El escollo principal para comenzar una negociación de paz en Ucrania es, sin duda, el futuro estatus de los territorios ocupados por Rusia, que abarcan zonas del este y del sur del país. La situación, además, no tiene demasiados precedentes si miramos el contexto global, pero un repaso a otras ocupaciones de territorios de un país vecino puede que nos ayuden a entender la complejidad de encontrar salidas a la situación que vive Ucrania.
Los conflictos por ocupación de territorios vecinos ocurridos desde la Segunda Guerra Mundial (excluyendo, por tanto, las intervenciones de terceros países en territorios lejanos, como Irak o Afganistán) no son frecuentes. Dejando a un lado los conflictos fronterizos, contabilizo al menos doce. Por orden de antigüedad serían los del Tíbet (ocupado por China), Palestina (Israel), Altos del Golán (Israel), Chipre (Turquía), Timor Oriental (Indonesia), Sáhara Occidental (Marruecos), Osetia del Sur (Rusia), Nagorno-Karabaj (Armenia), Kuwait (Irak), Abjasia (Rusia) y Ucrania (Rusia), primero en 2014 y después en 2022.
Hay varios elementos a destacar. Lo primero es que la mitad se han producido en Europa, cuatro de los cuales han tenido a Rusia como protagonista. La segunda cuestión es que en siete de los doce casos se ha producido una anexión, no sólo una ocupación, lo que complica más las cosas. En tercer lugar, en la mayoría de los casos (diez), el conflicto no se ha resuelto, lo que es muy significativo y nos hace darnos cuenta de la dificultad de cualquier negociación. Sólo en un caso se ha producido una victoria militar y, en cambio, no se ha producido ningún acuerdo de paz sostenido en el tiempo (excluyo el caso de Timor Oriental, puesto que es un proceso de descolonización). Y, finalmente, en nueve casos, la mayoría, ha habido algún tipo de mediación, sea por parte de Naciones Unidas (seis casos), la OSCE, la Unión Europea y grupos de contacto (el Grupo de Minsk para Nagorno-Karabaj, y el Cuarteto para el caso de Ucrania en 2014). A esta lista se le podría añadir, a título de observación, el conflicto de la minoría serbia que habita en el norte de Kosovo, ya que la posible resolución de este caso podría dar algunas pistas para el caso ucraniano.
Antes de iniciarse la guerra en 2022, había varias posibilidades a explorar en lo que se refiere al futuro de estas regiones rusófilas de Ucrania, pero la dimensión de la guerra y, muy en particular, el ataque indiscriminado a la población y a las infraestructuras civiles, ha desatado un odio mutuo que imposibilitará la convivencia y la discusión de fórmulas autonomistas, federalistas o, incluso, de condominio. Sin embargo, en una eventual mesa de negociación habrá que buscar una salida a este aspecto, lo más decisivo, y no será de extrañar que incluso se proponga una partición, por más que actualmente se rechace. De hecho, y ante el asombro de muchos, esta fórmula ya la propuso la ONU a principios de los años noventa para el caso del Sáhara Occidental, entre cuatro opciones.
De una u otra forma, es probable que la opción de “paz por territorios” acabe siendo la más factible en una negociación futura, una vez ambas partes en conflicto constaten que no hay avances militares sustantivos, y que la guerra se podría perpetuar mucho tiempo. Es injusto, va en contra del derecho internacional y de la Carta de Naciones Unidas, aunque Rusia se ampare en ella aduciendo que se trata de legítima defensa, pero de momento no se vislumbra ninguna otra salida. Además, hay que tener en cuenta que, de los ocho casos mencionados de conflictos por ocupación no resueltos (excluyendo ambos casos de Ucrania), la media de su antigüedad es de 46 años, un dato que no invita al optimismo y que muestra lo difícil que es encontrar un final feliz para estos conflictos. Está claro que no es una buena solución, pero seguramente ya no queda ninguna solución buena y viable.
ARA