El economista francés publica el ensayo divulgativo ‘Una breve historia de la igualdad’
Thomas Piketty (Clichy, 1971) puso con fuerza sobre la mesa el problema de la desigualdad -y se convirtió en una estrella de la economía- con el monumental ensayo El capital en el siglo XXI, que con Marx en el retrovisor desde el título analizaba la tendencia del capitalismo a la concentración de la riqueza, una tendencia revertida en el siglo XX tras dos atroces guerras mundiales, el ascenso de la socialdemocracia y la difusión masiva de la educación.
Ahora publica el divulgativo ‘Una breve historia de la igualdad’ (Deusto/Edicions 62), donde afirma que la tendencia a la igualdad es clara hace dos siglos aunque hay una regresión desde los ochenta. Un libro donde el colonialismo europeo, la esclavitud y la reparación del pasado tienen enorme peso: uno de los países más pobres hoy, Haití, estuvo pagando a Francia y luego a EE.UU. desde 1825 hasta 1950 una media del 5% de su PIB para compensar a los propietarios esclavistas por la pérdida de los 450.000 esclavos que tenían en esa isla y que se liberaron en una revuelta en 1791. Piketty intervino en un concurrido acto el viernes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid junto a la vicepresidenta Yolanda Díaz.
-El viernes habló de escapar del marco irresponsable instaurado en los ochenta. ¿Cómo?
-No puedes tener internacionalismo económico sin el político. Libre flujo de capitales, bienes y servicios sin impuestos, política medioambiental y políticas sociales comunes. Los países deben empezar a poner condiciones. Cada progreso hecho al luchar contra los paraísos fiscales y la opacidad financiera en los últimos 20 años ha sido cuando países concretos han dicho: voy a poner condiciones. En EE.UU. en 2007 la administración Obama dijo: si los bancos suizos quieren seguir teniendo licencia aquí deben transmitirnos información sobre nuestros contribuyentes. Debemos salir de esos flujos libres de capitales y esos tratados de libre comercio sin condiciones y reemplazarlos por algo más sofisticado.
-¿Eso implica cambiar el marco cultural, ideológico?
-Ya está cambiando. Hay opiniones muy negativas sobre la globalización y la integración europea. Las clases populares y las medias-bajas sienten que este sistema beneficia a los mayores actores económicos, no a ellos. El Brexit es producto de algunos ricos poseedores de hedge funds que querían incluso más desregulación, pero la mayoría de votantes vienen de clases bajas y medias que sienten que el libre mercado en Europa no funciona para ellos. La cuestión es por qué reemplazas esa ideología, si por un retorno a las fronteras y el nacionalismo, lo que proponían los brexiteers o Trump o por otro internacionalismo basado más en el control de capital que de emigrantes, más en la imposición común y los bienes públicos globales que sólo en el libre mercado.
-Afirma que la tendencia es a la igualdad, pero que con frecuencia necesitamos revueltas, revoluciones y crisis. ¿La del covid crea un nuevo marco?
-Puede ser una de esas crisis. El libro es optimista, a largo plazo hay una tendencia hacia la igualdad. Que no es natural, no empieza en la prehistoria. El momento del fin de los privilegios de la aristocracia llega con la Revolución Francesa en 1789, luego viene la revuelta de los esclavos en Haití en 1791. Esos eventos marcan el comienzo del fin de la sociedad basada en los privilegios, la esclavitud y el colonialismo. Y esos movimientos no han acabado. Aún estamos muy lejos de una democracia verdadera, la gente que tiene dinero tiene mucha más voz en los procesos políticos, y en términos de discriminación y relaciones Norte-Sur estamos lejos de la igualdad.
-Pero la tendencia está y se basa en grandes movilizaciones políticas que no significan necesariamente violencia. Suecia pasó de ser uno de los países más desiguales de Europa en 1910 a uno de los más iguales en 1950 sobre todo a través de movilización sindical y electoral. La pandemia provoca nueva conciencia de la necesidad del Estado social y la sanidad pública. Y en el futuro crisis medioambientales crearán la conciencia de que el sistema económico debe ser cambiado. Y la competencia ideológica con China puede forzar a Occidente a cambiar su actitud hacia los grupos y países más pobres.
-Además, la igualdad funciona: a largo plazo la prosperidad viene de la igualdad. La productividad más alta en el siglo XX viene del acceso masivo a la educación. Si hubiéramos continuado con una pequeña élite yendo a la universidad como a inicios del siglo XX, seríamos pobres hoy. El camino a la igualdad posibilitó el paso a la prosperidad.
-Educación y, reivindica usted, fiscalidad progresiva.
