Los países con menos de 10 millones de habitantes tienen una renta más alta que los países grandes
Inmersos en una crisis económica sin precedentes, el debate sobre la viabilidad y necesidad del Estado propio para Cataluña toma otra dimensión. Más allá de la obviedad de los efectos negativos que el expolio fiscal tiene para la economía catalana, vale la pena abordar también el debate desde otros ángulos.
A finales de los noventa, una nueva línea de investigación en economía política, liderada por Alberto Alesina y Enrico Spolaore, intenta aportar una nueva lógica económica a los procesos de secesión política. Los Estados no serían una variable predeterminada sino que su creación, unión, división, respondería a lógicas del propio proceso económico. El tamaño óptimo de los estados sería la resultante de un equilibrio entre dos fuerzas contrapuestas, una tendente a favorecer la formación de estados grandes y heterogéneos, para aprovechar las economías de escala y la dimensión del mercado, y otra que tendería a favorecer la rotura de estos estados debido a su heterogeneidad, generadora de ineficiencias en la provisión de bienes públicos. La globalización, que supone la desaparición de los mercados nacionales protegidos, rompería ese equilibrio, favoreciendo una reducción en el tamaño óptimo de los estados. La Unión Europea sería un buen banco de pruebas, dado que es la experiencia de integración económica más intensa del mundo desarrollado. Así, en el estudio encargado por la Fundación Irla y escrito conjuntamente con Albert Castellanos y Daniel Tirado, ‘Dimensión de los estados y comportamiento económico en la Unión Europea’, analizamos si el tamaño de los estados tiene algunos efectos diferenciales en el comportamiento económico de los 27 estados de la UE en el periodo 2000-2010. Los resultados obtenidos son bastante concluyentes.
La primera observación es que los países con menos de 10 millones de habitantes tienen una renta media per cápita más alta que la de los países grandes, y además sus tasas medias de crecimiento son significativamente más elevadas. Si bien es cierto que las economías pequeñas son más sensibles al ciclo: caen de manera más brusca en las recesiones y crecen más durante las épocas de expansión. Esta relación estadística podría no implicar ningún tipo de causalidad, pero el estudio analiza algunos factores que la podrían explicar. Así, los países pequeños son más abiertos, tienen unas tasas de inversión más elevadas, su sector público tiene un peso sobre el PIB más bajo y sus finanzas públicas están más equilibradas, con un ratio déficit público/PIB, inferior. También se muestra que esta dimensión del sector público podría estar relacionada con la existencia de ineficiencias si no hay una importante descentralización administrativa o si ésta se hace de manera imperfecta con duplicidades. Los estados que tienen más divisiones administrativas tienen un sector público relativamente mayor.
Finalmente, el estudio muestra que los países más abiertos y con medidas más pequeñas del sector público han crecido a lo largo del periodo 2000-2010 de una forma más rápida que la prevista por sus niveles de renta per cápita de partida. Dado que los países pequeños son más abiertos y disponen de un sector público más reducido (y probablemente más eficiente), su comportamiento económico en la Unión Europea ha sido más bueno. La dimensión óptima de los estados que forman parte de una unión económica amplia como es la Unión Europea sería inferior. Este resultado estaría en línea con las previsiones de las tesis de Alesina y Spolaore: los procesos de integración económica favorecen los procesos de independencia política. Hay pues estar atentos a determinadas salidas a la crisis económica actual. Nos conviene garantizar el proceso de integración europea y evitar tentaciones proteccionistas para disponer de un entorno favorable a la aparición de nuevos estados.