Intervención del autor, Joan Nogué
Buenas tardes a todos.
Presidente de la Sociedad Catalana de Geografía, amigas y amigos, Empezaré por los agradecimientos. En primer lugar, a la Sociedad Catalana de Geografía, siempre abierta a actos de este tipo. Gracias, Presidente, por su hospitalidad. En segundo lugar, a Abel Albet y Núria Benach, porque este es un libro colectivo, en buena medida. Nada hubiera sido posible si un día no se hubieran presentado los dos en Girona y, sentados en una terraza de la plaza de Sant Domènec, frente al Rectorado de la UdG, no me hubieran convencido de la conveniencia de añadir la figura de Yi-Fu Tuan a su colección ‘Espacios Críticos’ de la editorial Icaria, y que yo escribiera el libro, claro. La iniciativa, por tanto, fue suya, y ahora les agradezco su propuesta, su insistencia y, sobre todo, su paciencia a lo largo de todo este tiempo de elaboración del libro, que no ha sido corto.
Debo decir, de paso, que para mí -y para mucha otra gente- la colección ‘Espacios Críticos’ es de lo mejor que hay en estos momentos en el panorama literario geográfico no sólo estatal, sino internacional. Es una colección que empieza a ser conocida y valorada en muchos otros países. Son esa clase de pequeños tesoros de cuyo valor uno se da cuenta cuando ya se han perdido, lo que espero que no pase nunca en este caso. Una iniciativa editorial hecha y pensada desde Barcelona y abierta al mundo. Enhorabuena, Abel y Nuria. Y enhorabuena a la editorial.
Otro agradecimiento debe ir forzosamente hacia los dos traductores de los textos de Yi-Fu Tuan incluidos en el libro, Isabel Vericat y Borja Nogué. Traducir Tuan no es fácil. Es un ensayista brillante que domina la lengua como si fuera un literato, sirviéndose de metáforas y recurriendo constantemente a citas literarias (en prosa y en poesía) y, encima, a menudo con un punto de ironía, para complicarlo aún más. Traducir Tuan es como traducir un gran escritor, con lo que ello implica. De hecho, Tuan es muy conocido en los círculos literarios estadounidenses y sus libros, por poner sólo un ejemplo, suelen ser reseñados en revistas como ‘The New Yorker’, es decir revistas de crítica literaria de gran tirada. No es, por tanto, fácil de traducir, como saben bien los dos traductores, que han hecho un trabajo extraordinario. No es fácil de traducir y, en cambio, su lectura es muy amena, muy llana, un rasgo muy propio de lo que llamamos ‘tener oficio’.
Y el último agradecimiento, como no podía ser de otra manera, va dirigido al protagonista de esta noche, a Yi-Fu Tuan, que ha tenido la gentileza de enviarnos un pequeño vídeo de pocos minutos, muy casero, muy entrañable, registrado el pasado miércoles en su pequeño apartamento de Madison por parte de uno de sus exestudiantes de doctorado y que ahora pasaremos como colofón de este acto. Yi-Fu Tuan está muy pendiente de esta presentación y, al no poder viajar, nos envía una pequeña reflexión.
Pero volvamos al libro. Escribir un libro sobre Yi-Fu Tuan no es fácil no sólo por lo que hemos comentado en relación a las dificultades intrínsecas de la traducción, sino, simplemente, porque no es un personaje cualquiera. Tuan es mucho más que un geógrafo: es un humanista -un gran humanista-, una mente lúcida, un librepensador. Se me hace difícil definirlo porque es un personaje poliédrico, que tiene una cultura inmensa y el privilegio de reunir en una misma persona lo mejor de las tradiciones occidental y oriental.
