El 9 o 10 de diciembre se subastará en Suiza el único ejemplar conocido de una moneda navarra que acuñó en el siglo XVII un rey español como desagravio a las Cortes del viejo reino. Su precio de salida es de 426.000 euros y lo más probable es que termine en manos de un coleccionista privado.
Pieza de oro de ocho escudos acuñada por Felipe IV de España y VI de Nafarroa en Iruñea en 1652. (CASA DE SUBASTAS NUMISMATICA GENEVENSIS)
Una moneda navarra única y excepcional que acuñó un rey español como señal de desagravio a las Cortes del viejo reino será subastada por la empresa suiza Numismática Genevensis los próximos 9 o 10 de diciembre en Suiza.
Se trata de una pieza de oro de ocho escudos acuñada en Iruñea en 1652 por orden del rey Felipe IV de España y VI de Nafarroa, con un peso de 26,9 gramos y un diámetro de 34 milímetros.
En el anverso figura la inscripción ‘Philippus VI DG’ rodeando un escudo coronado de Nafarroa con el carbunclo entre las siglas AP, la marca del taller, y el número VIII como indicativo de su valor. Y en el reverso aparece el lema ‘Navarre Rex 1652‘, que enmarca una cruz con un óvalo bordeado de cuatro puntos en cada uno de los espacios o ángulos que forman sus brazos, en el interior de una orla alternada de arcos y compases.
Esta es la descripción física de una pieza tan especial que saldrá en la subasta de Suiza con un precio de salida de 426.000 euros dentro de un lote conjunto denominado ‘Piezas maestras’.
Su presencia fue detectada y hecha púbica en redes por el historiador Mikel Zuza, un gran apasionado de las monedas de Nafarroa y que la califica de «la joya de la Corona» de la numismática vinculada con el viejo reino. De hecho, aventura para NAIZ que el precio que puede alcanzar se situará en los 600.000 euros «o puede ser mucho más», ya que «una rareza absoluta como esta no solo se convierte en objeto de deseo de quienes coleccionan moneda de Navarra, sino de quienes las coleccionan en general».
Una sola acuñación
¿Qué tiene de particular para que sea tan codiciada? Por un lado, como Nafarroa era «un reino pequeño y no acuñaba muchas monedas, han sobrevivido pocas». Pero es que esos ocho escudos de oro tienen detrás una curiosa historia de contrafuero y desagravio a las Cortes del viejo reino.
Esa institución navarra había establecido en 1561 y 1576 que en las monedas acuñadas en Nafarroa, los monarcas españoles figurarían únicamente con las armas específicas del reino y su título navarro. Era su manera de protestar contra las acuñaciones realizadas por los soberanos españoles Felipe II y Felipe III, que habían acuñado moneda en Nafarroa con sus numerales como reyes castellanos y haciendo referencia a Castilla en las piezas.
Felipe IV también cometió ese contrafuero, lo que generó la correspondiente protesta de las Cortes, que, esta vez, fue atendida por el monarca español. Zuza recuerda que este Felipe ya había mostrado cierta sensibilidad hacia el sentir de los navarros, ya que fue «el último rey que juró los Fueros en Pamplona».
Retrato de Felipe IV de España y VI de Nafarroa realizado por Velázquez. (WIKIMEDIA COMMONS)
Lo hizo en el año 1646 y seis años más tarde, volvió a evidenciar ese respeto hacia las instituciones navarras al atender las quejas de contrafuero con la acuñación de moneda en su nombre. Así que en 1652 decidió «acuñar moneda de oro en Navarra, algo que hacía muchos años que no se realizaba con ese metal» y utilizando únicamente su nombre como soberano navarro «atendiendo a la petición de las Cortes. Esta moneda tiene ese valor añadido, representa a un rey que quiere congraciarse con el Reino de Navarra».
Sin embargo, fue un gesto estrictamente simbólico y para contentar, ya que los expertos sospechan que «solo se llegó a acuñar una moneda», la que sale a subasta en Suiza, «o, como mucho, cinco o diez», aunque se llegó a hacer «una versión en plata que es muy grande y que se conserva en el Museo de Navarra». De hecho, en ese mismo lugar se guarda el cuño con el que fue realizada.
