Sobre la inmersión lingüística en las escuelas -y algo más-

El sistema que tenemos en Cataluña, de forma general, es el de conjunción lingüística. ¿Y qué es esto? Pues es el mismo sistema que se aplica en la España castellanohablante, el mismo que se aplica en Portugal o el mismo que se aplica en Islandia, por citar 3 lugares al azar, o no. El sistema de conjunción consiste en no separar a los alumnos por razón de lengua, sino en el hecho de ponerlos todos juntos independientemente de la lengua materna que tengan. Así se hace en Portugal, donde cualquier alumno, independientemente de su procedencia se le integra en el sistema educativo portugués donde la lengua vehicular es la propia de Portugal, o sea, la portuguesa (con perdón de los mirandeses). Esto no quiere decir que si este alumno no entiende en absoluto el portugués se le puedan dar unas clases de refuerzo hasta que se nivele con el resto. Asimismo, y por poner más ejemplos, hacen en Garganta la Olla o Riomalo de Abajo y Riomalo de Arriba, tres pequeños pueblos de la provincia de Cáceres, en Extremadura. Todos los niños y chicos de estos pueblos van a las mismas escuelas, las que no separan por razón de lengua, ni de origen. Todos los alumnos, vengan de donde vengan, se integran en el mismo sistema educativo que al mismo tiempo los integra en la lengua y la cultura que consideran que es propia del lugar (propia en estos momentos, porque en otros momentos había sido otra), que en este caso es Cáceres, Extremadura, España. Así pues, en Cataluña se hace o se intenta hacer lo mismo, que es integrar a todos en un mismo sistema educativo donde se les enseña la lengua y la cultura que consideramos como propia. No los separamos por razón de origen ni de lengua ni de religión.

Ahora bien, la particularidad de Cataluña, es que dentro del sistema general de conjunción, sí se aplica la inmersión lingüística como submodelo. Se considera que se hace inmersión lingüística cuando el 70% de los alumnos o más de un aula tienen como L1 (digamos la primera lengua aprendida) una lengua diferente a la lengua vehicular de la escuela. Está claro que las particularidades demográficas de los últimos 50-60 años en Cataluña, a diferencia de Extremadura para continuar con el ejemplo, han hecho que haya grandes poblaciones de Cataluña donde el catalán no se habla o se habla muy poco. Por lo tanto, sí que nos encontramos en escuelas donde el 70% de los alumnos de las aulas hablan lenguas diferente de la catalana. Es en estos lugares donde podemos decir que sí se hace inmersión lingüística. Gracias a esta inmersión estos alumnos tienen la oportunidad de conocer, aunque sea un poco, el catalán. Es una manera de no excluirlos, que puedan salir de su ciudad o de su barrio y que tengan la oportunidad de ir a la universidad donde tendrán, poco o mucho, clases en catalán, además, nunca se sabe, tal vez algunos terminan casados ​​y viviendo en Olot o Tàrrega. Es una cuestión de integración en nuestra lengua y cultura y pienso que lo hacemos de forma legítima y es un favor que les hacemos y que nos hacemos entre todos.

 

Para reforzar esta explicación que me hubiera podido sacar de la manga quiero poner una cita:

«En cuanto al modelo lingüístico escolar, hay que tener presente la distinción entre el modelo de conjunción en catalán y la inmersión lingüística. A partir de la Ley de normalización lingüística del Parlamento de Cataluña, de 1983, y con la nueva Ley de política lingüística, de 1998, establece que los objetivos de este Modelo de conjunción en catalán son, por un lado, la bilingüización general de la totalidad de la población escolar y, por otro, la promoción del uso de la lengua propia y tradicionalmente minimizada de Cataluña (Vila 1997). Estos objetivos se concretan en un modelo escolar en que el alumnado no es separado en líneas según la lengua familiar -por eso se le llama de conjunción, y en el que la lengua de docencia o vehicular habitual es el catalán- en catalán. La inmersión lingüística es uno de los submodelos lingüísticos escolares que se incluye dentro del Modelo de conjunción en catalán. Se caracteriza porque se lleva a cabo en centros de enseñanza donde todos (o la gran mayoría) de los niños escolarizados tienen la lengua de la escuela como L2 y no como L1. Así, los docentes parten necesariamente del presupuesto de que entre el docente y el alumnado hay una distancia lingüística que hay que superar mediante estrategias comunicativas y docentes estructuradas (Artigal 1989) »(Bretxa y Parera 2011, en prensa).

