Saskia Sassen: El enemigo no es el virus sino las grandes empresas extractivas

La socióloga cree que hay un cambio en el comportamiento de los jóvenes que aporta esperanza para el futuro

La socióloga y escritora Saskia Sassen, profesora de la Universidad de Columbia, piensa que el ser humano tiene una capacidad extraordinaria de olvidar, lo que le hace creer que se dejará de hablar del coronavirus tan pronto como la crisis acabe. El enemigo, después, serán las grandes empresas que destruyen las pequeñas: ‘Esta es la batalla que hay que sostener’, avisa. La vida de Sassen (La Haya, 1949) transcurre entre dos ‘ciudades mundiales’ como son Nueva York y Londres, y es concretamente en la capital inglesa donde pasa el confinamiento. Sassen se ha manifestado más de una vez partidaria del derecho de decidir de los catalanes y fue una de las firmantes del manifiesto a su favor encabezado por Adolfo Pérez Esquivel y Desmond Tutu.

– La crisis del coronavirus probablemente hará reflexionar sobre nuestro modelo de vida. ¿Cómo cree que influirá en trabajos de investigación futuros?, ¿abrirá nuevos campos o vías?

– Mi experiencia, porque yo ya soy lo suficientemente mayor, es que tenemos una capacidad extraordinaria de olvidar. Ahora es un momento muy dramático, pero al final, en tres semanas o en un mes, cuando todo haya pasado, no me sorprendería nada que lo olvidáramos todo. Yo tengo setenta y tres años, he pasado por varias tragedias de las que ya casi no se habla. Esto me hace pensar que dentro de medio año ya no hablaremos de la crisis del coronavirus. Nosotros podemos convivir con experiencias de las que vemos sólo una parte y realmente no estar traumatizados.

– Usted ha resaltado que actualmente la economía mundial se centra en la ‘financiarización’. Sin embargo, con la pandemia, evoluciona a diferentes ritmos según el país. Muchos gobiernos miran al mercado interior para poder reactivar la economía. ¿Piensa que las finanzas pueden perder terreno en las economías estatales en favor de la producción y el consumo?

– ¡Esperemos que las finanzas pierdan! Porque hay que reactivar nuestras economías y quizás esto es una oportunidad, porque es necesario que las producciones locales entren en juego de manera más dura. Recordemos que hay una serie de actores muy internacionales que se dedican al negocio de importar y exportar. Ellos no pueden perder. Los que pueden perder son los pequeños agricultores, las pequeñas empresas, porque están dominadas por estas grandes corporaciones. Esta es para mí la batalla que hay que sostener. El virus se irá. El virus no es el enemigo. A la larga el enemigo son las grandes empresas que destruyen a todas las pequeñas.

– Eso que se llama el capitalismo extractivo…

– Yo siempre digo que las lógicas dominantes, en Estados Unidos sobre todo, son lógicas extractivas. No pretenden generar condiciones que permitan una mejor vida a las clases modestas. Las grandes empresas quieren conseguir la plusvalía, es todo lo que importa. La plusvalía lo es todo.

– En estas últimas décadas hemos visto un proceso de privatización del sector público. Sin embargo, la crisis del coronavirus ha evidenciado la necesidad de tener unos servicios públicos eficientes. Cuando esto se haya acabado, ¿tocará repensar las decisiones económicas tomadas años atrás?

– La desregulación se ha hecho en favor de ciertos sectores. Hemos destruido mucho, pero esta es una historia de ya hace treinta años. La noción de ‘privatizar es la mejor manera de hacerlo’ ha llevado a algo bueno, pero en la mayoría de casos las consecuencias son negativas. Todo el sector público ha perdido mucho, ha perdido capacidad efectiva de los proyectos que desarrolla y debería desarrollar. Ha perdido terreno en favor de las grandes empresas, que han ido acaparando parte de la economía que solía estar bajo el control de pequeñas empresas o de gobiernos. Hay mucha privatización que tiene por objetivo extraer ganancias, no hacer mejor las cosas. Y ahora vemos sus consecuencias, porque hay un empobrecimiento de las clases medias modestas, que sólo han perdido. Es realmente una historia muy triste.

– Que afecta a la clase media…

– En los años ochenta, cuando comenzó la privatización y la desregulación de nuestras economías, surgió un nuevo tipo de élite que dividió la clase media. Por un lado, una clase media muy rica que casi no se puede llamar así, y un sector que ahora son una clase media muy modesta con muchas dificultades para que los hijos vayan a buenas universidades o de tener buenas viviendas. La clase media representaba un 40% -50% de la población en las grandes ciudades y ahora se encuentra partida entre un sector muy rico y otro empobrecido. En la década de los ochenta no se notó tanto la diferencia, pero hace ya veinte años que sí.

– Muchos países vuelven a traer la producción dentro de sus fronteras y vemos un repliegue del comercio internacional. ¿Cree que cambiará nuestro modelo económico actual?

– Algo tiene que cambiar en este sistema, claro. Yo he hecho muchos trabajos sobre las grandes finanzas, una sistematicidad que puede extraer plusvalía de muchos sistemas que pensábamos que estaban controlados o a los que no se podía acceder. Y ahora esta sistematicidad de la alta finanza te cuenta el cuento de que puedes aumentar tu plusvalía, tus ganancias. Pero al mismo tiempo vemos que es un sector extractivo y que siempre hay muchos que pierden. Los que pierden son casi invisibles, los que ganan son muy visibles. Y así te genera una narrativa que es real, pero no completa.

– ¿Por lo tanto?

– Es difícil de entender qué viene ahora. Porque las nuevas generaciones tienen una concepción nueva de la que es vivir bien. Mucho más encajada en la naturaleza, mucho más acorde con la solidaridad. No son la mayoría, pero hay gran parte que sí está en este punto. Gente a la que no les interesa tener tres coches, porque tiene que lavarlos, cuidarlos… Es otra mentalidad que se va abriendo paso y es muy difícil establecer si son la mayoría, entre otras cuestiones porque el porcentaje cambia según el país. Pero yo no creo que se pueda discutir que hemos entrado en una nueva época, diferente, gracias a estas generaciones jóvenes.

– ¿Piensa que la incertidumbre por la crisis del coronavirus puede servir de impulso a la extrema derecha en Europa?

– Eso es difícil de responder. No se puede generalizar porque creo que habrá una serie de combinaciones diferentes. Pienso que no es tanto que guste la nueva modalidad de la derecha, sino que la izquierda ha tropezado con sus límites y no ha sabido avanzar en un proyecto en el que teníamos muchas esperanzas. Así que es muy difícil ahora saber hacia dónde irá la energía política. Tienes jóvenes muy de derechas y jóvenes que son muy de izquierdas. La tragedia es que hemos visto donde están nuestras limitaciones. Es en este contexto donde ganan ciertas derechas que son nuevas y que son alarmantes porque vienen marcadas con una cierta ignorancia y una cierta fe en que les darán una vida mejor. Yo, como experta, te digo que no, que no te darán una vida mejor. Después de la Segunda Guerra Mundial en muchos de nuestros países había una intención, un proyecto serio de mejorar las condiciones de vida de todos, que era necesario y urgente. Y eso hoy no existe, no lo tenemos.

– ¿Sacaremos alguna lección positiva cuando la pandemia haya acabado?

– Yo creo que sí. Veo que la situación es complicada, pero también hay algo positivo. Las preferencias de los jóvenes prometen algo bueno. Siempre habrá sectores que quieren extraer más y más riqueza cuando ya son ricos de sobra. Pero también tenemos a los otros, que pueden ver transversalidades y ir juntando gente.

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