Tuan sorprende al lector en más de una ocasión: por los temas tratados, por la manera de tratarlos e, incluso, por el tono y por el estilo. Trabajador incansable y curioso por naturaleza, Tuan ha desbrozado todo tipo de temas a lo largo de su carrera, algunos aparentemente alejados de la ciencia geográfica o, cuando menos, de su corpus central. Puede parecerlo, pero no es así. Las preguntas que el autor se plantea -y que luego intentará responder a través de sus escritos- delatan siempre su formación como geógrafo y siempre tienden a explorar la naturaleza del ser humano y de la Tierra como hogar del ser humano. Por ello interesan a cualquier persona, venga de donde venga y tenga la formación que tenga. A sus cerca de 90 años, sigue mirando el mundo que le rodea con la misma curiosidad que ya tenía de niño.
Su magisterio no se ha canalizado sólo a través de la obra escrita, sino también a través de sus clases y conferencias, que tienen el don de magnetizar la audiencia. Doy fe. Hace años realicé una estancia postdoctoral bajo su tutela en el Departamento de Geografía de la Universidad de Wisconsin en Madison (USA). Como complemento a las lecturas y las tareas que me encomendó, me sugirió que me matriculara en el curso que impartía a lo largo del primer semestre de ese año, el “Geography 501” (¡todavía recuerdo el código!), curso que tenía un título muy parecido a uno de sus libros más relevantes, como veremos dentro de un momento. La asignatura se llamaba “Space and Place: A Geography of Experience”, un título fascinante para alguien, como yo, que procedía de un sistema universitario más bien rígido en relación a los planes de estudio. pues bien, en el aula no cabía ni una aguja. Los estudiantes que no encontraban un asiento libre se sentaban en el suelo, con la espalda apoyada en la pared para así tomar apuntes de manera más cómoda. Minutos antes de comenzar la sesión, el aula ya estaba llena a rebosar de alumnos (la mayoría matriculados oficialmente en la asignatura, pero también había muchos oyentes), que llegaban de todos los rincones del campus: obviamente de geografía, pero también de arquitectura, de urbanismo, de paisajismo, de arte, de literatura, de antropología, etc., etc. Y así cada día. nunca mermó la asistencia, sino todo lo contrario. Yo no me lo podía creer, no sólo por lo que veía, sino por lo que escuchaba… porque Yi-Fu Tuan no sólo domina de maravilla el lenguaje escrito, sino también el oral. Nunca estaba sentado en la mesa, sino que caminaba por el aula (por allí por donde podía pasar, claro) mientras iba desplegando su discurso, administrando con mucha habilidad los silencios, las pausas, los tonos de la voz, ante un auditorio variadísimo y siempre con un discreto e inteligente sentido del humor y fina ironía.
Tuan fluye, se te escapa de las manos, como el agua. Es difícil clasificarlo, encasillarlo, porque siempre ha ido a su aire. Es verdad que pasa por ser -y es- el máximo representante de la denominada geografía humanística, pero a su manera… Sus fuentes de inspiración y sus temas de estudio no responden nada más que a su interés personal, a sus inquietudes intelectuales, a las preguntas que él mismo se formula, y no tanto a los cánones establecidos por una determinada escuela de pensamiento, en este caso la humanística, por más que sienta por ella una especial empatía. Sus preferencias, sus autores de referencia se encuentran en todos los campos del saber, incluyendo en este ‘saber’ el arte y la ciencia. En sus escritos, Verne, Conrad, o Wordsworth aparecen junto de Einstein, Hobsbawm, Mircea Eliade, Beethoven, Mozart o el Nuevo Testamento, por poner unos pocos ejemplos entre cientos de posibles, y sólo refiriéndonos ahora a la tradición occidental. Esta cultura ingente, inmensa, descoloca a veces al lector ,y más a aquel lector geógrafo que penetra en su obra de manera autorreferencial, es decir en busca exclusivamente de los autores o los métodos de la propia ciencia geográfica, de la propia tradición disciplinar, y no los que se escapan de la misma. Los encontrará, sin lugar a dudas, pero siempre inmersos en un océano de referentes culturales que van más allá de la geografía. A algunos lectores geógrafos este rasgo tan característico les encanta, les apasiona; a otros, en cambio, les incomoda, por varias razones.
