Mikel Sorauren
Son hechos que marcan la relación entre ambas naciones en su proyección actual. El análisis publicado por Putin en tiempos actuales insiste en las vinculaciones humanas de las dos colectividades a lo largo de la Historia. El presidente ruso alude a los lazos culturales de toda índole que las unen; argumento este similar a los que se vienen realizando en nuestras coordenadas desde la perspectiva española, y en cierta medida extendida en la ideología nacionalista de los estados imperialistas. Por otra parte, las vicisitudes históricas sufridas por los pueblos de esta última punta de la estepa euroasiática se caracterizan por la inestabilidad del poblamiento, la sujeción a poderes extraños y el enfrentamiento permanente por el control del territorio. En este caso, presenta un carácter problemático resolver el conflicto territorial atribuyendo de entrada a ninguno de los contendientes determinados territorios en liza, vinculados al mundo eslavo en épocas todavía recientes. Sucede así en el caso de Crimea y aledaños, rusos únicamente a partir de la conquista del siglo XVIII, e históricamente habitación de turkomanos y otros. Atendiendo a la inestabilidad del poblamiento al que se alude arriba, es claro que la solución no se encuentra sino en el derecho de autodeterminación.
Otro asunto lo constituye la responsabilidad de la actual guerra, que de una manera inmediata debe recaer sobre Putin. En ningún caso resulta aceptable la masacre desencadenada. En todo caso, convertir a Putin en el principal responsable de la masacre, no deja de responder a una perspectiva corta de miras. En este terreno, no esta de más una reflexión sobre nuestras escandalizadas sociedades que las percibimos como pacíficas, pero que la realidad de ejércitos y armamentos muestran agresivas. La evidencia en los mismos textos constitucionales, como el español, en que se marca con nitidez el papel del Ejército frente a la libertad de las colectividades nacionales. Peor todavía los planteamientos agresivos que presentan los gastos de armamento en que se sumergen la mayoría de los estados.
Es cierto, una vez más, la responsabilidad de los grandes poderes de la Tierra, únicamente movidos por sus intereses estratégicos en todas las direcciones. El periodo que ha transcurrido a partir de 1981 no ha sido la etapa de la placidez que nos prometía Fukuyama. Finalmente seguimos mirando al horizonte en la búsqueda de una Tierra dominada por la paz y la satisfacción de una Humanidad satisfecha. Es claro que el Neoliberalismo y una anquilosada democracia parlamentaria encajada en el mismo se han revelado inútiles en esta dirección. Necesitamos con urgencia un modelo que haga frente a tales objetivos. La Humanidad reclama paz y pan a un mundo que tiene sobrado capital para hacer frente a estos objetivos.
El neoliberalismo ha fracasado rotundamente, salvo para los acumuladores de capital; los que se limitan a gritar libertad para beber cerveza en libertad y se desgañitan pidiendo como papagayos supresión de impuestos. ¿No queda claro que son estos a quienes cuesta menor esfuerzo hacerse con dinero, para su despilfarro, mediante la ley o la corrupción? Banda de insensatos que una vez más se prevalen de su situación para satisfacer sus caprichos. Es una salida sin solución, como lo ponen en evidencia tantos autores críticos y competentes, no sometidos a la altivez tiránica de los dominantes. Sin ánimo de predecir el futuro, me atrevería a calificar a nuestra época como de intensificación de las transformaciones. En muchos lados se respira cierto pesimismo respecto a los tiempos que vengan ¿Es indicio de crisis generalizada? China no ha precisado de una democracia a la occidental para su marcha hacia la Hegemonía. Tampoco cabe afirmar que haya seguido las pautas ideales del librecambio ¿Nos encontramos acaso ante un final de época -mirada desde Occidente- que va a modificar el juego de piezas del ajedrez de la Civilización? Nos es necesario hacer avanzar a la Historia.
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