El historiador sospecha que el soberano se mostró tan dispuesto a contentar a las Cortes navarras porque «necesitaba dinero para seguir con sus guerras en Europa», unos fondos que reclamaban los Austrias a las Cortes de sus diferentes territorios.
En este sentido, en el libro ‘La moneda en Navarra’, editado por el Gobierno del herrialde, se recuerda que «en 1635, el comienzo de la guerra con Francia originó cambios y tensiones en la situación política de Navarra, debido a las exigencias fiscales y militares impuestas por las necesidades del conflicto».
En ese contexto habría tenido lugar la acuñación de esa moneda excepcional de la que se conocen más detalles sobre su devenir histórico. Esta pieza formó parte de la colección del tercer conde de Ezpeleta de Beire, cuyo palacio todavía se levanta en la calle Mayor de Iruñea.
Este noble, que fue alcalde de Iruñea y diputado en tiempos de la reina española Isabel II, tenía «una colección de monedas impresionante que llegó a alabar gente como Iturralde y Suit», señala Zuza. De hecho, en el siglo XIX, la suya era una de las dos colecciones numismáticas más importantes existentes en el herrialde. La otra pertenecía a la catedral de Iruñea, hasta que «en 1946 se la compró el Museo de Navarra».
El conde de Ezpeleta y de Beire falleció en 1885, y alguno de sus descendientes vendió esta rara moneda de ocho escudos de oro al multimillonario Archer Huntington, que en 1904 fundó la Hispanic Society de Nueva York.
Dos subastas en doce años
Huntington llegó a reunir para la citada entidad «una colección de 38.000 monedas hispánicas», que fue vendida por la entidad en 2012 «para conseguir fondos con los que comprar nuevas obras de arte». Esa colección estaba valorada en entre 25 y 35 millones de dólares y fue ofrecida al Gobierno español, que declinó la posibilidad de adquirirla, detalla el historiador.
Entonces fue comprada por un consorcio de tiendas de subastas europeas, que la fue vendiendo por lotes. La moneda navarra se vendió en Madrid en la casa de subastas de Jesús Vico y fue adquirida por 525.000 euros, aunque «se desconoce quién la compró».
Cuño con el que fue acuñada la rara moneda y que se conserva en el Museo de Nafarroa. (GOBIERNO DE NAFARROA)
Doce años después, esa persona, con toda probabilidad un coleccionista privado, la saca ahora a la venta y Zuza teme que «termine en manos de otro particular. Si es una institución pública, se sabrá, porque seguramente la expondrá, pero si es un coleccionista privado, se le perderá de nuevo el rastro. El que se la quede, probablemente no la va a vender». Reconoce que «resulta raro que una moneda así se llegue a subastar dos veces en tan solo doce años».
El historiador lamenta que «con el precio que sale, dudo que el Gobierno de Navarra vaya a intentar adquirirla. Lo ideal sería que fuera ayudado por quien fuera para comprarla, pero entiendo que se sale de precio».
En este sentido, Zuza recuerda cómo la CAN adquirió en 1995 un ejemplar de la Biblia de Leizarraga por 33 millones de pesetas de entonces por orden de Juan Cruz Alli «y hubo gente que se tiró de las barbas por lo que se había pagado. Sin embargo, hoy en día se recuerda esa compra, porque el ejemplar está en la Biblioteca de Navarra».
Y también pone el acento en que recientemente el Gobierno de Nafarroa adquirió tres raras monedas navarras de época medieval con la ayuda del Ejecutivo español, que ejerció su derecho de tanteo en la adquisición de bienes culturales. Se trataban de un ducado del rey Francisco Febo, un ducado o real de oro de Juan de Albret y Catalina de Foix, y un grueso de Carlos III.
Pero Zuza también recuerda que, en total, esas tres monedas costaron 17.700 euros, una cantidad bastante más asumible que los 426.000 euros con los que arrancará en Suiza la subasta de una pieza única, la joya de la Corona de la numismática navarra, la moneda con la que un rey quiso desagraviar al viejo reino.
Naiz