Abel Albet ya ha hablado de la geografía humanística y del porqué de la presencia de Tuan en una colección como ésta. Yo me limitaré ahora a subrayar algunas de sus aportaciones, aquellas que yo considero más relevantes y de absoluta vigencia.
Tuan, en efecto, es el máximo representante de la denominada geografía humanística, una corriente que adquiere una cierta relevancia en el mundo académico a lo largo de la segunda mitad de la década de 1970 y muy especialmente a lo largo de la década de 1980. De inspiración fundamentalmente fenomenológica, esta nueva perspectiva geográfica planta cara al neopositivismo imperante en las ciencias sociales y en la geografía humana de aquellos años y se dispone a abrir nuevos caminos. Se inauguraba así una nueva metodología que debía facilitar al geógrafo y la geógrafa un mejor y más profundo acercamiento al estudio de las relaciones que los seres humanos mantenemos con el entorno que nos rodea. Se perseguía comprender mucho mejor cómo los seres humanos se relacionan con su entorno, cómo crean lugares e imbuyen de significado el espacio geográfico y cómo se genera el sentido del lugar.
En una obra muy temprana, de 1974, y traducida por suerte al castellano no hace mucho, Tuan explora por primera vez el concepto de topofilia, esto es cómo y por qué los seres humanos nos sentimos a gusto en un lugar, nos sentimos parte del mismo. en el vídeo que veremos dentro de un momento Yi-Fu Tuan se refiere a esta cuestión. Tres años más tarde, en 1977, y en otra obra capital desgraciadamente todavía no traducida, ‘Space and Place: The Perspective of Experience’, la obra que tiene un título prácticamente idéntico a la asignatura que cursé, como les comentaba hace un momento, incidirá en ello de nuevo, pero ahora centrándose mucho más en el concepto de lugar entendido como centro de significados, de identificación personal y foco de vinculación emocional. Se persigue un conocimiento holístico, vivido y empático del espacio geográfico sumergiéndonos en él. Y lo que es más importante: ahora entra en escena con gran fuerza el concepto de lugar.
En mi opinión, este hecho es uno de los que explica en buena medida el renovado interés por la obra de este gran geógrafo, que se adelantó a su tiempo. Hace 50 años Tuan ya hablaba del lugar en el sentido que lo hacemos hoy, y también de ‘no lugares’, más de 20 años antes de que lo hiciera Marc Augé, a quien solemos atribuir exclusiva -y equivocadamente- este concepto.
Conviene no olvidar que la mayor parte de reflexiones de Tuan sobre el concepto de lugar se formularon en plena etapa fordista, en un momento en el que los grandes teóricos de las ciencias sociales preconizaban que, a finales del siglo XX, es decir 30 años más tarde, los procesos de homogeneización cultural y económica que se empezaban a vislumbrar en ese momento desembocarían en una pérdida de identidad de los lugares. Ciertamente, hacer de profeta en ciencias sociales es muy arriesgado, porque resulta que no ha sucedido exactamente lo que se profetizaba. Tuan y algunos más defendían que, precisamente debido a este incipiente proceso de homogeneización cultural y económica que se estaba empezando a dar, los lugares reafirmarían su identidad, como así ha sido. El lugar ha reaparecido con fuerza y vigor y la gente afirma, cada vez con más insistencia y de forma más organizada, sus raíces históricas, culturales, religiosas y étnicas, como confirmará años más tarde Manuel Castells en su excelente volumen sobre ‘El poder de la identidad’. En otras palabras, la gente se reafirma en sus identidades singulares y defiende sus puestos ante la nueva lógica de los espacios sin lugares, los espacios de flujos propios de la era informacional en la que ya estamos plenamente inmersos. La gente reclama su memoria histórica, la pervivencia de sus valores y el derecho a preservar su propia concepción de del espacio y del tiempo.
El lugar no será el único concepto geográfico repescado y rehabilitado por Tuan y por los humanistas. El paisaje será otro y, en el caso de Tuan, tan pronto como en 1961, en un artículo publicado en la revista ‘Landscape’, fundada por J. B. Jackson, revista icónica que los arquitectos y arquitectos paisajistas conocen bien porque pronto se convirtió en un referente. A partir de ahora el paisaje ya no será sólo visual, sino que también será sonoro, táctil, olfativo. El suyo es siempre un paisaje multisensorial.
