería un lío acordado y pactado -¿satisfecho, Duran?- y que tal vez obligaría a un proceso constituyente global, multinacional e interplanetario -¿qué le parece, señor Rabell?-

Ya veremos qué pasará este otoño. Por muchos planes y previsiones que hagamos, nunca acertaremos del todo. Hay demasiados factores en juego. Uno de los más decisivos será la actitud de la comunidad internacional o, dicho sin eufemismos, la actitud de Alemania, Francia y Estados Unidos. Si el resultado es muy claro, todo será más fácil, aunque el efecto ‘roedor acorralado’ puede ser más fuerte. Si el resultado no es claro, todo se complicará un poco más. Tampoco será el fin de nada. Pero el camino se puede alargar un poco. Parece claro que hay una coincidencia histórica entre el independentismo y el españolismo menos democrático: la suspensión de la autonomía. Manos a la obra.

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