La independencia es percibida por casi todos como una oportunidad de mejorar las condiciones de vida de los catalanes. La cancioncilla esa que dice que algunos sólo quieren un cambio de bandera es eso: una canción interesada. Claro que constituirá una reparación histórica y una expresión de dignidad nacional. Pero, por lo demás, la independencia no puede ser nada más que un paso para dotarse de las herramientas que permitan a nuestro país de ser más justo y con más oportunidades para aquellos que ahora no las tienen. Si la independencia debe hacer más ricos a los que ahora ya lo son, no habrá valido mucho la pena.
Por todo ello, es lógico que todo el mundo llegue a ese momento con su saco de propuestas y proyectos. Unos quieren cambiarlo todo, otros no cambiarían nada de nada, otros cambiarían lo que no funciona y mantendrían lo que va bien -que también hay cosas que van-, y aún otros lo acabarían de estropear todo. La política es buena si ofrece pluralidad de opciones a los ciudadanos y éstos pueden tomar una decisión bien informados. Ahora, es cierto que en momentos como el presente es imprescindible que todas estas propuestas y proyectos no impidan una acción coordinada. Quiero decir que se debe evitar el poner el carro delante de los bueyes. Sin bueyes que tiren del carro, el carro no avanza. Y por muy cargado de proyectos que vaya, no llegará al lugar que los hará posibles. Por lo tanto, la prioridad debe ser la misma, que el carro avance.
Es comprensible que haya desconfianza y alguien piense que, para ir más ligeros y avanzar más rápido, los que conducen el carro pueden tener la tentación de librarse de algunos fardos (proyectos). Por eso, para que todo el mundo acepte subirse al mismo carro, hay que pactar cómo se llegará al lugar y cómo se abrirán los fardos.
Dejemos de lado la metáfora y concretamos. Hay tipos muy diferentes de fuerzas políticas y sensibilidades sociales que comparten el objetivo de la independencia y, en algunos casos, con propuestas de modelo político, económico y social incompatibles. Hoy el mapa de partidos y de representatividades es uno, pero nunca se sabe cómo puede llegar a cambiar. Por tanto, por interés independentista, pero también por honestidad política y democrática, se debe pactar cómo se hará el proceso constituyente para que todos puedan dar su opinión y sea la población que decida abierta y libremente cómo quiere las paredes maestras del nuevo Estado. Es decir, que no se puede cometer el fraude de la constitución española, que los ciudadanos tuvieron que votar como un todo o nada y con una pistola detrás de la nuca.
¿Cómo se hace esto? De entrada, aceptando que la constitución del nuevo Estado catalán -el segundo después de Andorra- debe ser delgada, flexible, abierta y reformable. Es decir, una constitución que no expulse a nadie y que permita todos los modelos sociales, políticos y económicos que respeten los derechos humanos, la democracia y la libertad. Nadie que tenga claros estos tres principios debe sentirse incómodo con nuestra constitución.
¿Cómo más lo podemos conseguir? Haciendo que el proceso de validación del proyecto constituyente sea precedido por un debate público y con un sistema de ratificación múltiple. Que se puedan votar cosas separadamente, que no sea el ‘todo o nada’ español. Habrá que identificar qué aspectos constitucionales no tienen consenso y someterlos a votación separada. Por ejemplo, la oficialidad de las lenguas, el ejército, el modelo presidencialista o parlamentarista, la integración del Valle de Aran (que debería ser votada exclusivamente por los araneses), la presencia en la UE, etc.
Alguien me dirá que esto es un guirigay considerable y que hay que imponer un poco de orden. Pero creo sinceramente que es necesario y bueno que el nuevo Estado sea hijo del pueblo catalán y no de siete u ocho ‘padres constitucionales’. Además, si se acepta este pacto democrático sobre el proceso constituyente, esto facilitará que los meses siguientes -que serán de una dureza extrema- tengan la unidad política y civil imprescindibles para salir victoriosos. No nos podemos permitir perder y condenar a varias generaciones a la mediocridad de España. Hagamos este pacto democrático y, a partir de ahora, trabajemos como un solo hombre para tener éxito en el camino de la libertad. De otro modo, nos arriesgamos a perder hasta la camisa.
VILAWEB