Lugar, paisaje, pero también podríamos hablar de cómo son de actuales sus aportaciones sobre la noción de bien común, sobre el papel de la comunidad en la construcción cultural del lugar y del paisaje, sobre las cartografías de la vida cotidiana, temas todos ellos en los que se adelantó a su tiempo y que hoy encontramos no sólo en las líneas de investigación más innovadoras de la geografía contemporánea (sobre todo en las llamadas geografías críticas, herederas de la geografía radical de base marxista), sino también en el resto de ciencias sociales. Asistimos ahora mismo a una especie de ‘revival’ de la geografía humanística, aunque no se utilice la etiqueta. De ahí la aparición de las conocidas como ‘geografías emocionales’, que han dado lugar a la publicación de una nueva revista académica de ámbito internacional y de carácter transdisciplinar denominada ‘Emotion, Space and Society’. Estamos asistiendo claramente a un renovado interés por todo lo que tenga que ver con la espacialidad de la emoción, el sentimiento y el afecto. Interesa cada vez más la exploración a fondo de las interacciones emocionales entre la gente y los lugares. Temas como los espacios afectivos y la globalización, arraigo versus desarraigo, arquitecturas emocionales y paisajes de la emoción, la semiótica y la poética del afecto, espacio público y emoción, entre muchos otros ya evocados por Yi-Fu Tuan en la década de 1970, están adquiriendo ahora un renovado protagonismo. Sin embargo, no me puedo, extender más en sus aportaciones para que nos allargaríem demasiado y, si lo cuento todo, entonces no compraréis el libro. Déjenme volver al personaje, para ir terminando y dar paso al vídeo del que les he hablado.
Tuan ha ejercido su magisterio y ha dejado su huella no sólo a través de la obra escrita, sino también a través de sus clases. A pesar de su apariencia tímida y un talante un punto introvertido a primera vista, Tuan es una persona muy sociable y cercana, en especial en relación con los estudiantes. No es de extrañar, por tanto, que muchos de los reconocimientos obtenidos tengan que ver con su actividad docente y que, significativamente, algunos de estos reconocimientos provengan directamente de las asociaciones estudiantiles, como el premio “Best Professor” concedido por la Asociación de Estudiantes de Wisconsin. Cae bien a los alumnos, lo aprecian y nunca se aburren en sus clases. Un ejemplo, reproducido en el libro: su última clase magistral, su discurso de despedida al jubilarse. Lejos de todo dramatismo o vocación épica, como quizás habría que esperar en un acto como éste, encontramos reflexiones que, inevitablemente, provocaban la sonrisa de la audiencia, como las siguientes, que reproduzco a partir de la traducción castellana que hemos hecho en el libro:
“…como el individuo humano es cuerpo y mente, las dos cosas, también se puede decir de él que es tanto “lugar” como “espacio”. Su cuerpo, ligado por los sentidos al medio ambiente, es lugar; su mente, libre de este tipo de lazos sensoriales, es espacio. Dada su mente errante, el ser humano rara vez puede estar, por ende, plenamente donde está. Por ejemplo, ahora mismo ustedes están en esta clase, que es su lugar, y están aquí para escucharme. Pero sean sinceros. ¿Es realmente así? Su cuerpo está aquí, en efecto. Sin embargo, su mente puede estar en otra parte. Estoy dispuesto a apostar que bastantes de los que están en esta aula ya se han ido a comprar una pizza o a tener sexo a otra parte de la ciudad”.
O esta otra:
“En un café Starbucks en State Street, vi a tres jovencitas que entraban hablando entre ellas. Llegaron al mostrador, compraron su café con leche y encontraron una mesa alrededor de la cual se sentaron. Me gusta escuchar a escondidas a la gente joven y me ilusionó la idea de escuchar su conversación. Pero no tuve suerte porque cada una, con el iPhone en la mano, se inclinó sobre él para escribir un texto a un amigo en otra parte de la ciudad”.
