Símbolos nacionales: EEUU, un caso singular


De vez en cuando, algún politólogo asegura que los símbolos nacionales son más importantes en las naciones cívicas que en las étnicas, puesto que en éstas los lazos de sangre son más fuertes y los símbolos externos, menos necesarios e importantes. En teoría, puede ser así, aunque la distinción entre dos clases de naciones es un tanto artificial, porque casi todas las llamadas naciones cívicas empezaron también como naciones étnicas. Muchas veces se piensa en Estados Unidos como el ejemplo por excelencia de las primeras; pero se olvida que el país tuvo en su origen una base étnica muy concentrada, y que la inmensa mayoría de la población de las primeras colonias descendía de inmigrantes de las islas británicas.

Sea como fuere, no cabe duda de que el uso y la proliferación de los símbolos nacionales son más extensos en Estados Unidos que en cualquier otra sociedad democrática, siendo superados solamente en alguno de los regímenes totalitarios que sobreviven, como el de Corea del Norte. Pero en este país, todo está controlado desde los resortes del poder, mientras que en los Estados Unidos las referencias a los símbolos nacionales y su uso semiconstante proceden, sobre todo, desde abajo.

La república americana fue la primera nación moderna creada como un país ex nihilo a partir de una colección de colonias. La gran mayoría de los Estados europeos, aunque se afirmaron como naciones modernas después que la república norteamericana de 1783, habían sido antes principados, monarquías o imperios. Después, la formación de países en otras partes del mundo, en muchos casos se llevó a cabo en términos algo más artificiales.

En América, incluso desde los primeros tiempos de las 13 colonias inglesas, ya se sentía la necesidad de que existiera una bandera nacional como símbolo oficial de la unidad; y, en los primerísimos años de la república, ésta se creó, con sus barras blancas y rojas, y colocando en una sección una estrella por cada Estado contra un fondo azul. La técnica fue ingeniosa, porque así la bandera combinaba el reconocimiento de los 13 estados individuales en un solo símbolo de unidad nacional. El equivalente para la España actual sería incluir en la enseña nacional una sección con 17 estrellas u otros símbolos por cada una de las comunidades autónomas. En el caso americano, con la sucesiva adhesión de más Estados se fue añadiendo una estrella por cada uno, hasta llegar a las 50 que integran la bandera actual, mientras se mantenía en esencia la misma bandera.

Los norteamericanos baten todos los récords a la hora de exhibirla, tanto de forma individual como familiar. No conozco ningún censo en cuanto al porcentaje de la población que posee una bandera, pero debe de ser muy alta. En los grandes días festivos nacionales, muchas casas la exhiben, y hasta hay algunos superpatriotas (aunque serán menos del 1% de la población) que la alzan en frente de la casa todos los días, retirándola al atardecer.

Los himnos nacionales muchas veces tienen historias algo complicadas. Los alemanes, por ejemplo, a pesar de su conocida pericia musical, no crearon un himno nuevo tras la unificación nacional de su país, sino que reconvirtieron la música de un muy conocido himno protestante, compuesto por Haydn, y escribieron una letra nueva para confeccionar el famoso Deutschland über Alles. (Varias iglesias protestantes en diversos países mantienen el himno religioso original de Haydn, pero, cuando los fieles lo cantan, tienen la extraña sensación de que están entonando el himno nacional de Hitler, aunque esta vez con letra puramente cristiana.) En este sentido, el origen del himno nacional alemán es una música prestada, igual que el primer himno español fue la marcha que Federico el Grande dio al rey Carlos III.

El origen del himno estadounidense fue mucho más directo que en los casos de España y Alemania. Fue compuesto de un solo golpe por Francisco Scout Key bajo la inspiración de ver la bandera todavía ondulando durante el ataque británico fracasado al puerto de Baltimore en la Guerra de 1812. Su calidad musical no es la mejor del mundo, pero evoca una emoción profunda en millones de americanos y, probablemente, se canta con mayor frecuencia que en el caso de cualquier otro país democrático, antes de todos los partidos deportivos y en otras muchas ocasiones.

