A propósito de las consultas soberanistas, Alícia Sánchez Camacho ha dicho: “Los catalanes tienen muchos problemas, como llegar a final de mes, como la crisis, para que ahora la clase política se preocupe por las consultas”. (Se preocupan ahora, que han visto que la cosa va de veras. Cuando fue la consulta de Arenys, disimulaban.)
Este argumento no es nuevo. Siempre que se habla del nacionalismo no legítimo y natural (es decir, el nacionalismo no español) te sale el nacionalista español que se queja de este hecho. “Habiendo en el mundo problemas de verdad importantes, cómo puede ser que haya gente que se preocupe por problemas tan poco importantes”.
Dejemos aparte que la importancia de los problemas es relativa y dejemos de lado que se puede dar el caso de que problemas a priori muy importantes (como la crisis) puedan ser consecuencia de problemas a priori poco importantes (como la falta de soberanía del territorio donde hay crisis). Admitamos que siempre habrá en el mundo un problema más importante que las consultas soberanistas.
Lo que se desprende de las palabras de Alícia Sánchez-Camacho es una cuestión filosófica interesante: un político no se puede preocupar a la vez por varias cuestiones. O bien se preocupa por la crisis o bien por el soberanismo. Yo, en cambio, me preocupo por muchas cosas a la vez. Por el hambre del mundo (y seguro que Alícia también) pero también por si me salen arrugas (que, de acuerdo, quizás Alícia no, porque no tiene).
Si resulta que sólo podemos preocuparnos por una sola cosa, tenemos que elegirla muy bien. Sería injusto preocuparse por la crisis, habiendo problemas más importantes, como los niños que se mueren de hambre. Y sería injusto preocuparse por los niños que se mueren de hambre habiendo niños que son explotados sexualmente. Y sería injusto preocuparse por los niños que son explotados sexualmente, si los coreanos tienen la bomba atómica…