O esta:
“Qué extraño es que nos podamos sentir mejor conectados con nuestro compañero canino que duerme a nuestros pies que con nuestro compañero humano que ronca a nuestro lado”.
Creo que no hacen falta demasiados comentarios…
El protagonista de esta noche ha cultivado también géneros casi olvidados, como el epistolar. A Tuan le encantan las cartas, escribir cartas. Tanto es así que uno de sus libros más interesantes y quizás menos conocidos consiste en la recopilación de sus reflexiones en formato epistolar a lo largo de una gran cantidad de años y sobre los temas más variados que se pueda imaginar. Cartas que a menudo no iban dirigidas a nadie en concreto y que siempre comenzaban con un “Estimado colega”. De ahí que el libro al que me estoy refiriendo se titule precisamente así: ‘Dear Colleague: Common and Uncommon Observations’ (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2002). Esto me sorprendió gratamente cuando estuve con él en Madison. Encontrar regularmente, cada 15 días más o menos, en mi buzón del Departamento de Geografía un folio mecanografiado que empezaba siempre con el ya famoso “Dear Colleague” era una experiencia realmente entrañable, y a la que te acostumbras rápido. Era corriente ver gente en la cafetería de la Facultad leyéndolo desayunando mientras se le escapaba una pequeña sonrisa. Y siempre te preguntabas de que iría el próximo ‘Dear colleague’.
Un sustrato cultural de base oriental, injertado de una ingente cultura occidental, y todo ello aderezado con unas elevadas dosis de ironía y un sentido del humor muy inteligente, da como resultado un personaje realmente especial, bastante singular, capaz de centrar su atención, simultáneamente, en el detalle cotidiano más ínfimo y en la observación más universal. De ahí su magnetismo, su capacidad de atracción y la originalidad de su obra.
Yi-Fu Tuan ha sido un excelente profesor, en efecto, pero también un gran ensayista y un espléndido escritor, con una curiosidad que no se acaba nunca, por grande que se haga. Es curioso, incluso chismoso en el buen sentido de la palabra y por esto no debería sorprender su pasión por las biografías y autobiografías de personajes célebres de la historia, de Mozart a Tolstoi, pasando por Marcel Proust, Thomas Mann o Albert Einstein. Muchos de los autores por los que siente una especial predilección son, además de geógrafos como Humboldt o Sauer, filósofos, escritores, músicos y poetas.
Una cultura inmensa en un hombre sencillo y humilde, que, ya cerca de los 90 años y cuando mira atrás y valora su paso por esta vida, afirma lo siguiente:
“No me gusta la palabra madurez. Siempre he querido ser un inmaduro. Soy inmaduro intelectualmente en el sentido de que me hago preguntas básicas, esenciales, casi infantiles, que me gustaría poder contestar. Aldous Huxley era el arquetipo casi perfecto de lo que habitualmente entendemos por intelectual, en el sentido de que siempre estaba pensando en cosas desconcertantes, y era una persona extremadamente culta. Y, en cambio, al final de su vida le confiesa a un amigo: ‘Mira, he dedicado 45 años de mi vida a la lectura y al estudio y, cuando me pregunto a mí mismo qué queda de todo ello, ¿qué es lo que he aprendido, qué puedo ofrecer de todo esto al resto de la humanidad, lo único que se me ocurre decir es que deberíamos tratar de ser mejores personas y de tratarnos mejor los unos a los otros’. Es un poco decepcionante, ¿no? Después de tantos años estudiando e investigando autores y pensadores, de penetrar en el corazón de las grandes obras de la literatura universal, resulta que al final de tu vida llegas a esta única conclusión. Sí, me imagino que a alguien le puede parecer un poco decepcionante. pero para mí no lo es”.
Muchas gracias por su presencia y por su atención.
Trabajos de la Societat Catalana de Geografia (SCG) 85, 2018, 219-236 Abel Albet, Joan Nogué, Yi-Fu Tuan