No cabe duda de que su uso frecuente, muchas veces de un modo puramente individual y voluntario, sirve para reafirmar la identidad y unidad de una nación cívica, compuesta de 50 estados individuales (algunos de ellos de dimensiones parecidas a las de países como España) y compuesto de más de 300 millones de ciudadanos de todas las razas y etnias posibles.

El número de festividades nacionales ha evolucionado de un modo incremental, como en todos los países. Sólo el Día de la Independencia, el 4 de julio, fue una fecha oficial de conmemoración casi desde el comienzo de la república. La adición de los demás llegó más tarde, especialmente durante el siglo XX. Y todavía se siguen añadiendo nuevos días festivos nacionales, como hace pocos años se hizo con la creación del Martin Luther King Day, para conmemorar el día del nacimiento del principal líder negro en la cruzada por los derechos civiles. De este modo, los símbolos están ampliados para integrar sectores diversos de la población.

Es interesante hacer una comparación con Francia, puesto que en el oeste de Europa normalmente se considera a este país como el más patriótico y el más consciente y avanzado en el uso de sus símbolos. La celebración del 14 de Julio es bastante parecida a la del 4 de Julio en Estados Unidos, con muchos desfiles patrióticos y fuegos artificiales. (Esto a pesar de que el significado del Proceso del 14 de Julio, el asalto a la Bastilla, es un tanto ambiguo, puesto que inició un proceso político que condujo a la revolución, el terror, la guerra civil, y una dictadura muy militarista y sangrienta. Es, en cierta manera, como si los españoles mantuviesen el 18 de Julio como gran día de fiesta nacional.)

El culto a la patria está ciertamente muy extendido y recibe énfasis en el sistema educacional. Sin embargo, es dudoso que el empleo y la exhibición de los símbolos nacionales sean tan extensos en Francia como en Estados Unidos, sobre todo con respecto a las iniciativas individuales. La variedad y cantidad de símbolos estadounidenses son, probablemente, más numerosas que en el cualquier otro lugar. En la república norteamericana hay seis días diferentes que son festividades nacionales. Y existe la canción America the Beautiful, que sirve más o menos como himno nacional número dos, resucitado y cantado muchas veces desde el ataque terrorista de 2001, y no principalmente por obra del Gobierno. Y mientras en la mayor parte de las democracias jurar la bandera es algo reservado para los militares, en Estados Unidos el Oath of Allegiance se jura por los alumnos en las escuelas primarias y por el común de los ciudadanos en varias ocasiones durante el año.

¿Por qué son tan numerosos los símbolos de identidad en Estados Unidos y tan frecuente su utilización? Sin duda, los politólogos tienen razón en su importancia en la afirmación de una nación cívica de orígenes multinacionales y multirraciales. Pero tales prácticas no podrían ser tan extendidas, ni, según parece, tan eficaces y sentidas, como un mero proyecto pragmático. Tanta proliferación obedece sobre todo un sentimiento profundo, un sentido ético de patriotismo, muy ampliamente extendido, entre la población estadounidense.

Esto es así no tanto por lazos de sangre, o hasta por la memoria de la Historia, como por el hecho de que la gran mayoría de los ciudadanos americanos cree y siente que su enorme y variado país representa una comunidad nacional y un conjunto de valores, más o menos iguales para todos, que merece afirmar y celebrar.

Surge la pregunta de si los símbolos nacionales se emplean en un intento de forjar la identidad y el patriotismo, o si es la existencia previa del patriotismo la que los produce. Probablemente, sea una combinación de ambas cosas.

Stanley G. Payne es historiador estadounidense e hispanista. Su última obra publicada es 40 Preguntas Fundamentales sobre la Guerra Civil (La Esfera de los Libros).

Publicado por El Mundo-k argitaratua