Otra cosa es que con inmersión o conjunción, el modelo funcione por sí solo. Podríamos decir que desde la Generalitat se creó la escuela y unos medios de comunicación en catalán y la hicieron tan gorda que al séptimo día descansaron, y descansaron tanto que nunca más se han vuelto a poner para hacer otra gorda. Como en muchas otras cosas, con la escuela no es suficiente y aunque generalizo, no me equivoco de mucho si digo que el catalán, todavía ahora en 2021, apenas ha traspasado los ámbitos de la enseñanza y de la administración pública local. El resto de sectores que a grandes rasgos son el mundo empresarial, los sindicatos, el mundo educativo privado, el mundo del ocio, la administración española, etc., continúan viviendo de espaldas al catalán, como si el tiempo no hubiera pasado. Y para normalizar una lengua es necesaria la implicación de la sociedad entera. Es por ello que, sin quitar méritos a la gran cantidad de trabajo que se ha hecho y se hace desde la escuela pública, la cosa no ha terminado de funcionar y no por culpa de la escuela. Continúan saliendo miles de estudiantes de nuestras escuelas públicas que son incapaces de articular una frase en catalán. Pero la verdad es que tampoco les hace mucha falta ya que para empezar, pasan de curso igualmente, y más tarde, el mundo laboral los acogerá en castellano. Un mundo que también se encarga de pegar una buena bofetada a los alumnos catalanohablantes que dominan esta lengua a la perfección (a la perfección contemporánea, claro). La normalización y restitución del catalán debe ser un todo, y eso quiere la implicación de toda la sociedad y la valentía y la determinación de la Generalitat. El catalán necesita oxígeno y este oxígeno pasa por que tenga espacios de exclusividad. Ámbitos que pueden ser la escuela, pero también pueden ser el mundo del ocio, la administración, etc., donde tenga exclusividad de uso, sin competencia, y donde esta exclusividad no se pueda poner en duda. Pero además, también necesita zonas de exclusividad geográfica. Hay muchas zonas de Cataluña donde, para empezar este proceso de recuperación, el catalán ya podría la única lengua oficial sin que ello fuera un descalabro para nadie. Por decirlo llanamente, el catalán necesita espacios de tranquilidad y buenos alimentos.

A raíz de la polémica constante con la mal llamada inmersión he visto cómo gente de los sectores de la política y de la enseñanza se han esforzado en decir y en mostrar el hecho de que los alumnos catalanes hablaban el castellano igual de bien o mejor que los castellanohablantes. Tengo que confesar que esto me ha provocado una sensación extraña que no sabría definir, pero en todo caso, no estoy seguro de que esto sea positivo. Para empezar es lógico que una persona que habla una lengua que no es la suya se equivoque y tenga un acento. Por lo tanto, es muy normal que un catalán que normalmente no hable el castellano porque no lo necesita, y que por tanto no esté acostumbrado, cometa errores y se le note el acento, ¡es que es así como debe ser! ¿De dónde piensan que viene una palabra tan arraigada en catalán como es ahora “maco”, sino de un castellanísimo “majo” mal pronunciado? Esto es lo más normal del mundo, tiene que ser así y no pasa nada. Como tampoco pasaría nada con el hecho de que los alumnos catalanohablantes no hablaran tan bien el castellano como los alumnos castellanohablantes del resto de España, los cuales, y como no tenemos un modelo de correspondencia lingüística, la mayoría no saben ni papa de catalán, es más, pondría la mano en el fuego que ni siquiera saben quienes eran Pompeu Fabra, Maragall, Mercè Rodoreda o Empar Moliner. Y aún me atrevo a ir más lejos, y apelando a la necesidad de la lengua catalana de tener espacios de exclusividad, no pasaría absolutamente nada si muchos habitantes de Cataluña, entre los que puede haber estudiantes, no supieran nada en absoluto de castellano. En un mundo tan globalizado y en el que no sabemos dónde vamos a parar, podemos no tener que necesitar el castellano. De hecho, de los 6 mil millones de habitantes que hay en la Tierra, pongamos que unos 400 millones hablan alguna variedad del español (y no entraremos a discutir cifras), esto quiere decir que hay 5.600 millones de habitantes en la Tierra que no saben una palabra de castellano y que, como mínimo, sobreviven con este hecho.

