Transparencia, confidencialidad y planes secretos hacia la independencia

Que alguien que hace periodismo escriba contra la transparencia puede parecer un sacrilegio. Y puede incluso que lo sea. ¿Pero de qué serviría escribir sin salirse nunca del camino marcado, siempre salvando las formas y haciéndose el bueno? No es que vaya contra todo tipo de transparencia. De hecho, si fuera por mí, todos los edificios públicos tendrían paredes de cristal, ya me entendéis. Quiero decir que profundizaría la transparencia en muchos ámbitos de la gestión pública. El problema es cuando confundimos opacidad con confidencialidad o cuando pedimos a nuestros gobernantes que, con una mano atada a la espalda, se enfrentan a un enemigo que las tiene desatadas y además va armado. No sé si me explico. Intentaré concretarlo más.

Todos los gobiernos del mundo tienen informes confidenciales. Si los publicaran harían peligrar la seguridad, la capacidad de conseguir propósitos o de encarar en buenas condiciones una negociación con otros estados. Cataluña ha decidido emprender el camino de la autodeterminación y, según los resultados electorales y las encuestas, parece que hay un clamor mayoritario de independencia. Como se ha dicho un montón de veces, el Estado español se opondrá a esta posibilidad con todas sus fuerzas, que no son pocas. España tiene todos los aparatos del Estado -fuerzas de seguridad, militares, tribunales, control económico, servicios de inteligencia, cuerpo diplomático, etc.- a su servicio para frenar el anhelo de libertad de Cataluña. Y los usará Dios sabe cómo y con qué fuerza. El Estado español tiene la capacidad de actuar con discreción y secretismo, mediante mecanismos confidenciales. Lo que le da una ventaja absoluta respecto de nosotros. ¿Estamos dispuestos a ganar? ¿Sabemos que ganar significa también dominar el arte del poder?

Evidentemente, cuando defiendo la necesidad de dotar al gobierno de la capacidad de obrar con confidencialidad, me refiero a la protección del interés mayoritario de ejercer la autodeterminación, un objetivo expresado en las urnas. Si cada informe que encarga se debería hacer público, mal. En un combate de estrategia como éste, enseñar las cartas al adversario es condenarse a la derrota. Como si en una partida de ajedrez uno de los dos contrincantes tuviera la obligación de ir avisando al otro de los movimientos que piensa hacer en las próximas jugadas. ¿Verdad que se entiende lo que quiero decir? ¿Queremos jugar o queremos jugar y ganar?

Pondré un ejemplo. Si el gobierno no quiere incurrir en una grave irresponsabilidad, debe preparar planes de actuación para determinadas situaciones que se pueden desencadenar si el pueblo de Cataluña vota a favor de la independencia. Hay que tener planes de actuación en caso de un sabotaje del sistema de telecomunicaciones; hay que tener un plan seguridad que especifique qué posiciones estratégicas deberán ocupar los mossos d’esquadra; hay que tener un plan de actuación sobre la recaudación de impuestos y el sistema sancionador; hay que prever qué pasará en los aeropuertos y los puertos, etc. Si todos estos planes se hacen públicos dejan de tener validez instantáneamente.

Y todavía voy más allá: ¿es necesario que todos los dineros -que son muy pocos- que destina el gobierno a garantizar el compromiso de ejercer la autodeterminación sean fiscalizados públicamente hasta el último céntimo? Todos los gobiernos del mundo tienen lo que algunos llaman fondos reservados, que por la experiencia española nos dan muy mala espina, pero que bien utilizados son una fórmula para dar al gobierno un cierto margen a la hora de proteger los intereses de la población. ¿El gobierno de la Generalitat no podría tener una partida concreta para ejecutar lo que la mayoría del pueblo de Cataluña ha votado? Todos los compromisos electorales, si se cumpliesen, deberían ser dotados de una partida presupuestaria. ¿Por qué no debería pasar lo mismo con el proceso de autodeterminación si la hemos votado muy mayoritariamente los ciudadanos en unas elecciones? ¿Por qué todo lo que tiene relación con la preparación de la consulta para decidir nuestro futuro debe hacerse con voluntarismo y sin recursos? Sinceramente, no lo entiendo.

¡Si se trata de una decisión del pueblo de Cataluña! En definitiva, que debemos empezar a desechar las manías de pueblo perdedor que siempre pide permiso para todo. ‘Contra la transparencia malentendida’, debería ser el titular, para ser exactos. Estamos demasiado acostumbrados a tener todo masticadito. Si un periodista o un medio quiere tener acceso a información reservada, se lo tiene que ganar haciendo investigación, como en cualquier Estado del mundo. Aquí esperamos que la cuelguen en la web del gobierno o, como mucho, que nos la filtren pocas horas antes de ser colgada. Eso sí, después venga a colgarse medallas. ¿Que es incorrecta esta reflexión? Quizás sí, pero con sólo con corrección no ganaremos nunca. Y ya empezaba a estar harto de tener opiniones reservadas y he optado por la transparencia.

Para terminar, hoy recomiendo la pieza ‘Tengo una bestia dentro de mí’, del disco ‘Oh My Love’ de Quimi Portet. Hay que prestar especial atención a las estrofas siguientes:

‘Si hay un conflicto y quieres ganar,

al otro bando debes destruir;

muchacho, no seas estreñido

que debes ser menos pacifista

de lo que lo es tu enemigo.

 

Tengo una bestia dentro de mí

que se afana y lucha por salir;

tengo una bestia dentro de mí

y lo juro por Dios:

no hay leyes para mí.’

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