Tierra demasiado fértil entre imperios

El historiador y catedrático de la Universidad de Yale Timothy Snyder impartió en otoño un curso sobre Ucrania, y lo ha colgado en YouTube. Tiene millones de visualizaciones en todo el planeta. ‘Ucrania’ apareció por escrito en el s. XII en lengua eslava eclesiástica antigua. Quiere decir “tierra de frontera”. Ha sido codiciada desde los griegos antiguos hasta la actualidad como el suelo más fértil de Europa. Putin indicó sus intenciones al escribir en el 2021 que Rusia y Ucrania son un solo pueblo, que siempre han estado juntos y que la historia determina que así deben continuar, convencido de que quienes no lo sienten así es porque están contaminados por influencias exteriores.

Un origen común de hace más de mil años en el Estado vikingo “Rus de Kíiv” no implica ser un mismo pueblo. Las tierras de Ucrania han pertenecido durante muchos siglos a los distintos imperios europeos vecinos. Bajo Rusia, el trato ha sido históricamente colonial, de explotación del grano, mano de obra y recursos mineros. Si Putin pensara realmente que son un solo pueblo, no cometería crímenes de guerra a diario contra civiles ucranianos, ni habría saqueado museos ni cosechas, ni robado 250.000 niños.

Veamos la diferencia entre compartir Estado con Rusia, o no. Entre 1772 y 1919, la parte occidental de Ucrania, conocida como ‘Galitzia’ -Halichina- (1), perteneció al imperio austrohúngaro, y después a Polonia hasta que Stalin la invadió y se anexionó Galitzia oriental en 1939 por el pacto Molotov-Ribbentropp con los nazis. Galitzia se ahorró deportaciones (algunas), la mortífera represión ligada a la colectivización forzosa de la tierra entre 1928 y 1933, el genocidio por hambre de cuatro millones de ucranianos entre 1932 y 1933 y el Gran Terror de 1937-38 en el cual Stalin asesinó a más de cien mil más. Antes, en Galitzia se pudo preservar el idioma ucraniano pese a que el polaco tenía rango superior. En los dominios rusos, en contraste, el ucraniano era perseguido sin tregua y hasta se le trató de dialecto. En 1870, el ministro ruso de Educación declaró que el fin último de la educación de los “extranjeros” (sic) era la rusificación. Afortunadamente, Galitzia oriental sirvió de repositorio de la cultura, literatura, intelectualidad y política ucranianas, y todavía hoy es donde la lengua propia se habla más.

La península ocupada de Crimea tampoco es rusa, sino la patria de los tártaros, un pueblo túrquico y musulmán que ha sido objeto de opresión y deportaciones masivas desde que Catalina la Grande la incorporó al imperio ruso en 1783. En el referéndum de independencia de Ucrania de 1991, el sí se impuso por todas partes, incluyendo Crimea y el Donbass. El 55% de los rusófonos votaron a favor. El apoyo al sí subió a partir del ‘momentum’ de la declaración unilateral de independencia en el Parlamento unos meses antes.

Ucrania ha sorprendido al mundo con la determinación de permanecer libre. Occidente, por fin, ha entendido que para preservar la paz mundial Ucrania debe disponer de tanques y armas pesadas para defenderse y recuperar la integridad territorial lo antes posible. El verdadero riesgo de escalada de la guerra es la cronificación, no el envío de tanques. El canciller Scholz ha accedido tarde y a desgana, en parte porque Alemania se siente en deuda histórica con Rusia. Sin embargo, con Ucrania está aún más, y no es consciente de ello.

Hitler invadió la Unión Soviética en 1941 empujado por el deseo de colonizar sus territorios más occidentales y obtener cereal ucraniano. Ucrania es donde proporcionalmente hubo más muertes durante la Segunda Guerra Mundial: ocho millones, de los que un millón eran judíos. Timothy Snyder considera que Alemania tiene como capítulo pendiente la asunción de responsabilidad por todos los crímenes perpetrados en Ucrania bajo la ocupación nazi, incluidos los cometidos por los colaboracionistas ucranianos.

La agresión rusa de 2022 ha reforzado la identidad nacional del país y el orgullo por la lengua. Durante la Unión Soviética, quien hablaba ucraniano podía ser acusado de nacionalismo o separatismo. Se convirtió en una lengua marcada y prescindible, mientras que el ruso era “neutro” y ventajoso. Todavía hoy el ruso domina en la prensa y libros, los negocios, el comercio y la restauración. Como dice el historiador Snyder, Ucrania no es una nación porque haya sido invadida, sino que ha resistido a la invasión porque es una nación.

(1) https://es.wikipedia.org/wiki/Reino_de_Galitzia_y_Lodomeria

EL PUNT-AVUI