Los catalanes, como cualquier pueblo de la Tierra, tenemos derecho a poder vivir exclusivamente en nuestra lengua. Sin ser molestados ni increpados por este hecho. Pero al mismo tiempo nos hemos de poder dotar de las herramientas necesarias para poder salir al exterior hablando las lenguas que nosotros creamos oportunas. Debemos poder decidir libremente cómo queremos ser globales, cómo nos queremos mostrar al mundo. Debemos poder decidir si queremos que nuestros hijos aprendan, aparte del catalán, el castellano o el inglés o por qué no el chino, el alemán o el bengalí -esta última hablada por más de 200 millones de habitantes.

Está claro que para el catalán las cosas van mal. En Cataluña no tenemos un Estado propio ni propicio y bueno, de hecho el único Estado que tenemos no sólo no hace nada por el catalán, sino que va descaradamente en contra. Pienso que lo que más molesta al Estado español sobre el modelo de conjunción en las escuelas es que es un modelo que funciona (aunque como he dicho, no hay que quedarse con la escuela y nada más), pero que además, es un modelo reservado a los estados y a las lenguas de Estado. Pero no es un modelo reservado a las regiones con lenguas que siempre van acompañadas de adjetivos tales como regionales, locales, minoritarias, autonómicas, etc. No es un modelo a aplicar al catalán, una lengua que ellos quieren subordinada, una lengua que no tiene que salir de una tribu que cada vez está más reseca. Por eso tenemos cosas tan increíbles como el hecho de que la justicia se fije más en las pocas familias que no se quieren integrar y que quieren mantener a sus hijos en una especie de gueto, que en los más de 100.000 valencianos que quieren y no pueden estudiar en catalán. El sistema educativo catalán, a pesar de las carencias, les da miedo y por eso se lo quieren cargar.

Y volviendo a la inmersión, y para terminar, hay que decir que en Cataluña sí hay inmersión, tirando por lo bajo la mayor parte de estos últimos 300 años los estudiantes catalanohablantes han sido escolarizados únicamente en castellano. No hay que ir muy lejos para escuchar testimonios de ello y no agradables. Mi madre, originaria de un pueblo de la Segarra, sufrió esta inmersión. Fue un duro golpe para ella y aún lo recuerda con amargura. Ella y sus compañeros, en un pueblo de los años 50 nunca habían oído hablar en castellano. Al llegar a la escuela rural el primer día, la profesora, catalanoparlante, comenzó a hablar en una lengua que no entendían, lo tuvieron que aprender a hablar y a escribir. Con la sombra y presión de los inspectores que venían comprobar si los niños sabían hablar bien el castellano, y de no ser así, el profesor podía sufrir graves represalias. Sin aulas de acogida lingüística, sin ningún organismo de derechos humanos donde poder ir a apelar, ya no digamos un defensor del pueblo o un tribunal que les pudiera defender. Todo sin moverse de casa, criaturas inocentes, pueblo conquistado. Los resultados los sufren aún ahora, una serie de generaciones que no saben escribir en su lengua, que se les ha robado y estafado la lengua con la que habrían tenido que sentir, amar y escribir sus primeras letras.

RACÓ CATALÀ