Twitter y Platón

La ‘Casa de los Clásicos’ (https://lacasadelsclassics.cat/) propone leer los clásicos durante el confinamiento con el hashtag #llegimclàssics. Raül Garrigasait, que es su presidente, nos habla de Platón y saca lecciones para estos tiempos de pandemia que vivimos.

Con su rapidez de bala, con su tendencia a los exabruptos y a la vanidad de querer tener razón, con esa incitación constante a mirar de reojo lo que hacen o dicen los demás, ¿Twitter es un buen lugar para un club de lectura? Me lo preguntaba estos días, a raíz de la propuesta que hemos hecho, desde ‘La Casa de los Clásicos’, de leer en común ‘El Banquete’ de Platón. Y aún me venía otra pregunta, ucrónica y estúpida si quieren: ¿Qué diría el filósofo de Twitter?

Hay un hecho que sitúa a Platón muy lejos y a la vez de alguna manera nos lo acerca: si nosotros vivimos la consolidación del universo digital, él vivió la consolidación de la nueva técnica que era la escritura. Y nadie reflexionó más que él sobre las consecuencias del paso de la oralidad a la letra escrita. Se fijó en la pérdida de memoria que comportaba, en el peligro de valorar el saber externo de las letras sin haberlo comprendido interiormente, en la imposibilidad de hacer preguntas a los libros y obtener respuestas. Había una paradoja al fondo de esto: Platón criticaba la escritura, pero la usaba para dejar atrás el viejo saber oral de la poesía y promover el nuevo conocimiento filosófico.

Las maneras cómo el pensador manipuló las letras para abrirse paso entre estos peligros son de las cosas más innovadoras y fascinantes que han pasado en la historia de la escritura. En ‘El Banquete’ pone en escena un discípulo apasionado de Platón, Apolodoro, que explica, años después, una historia que había oído cuando era un chico. Es la historia de un banquete en casa del dramaturgo trágico Agatón donde se hicieron discursos sobre el amor. Reconstruyéndolos a partir del relato de otro discípulo de Sócrates que se llamaba Aristodemo, Apolodoro pronuncia el discurso de Fedro, aprendiz de filósofo; el de Pausanias, orador profesional; el de Erixímaco, médico; el de Aristófanes, el escritor de comedias; el de Agatón mismo, el de Sócrates y el del político Alcibíades. Apolodoro explica horas de reflexiones: un prodigio de memoria absolutamente inverosímil. ¿Qué fiabilidad pueden tener estas palabras recordadas tantos años después y además transmitidas a partir de un tercero? Pero eso no es todo. El momento culminante de la obra es el discurso de la sacerdotisa Diotima de Mantinea, recordado por Sócrates. O sea que las palabras que se acercan más a la verdad son un recuerdo lejano (que tiene Apolodoro) de un recuerdo (que tiene Aristodemo) de un recuerdo (que tiene Sócrates) de unas palabras de una sacerdotisa nacida en la tierra remota y salvaje de Arcadia. No hay manera de poner más en duda las pretensiones de objetividad de la escritura. Si ‘El Banquete’ fuera una novela postmoderna, diríamos que esta fabulación pretende cuestionar la noción misma de verdad. Pero Platón no quiere hacer esto: en sus obras encontramos la convicción de que hay una verdad, una realidad que puede ser objeto de conocimiento y que todo el mundo tiene oscuramente impresa dentro y puede hacer el esfuerzo de recordar. Los diálogos muestran la dificultad de llegar a ella, pero encienden el deseo de trabajar para acercarse a la misma.

Vuelvo a Twitter. En la red de ‘microblogging’ también citamos cosas que han dicho otros usuarios que a su vez citaban de otros, etcétera. Cuando citamos, nuestro comentario aparece encima del texto citado: es la posición ideal para declararse más inteligente, más irónico o más sensible que el otro y lanzarlo al pozo de los infrahumanos. Pero estas citas funcionan de una manera muy diferente que las de Platón, porque la memoria no juega ningún papel. Siempre tenemos un acceso inmediato a los signos que han escrito los demás. Siempre nos podemos referir como ejemplos de verdad o de falsedad, señalando al emisor con un dedo. Esta inmediatez, la sensación de estar tan cerca del otro, es toda la gracia de Twitter. Si el ‘microblogging’ encomienda una ilusión de proximidad total, la escritura de Platón aumentaba la distancia para mostrar al mismo tiempo el valor del saber y el esfuerzo que hay que hacer para acceder a él. En Twitter el saber es barato y en los diálogos de Platón muy caro.

¿Es Twitter un buen lugar para hacer un club de lectura de Platón? Sí, si es que hacer chocar contrarios puede resultar iluminador. Platón se sirvió de la escritura de una manera magistral, pero siempre sostuvo que las cosas de verdad estaban fuera de las letras escritas. Sirvámonos de Twitter, pues, porque sabemos que la verdad está en otro lugar.

NÚVOL

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