-En el Antiguo Régimen la fiscalidad era muy regresiva. Desde la Revolución Francesa empezó a ser progresiva. Pero en los ochenta volvimos a un régimen donde con frecuencia la gente en la cima escapa de los impuestos. Es malo en términos de contrato social, prosperidad e innovación. Millones de personas podrían innovar con educación y capital suficientes.
-No cree en la economía de goteo de los ochenta.
-Creo en la historia. Hoy el 50% de la población más pobre posee sólo un 4 o 5% de la riqueza total en Francia. Podríamos esperar al crecimiento y la competencia para que mejoren, pero ya los tuvimos en los dos siglos pasados y siguen con poco. Podemos decir que si redistribuimos más el cielo se va a caer, pero en el pasado siglo bajó el porcentaje de la riqueza del 10% más rico y el cielo no cayó. Y el crecimiento aumentó. La redistribución de la riqueza hacia la clase media permitió a más gente entrar en el juego económico, invertir, crear pequeñas compañías que crecieron. Necesitamos esa movilidad y esa circulación de la propiedad. Ahora salimos del experimento del reaganismo, que dijo a los americanos: haremos a los ricos más ricos y aumentará mucho la productividad, el ingreso medio crecerá como nunca… pues se ha estancado y el porcentaje de ingresos y riqueza del 50% inferior ha bajado, y ya era bajo.
-Ve el futuro no entre el capitalismo y China sino entre socialismo democrático o chino.
-No hay un solo tipo de capitalismo o socialismo. En el capitalismo de Estado del bienestar europeo el 40 o 50% del PIB se organiza a través de impuestos y en países como Suecia o Alemania los trabajadores tienen hasta el 50% en los derechos de voto en las empresas. La evolución que veo va en ese sentido. Un socialismo democrático participativo que comparte más el poder entre trabajadores y propietarios, con una circulación permanente del ingreso y la riqueza a través de la fiscalidad progresiva y una herencia mínima para todos. Y deberíamos tomarnos en serio el modelo chino pese a que parezca cada vez más una dictadura digital perfecta que asusta. Si no vamos a un modelo más participativo y más respetuoso, especialmente con los países del Sur, en unos años el poder del modelo chino a nivel internacional será muy difícil de confrontar.
-Es un contrincante mucho más impresionante que el soviético, tiene ingredientes capitalistas que le dan más prosperidad. El Estado controla el 30% del stock de capital del país, incluyendo el 50% de las compañías, y tiene enormes posibilidades para invertir. Occidente ha sido muy afortunado de que la pandemia no haya ocurrido en diez años y una China más avanzada haya inventado una mejor vacuna mientras Occidente seguía sin compartir los derechos de la suya.
-Habría sido el fin de un Occidente que ya tiene mala imagen por el pasado colonial y su hipocresía. Cuando hay crisis humanitaria en África decimos que esa gente debe ir a los países de al lado: están lejos. Pero si se trata de uranio o petróleo da igual los miles de kilómetros. Europa ha inventado la socialdemocracia, una forma de socialismo democrático, debemos inventar un nuevo paso en este movimiento que ha estado al frente de la reconstrucción europea tras la Guerra Mundial donde nos autodestruimos.
-Y en el libro detalla cómo Occidente ascendió gracias al colonialismo y la esclavitud.
-No habría habido industrialización y prosperidad en el Norte sin el Sur. El proceso entero de la Revolución Industrial fue organizado a través de un sistema de división internacional del trabajo con un uso intensivo y a veces explotación violenta de los recursos naturales y laborales de todo el mundo. Debemos tasar a las grandes multinacionales y billonarios y una fracción de sus ingresos deberían compartirse con todos los países en base a su población. Primero porque cada individuo del mundo debe tener un derecho mínimo a acceder a una vacuna, a educación. Segundo, porque toda la riqueza acumulada en el Norte no fue acumulada en autarquía. Es una ilusión que el Norte puede vivir solo.
-Habló el viernes junto a Yolanda Díaz. ¿Está más próximo a Podemos que al PSOE?
-Siempre estoy feliz de estar en países donde diferentes izquierdas son capaces de hablar y gobernar juntas. Y Yolanda Díaz ha hecho un increíble trabajo para promover un mayor salario mínimo, nuevas leyes laborales, nuevas protecciones para gente trabajando para plataformas digitales… En Francia la izquierda está muy dividida, La France Insoumise cree aún que puede superar a los socialistas, los verdes que pueden ser líderes de la izquierda, y eso es infantil viendo cómo está el espectro de la derecha. Macron ha tomado gran parte de los votantes de centroizquierda y los ha llevado al centroderecha. Y más a la derecha. Ha revocado el impuesto a la riqueza, liberalizado las leyes laborales, acabó con la tasación progresiva de los ingresos del capital. ¿La consecuencia? La derecha francesa ha comenzado ahora a competir con la extrema derecha para diferenciarse de él. Es muy triste.
LA VANGUARDIA