A raíz de la polémica desatada por la denominación de una hipotética “selección nacional vasca de fútbol” creo que se han dicho algunas cosas, pocas por desgracia, con sensatez y muchas otras más con poco sentido o muy desviadas de nuestra realidad histórica y política en el presente.
En primer lugar, digo “hipotética” hablando de una “selección vasca de fútbol”, ya que nunca sería real, en el sentido práctico de la consecución de resultados competitivos computables internacionalmente, mientras los vascos no tuviéramos un Estado propio, como es el caso de las selecciones portuguesa, danesa o lituana.
Veamos: si, como dicen Egibar y otros, se debe adoptar el término de “Euskadi”, ya que es la “denominación política” del país, hay que decirles que la triste realidad es que, desde el punto de vista “político”, Euskadi es una Comunidad Autónoma del Reino de España, llamada “nacionalidad” en su Constitución, pero “región” en la práctica ante Europa y formada solamente por las tres provincias conocidas históricamente como “Vascongadas”. Una “selección” patrocinada por su “administración particular” pero sin reconocimiento internacional. No sería una “selección nacional vasca” real y completa.
Otra cuestión es que a determinados sectores que se reclaman del bizkaitarrismo histórico les gustaría que Euskadi fuese una realidad que englobara, no se sabe en muchos casos con qué categoría política, al conjunto territorial y humano conocido bajo el lema “zazpiak bat”. Pero eso, hoy, no constituye una realidad política a nivel internacional. Por lo cual la denominación “Euskadi” es una denominación, cuando menos, ambigua.
Por otro lado, una selección en la que estuvieran presentes jugadores de todo el país vasco -por cierto ¿incluyendo la diáspora?- más que otra cosa debería ser “selección de Euskal Herria”; selección de un pueblo sin estado, sin expresión política efectiva a nivel internacional. Sería una selección vasca “descafeinada” desde el punto de vista político.
A nivel internacional la única estructura política consistente, y del mismo nivel que las de otros estados europeos, ha sido la del reino de Navarra. Arana Goiri consideró, con razón, la insuficiencia del término Euskal Herria para designar políticamente Vasconia, por lo que “inventó” Euzkadi. Arana tampoco se percató de que himnos, banderas y otros símbolos capaces de representar la nación política de los vascos ya existían desde mucho tiempo atrás. Eran los del Estado de Navarra.
La aportación principal de Arana fue el plantear que los vascos no éramos ni españoles ni franceses, que éramos sencillamente vascos y que nuestro país era una nación. Eso, en el contexto europeo en que se planteó, equivalía a reivindicar la independencia nacional de Vasconia. Este planteamiento está en su “haber”.
Pero también hay que reflexionar sobre su “debe”. Arana Goiri entendió perfectamente que había que dar un nombre a la Vasconia política, o una denominación política Vasconia, que tanto da, ya que era necesario hacerlo tras su principal aportación. Inventó, en dura polémica con Campion, el neologismo Euzkadi, cuando esa realidad con nombre, como ya se ha dicho, era Navarra.
Navarra es la denominación política de Vasconia y es el Estado independiente que muchos deseamos. Sentado lo anterior, tenemos que preguntarnos: ¿a qué aspiramos? Si solamente pretendemos seguir siendo una “etnia” o un “pueblo” (en vías de extinción, como “reserva india”, añado) podemos llamarnos Euskal Herria, pero si aspiramos a un reconocimiento internacional como Estado, en Europa y en el mundo, nuestro nombre debe ser Navarra.
El problema fundamental seguirá sin resolver. Se trata de responder honestamente a la pregunta ¿podemos tener una selección nacional de fútbol de verdad, sin ser una nación “normal”, sin tener un Estado propio? Me temo que en nuestra situación actual, y dominados por estados como España y Francia, la respuesta sea la negativa.
En el fondo es la misma cuestión que se plantea cuando se habla del porvenir del euskara y de nuestro patrimonio en general o de la defensa efectiva de nuestros intereses en el mundo. El “problema” vasco es un asunto internacional cuyos orígenes se encuentran en los planes expansionistas y dominadores de Castilla-España y Francia, es un problema originado por ambos estados. Mientras no solucionemos democráticamente ese contencioso, mediante la consecución del propio, el resto de problemas permanecerán enquistados y sin otra salida que la absorción incondicional en los de nuestros actuales ocupantes. Eso sí, tras muchos sacrificios y sufrimientos; inútiles al final.
Creo que ya es el momento de que todos nos pongamos manos a la obra. Más vale tarde que nunca.